REFORMA JUDICIAL
Despacito, el todo o nada, va dejando en claro quién gana la pulseada

Es su esencia y no va a cambiar. Cuentan que el Presidente levantaba los techos el jueves a la noche cuando le avisaron de la "cláusula Parrilli". Ese artículo que el senador kirchnerista hizo colar en la redacción final del proyecto de reforma judicial que irá al recinto la semana que viene. Y que habla de presiones mediáticas, sin especificar bien, pero dejando en claro cuál es el espíritu de la normativa. Al menos para ellos.
Jorge Barroetaveña Pese a lo que se dice públicamente, si hay una iniciativa que lleva el sello de Alberto Fernández es el proyecto de reforma de la justicia. Quizás la comisión para evaluar a la Corte Suprema fue una concesión a Cristina, pero cada punto y coma de la iniciativa tiene el sello que le quiso dar el Presidente. Incluso lo tomó como una cuestión casi personal y lo dijo públicamente durante la campaña que la idea de reformar la justicia seria uno de los vértices de su gobierno. Para el mandatario, esta iniciativa no es Vicentín y la sola mención a la fallida intentona le hace doler la cabeza. Es cierto que podría adjudicársele ignorancia y error de cálculo en haber impulsado una idea ajena. Que se equivocó en la evaluación que hizo e ignoró las voces que le avisaron. Pero lo de la justicia no es lo mismo. Fernández es profesor de Penal desde hace muchos años y sabe que la justicia está renga, es sorda y muda. Que ha quedado al libre albedrío de los vientos de la política y de las operaciones de los gobiernos de turno. Aunque esta certeza se pierda cuando se buscan las declaraciones de los últimos años en los que fue duro con su vicepresidenta y la acusó de cosas graves. No debe haber antecedentes de alguien que resista tan poco archivo como el Presidente. Hasta ‘ayer’ decía cosas completamente distintas de las que dice y ejecuta hoy. Pero ese es un lastre que él mismo deberá sacarse y evidentemente es algo que lo condiciona hacia el futuro. En este berenjenal, de las pocas dudas que no hay, es su intención de meter mano en la justicia y es lo que está haciendo. De ahí se explica su indignación cuando le avisaron del ‘detalle’ que coló Parrilli, que no hace nada sin la orden de su jefa política. ¿Era necesario? No, pero al kirchnerismo eso no le importa. Es más, le sienta bien y hasta deben sentirse satisfechos del revuelo que causaron. Títulos de diarios, editoriales de los comunicadores que critican todo, como dijo Kicillof. Debates en las redes, entre los más duros, palabras altisonantes y nafta al incendio. Es lo que hizo Cristina mientras fue Presidenta. Nunca retroceder. Todo lo contrario, hay que redoblar la apuesta. ¿Qué el Presidente no se siente cómodo con esta estrategia? Tarde para darse cuenta, y quizás hasta para tratar de revertirlo. El gobierno de los Fernández está en un tobogán que conduce directo a la pileta. Cuánta agua hay en ella, si está llena o vacía, sólo Dios lo sabe. Pero ya no es posible parar la carrera. La reforma de la justicia fue el motivo de la protesta más convocante en contra del gobierno el lunes pasado. Es sencillo darse cuenta. Macri perdió la reelección el año pasado sacando el 41% de los votos. El país sigue tan dividido como entonces y a nadie debería sorprender semejante reacción social ante la mera idea de la búsqueda de la impunidad de Cristina. Y es ella la que primero lo sabe. Y a lo mejor hasta no le importe a esta altura. Lo que está pasando es la crónica de una película que se anunció en continuado y de todas las formas posibles. La figura de Cristina es tan potente que ni su silencio alcanza. Alcanza y sobra para afectar a un Presidente que le debe a ella buena parte del cargo, con el que, seamos honestos, jamás soñó. Alberto tuvo una oportunidad impensada con la pandemia, pero todo indica que la ha desperdiciado. Sus niveles de popularidad treparon y treparon mientras los efectos económicos del encierro no se sintieron. Lentamente, la salida original de la cuarentena se fue volviendo una trampa de la que todavía no saben cómo salir. Los intentos por ahora han naufragado. El arreglo de la deuda tuvo un efecto placebo que ni siquiera sirvió para hacer bajar el dólar ni la fiebre de los argentinos por conseguirlo. Como cuña, metieron la reforma judicial, con la yapa del aumento de los jueces de la Corte Suprema. Ni siquiera tuvieron la delicadeza de evitar poner al abogado estrella de la Vicepresidente. ¿Era necesario tanto peronismo explícito? Por eso, la percepción es que, a esta altura, poco les importa. Decir, aparentar o ser es más o menos lo mismo. A la oposición que se mira el ombligo, le apareció un salvavidas inesperado. Es el propio gobierno el que se lo tiró. El Presidente Fernández lleva apenas 8 meses en el poder. Nada para arriesgarse a tanto desgaste inútil. Es cierto que le tocó la pandemia. Y bailar con la más fea que Cambiemos le dejó en herencia. Pero de ahí a pegarse un tiro en el pie hay un trecho grande. O debería haberlo. A lo lejos se siente el murmullo de los que esperan al costado de la pileta. Dentro de poco sabremos si será un chapuzón placentero o un golpazo contra la pared del fondo. Son las opciones que eligió un gobierno que va por todo. O apuesta a todo o nada. ¿Le suena quién ganó?
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