Día de fiesta: consolidemos la democracia

Una democracia activa y participativa requiere mecanismos electorales que respondan a la realidad. Si decidimos avanzar en ese sentido, mejorará nuestra calidad institucional. Mario Alarcón MuñizDía de elecciones. Día de fiesta. Podemos votar. Y lo celebramos. De manera especial los mayores que estuvimos obligados durante largo tiempo a la quietud y el silencio ante las urnas prohibidas. Para los más jóvenes ya es rutinario. Se han acostumbrado, felizmente, a votar cada dos años.Quizá no entiendan nuestro festejo por un episodio que para ellos es normal. Cada uno valora los sucesos según la propia experiencia. A quienes más de una vez se nos negó el derecho de elegir porque tres sujetos uniformados decidían por nosotros, esto de votar representa un acontecimiento. Su reiteración en los términos institucionales fortalece la democracia. Nos estamos habituando. Eso ayuda a vivir.Es recuerdo de mi niñez el abuelo concurriendo al comicio emperifollado como para una boda. Criollo sencillo y común, era inusual en él esa vestimenta. Pasado el tiempo lo entendí. En sus años mozos se había sumado a la lucha por "el sufragio universal y secreto" y después por la abstención rebelde contra "el fraude patriótico". Entonces, el acto de votar en libertad era una conquista que en parte -aunque fuese mínima- le pertenecía. Y la disfrutaba.Debemos votar. Hay que celebrarlo, aunque después algunos de los elegidos nos desilusionen. Ya ha ocurrido. Por eso el mismo sistema habilita la posibilidad de corregir o confirmar el rumbo cada dos años.Mecanismos electorales De nosotros depende el perfeccionamiento electoral. Se lo ha intentado, pero hasta ahora con resultados entre inciertos y negativos. Desde la recuperación de la democracia, durante dos décadas rigió el sistema clásico de confección de listas de candidatos de los partidos políticos mediante elecciones internas o asambleas, según los casos. Los afiliados de cada partido decidían las candidaturas.La práctica funcionó sin mayores alteraciones hasta finales de los '90, cuando algunos partidos introdujeron las internas abiertas; es decir la participación de ciudadanos independientes en la elección de candidatos. Mientras tanto, varias provincias habían adoptado por entonces el sistema de lemas, que no deja de ser una forma elegante del fraude.La crisis de 2001 y la demanda "que se vayan todos" motivaron que el presidente Duhalde impulsara una reforma -la de "neolemas"- consistente en la habilitación de varias listas por partido en la elección general. Se trataba de impedir o al menos obstaculizar el retorno de Menem al poder.El objetivo se logró, pero el PJ se dividió, la UCR también y comenzaron a conformarse alianzas o frentes sustentados en planteos circunstanciales, relegando ideas y programas. De esta manera los partidos políticos se han debilitado. Su futuro, dentro del molde que conocemos, aparece muy comprometido.Un ensayo generalLa tendencia se reafirmó legalmente en 2011 al establecerse el régimen de elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. La finalidad de dirimir las candidaturas a través de la participación de toda la ciudadanía, ha derivado en la proliferación de listas.El ciudadano debe determinar hoy obligatoriamente quiénes serán candidatos en las elecciones generales de renovación legislativa convocadas para el 27 de octubre.En eso consiste el comicio esta vez. No pasa de ahí. Nadie resultará electo hoy para ocupar una función. Quienes se impongan serán candidatos a legisladores nacionales dentro de 77 días. Quienes no logren el mínimo de respaldo, quedarán descartados. Eso es todo. Apenas un ensayo general del que se pueden extraer algunas conclusiones y ajustar mecanismos.No obstante, hemos asistido en las últimas semanas a una campaña caracterizada por los cruces agresivos en lugar del intercambio de ideas, como si este domingo se jugara la suerte de cada uno y de nuestro país a todo o nada.Para completar el cuadro, tanto los grandes medios nacionales como los protagonistas, ya sean oficialistas u opositores, han limitado la disputa a la provincia de Buenos Aires. Es el distrito más importante pues reúne 11 millones de electores (37% de un total de 30 millones de votantes), pero el resto del país también existe. A la rastra con boleta puestaDe todos modos las elecciones de hoy serán una nueva experiencia, sin dudas interesante si lo que se desea es perfeccionar el sistema para fortalecer la democracia. Y fortalecer la democracia para vivir en paz, procurando solucionar en conjunto los problemas comunes.Quizá un modo de avanzar sea sincerar estas primarias quitándoles el carácter de obligatorias. Sabremos de tal manera hasta dónde al ciudadano le interesa intervenir en la elección de candidatos. Y este es un dato preciso para conocer con exactitud dónde estamos parados, hasta qué punto las propuestas le interesan a la gente y planificar el futuro. La participación es una necesidad. Pero su obligatoriedad en un comicio que decide muy poco o nada, le hace perder sentido e importancia.Será menester contemplar, además, otros problemas que lesionan el funcionamiento democrático. Lejos de atenuarse, crece el vicio -si no el delito- del apriete y el acarreo. En estos casos el votante es considerado un objeto al que se manipula menospreciando su voluntad. Se proclama que el ciudadano tiene libertad de elegir, pero a más de uno se lo lleva a la rastra con boleta puesta. Lo hacen casi todos.Y hay más demandas. Por ahora las guardamos en el cajón. Vamos a votar.
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