¿BAJARÁ EL PRECIO DE LA CARNE?
Diagnóstico e intervención de un problema económico
El pasado lunes 15, El Ejecutivo Nacional anunció que prohibirá la exportación de carne vacuna por un lapso de 30 días, con el objeto de hacer bajar los precios de la carne para el consumo interno.
. Por Lucas Irigaray La medida tiene un precedente claro en nuestro país. En 2006, se comenzó a restringir progresivamente la exportación de carne a través de los llamados ROEs, permisos de exportación que en la práctica terminaron conculcando la posibilidad de exportar ese producto. Antes - como ahora - el argumento fue que había que proteger la “mesa de los argentinos”, y ello se lograría evitando que parte de los cortes que antes se exportaban, se vuelquen al mercado interno, inundando la plaza con oferta de ganado y presionando los precios a la baja. La estrategia del gobierno responde a un esquema que se ha convertido en su modus operandi: La regulación del mercado como método para controlar la inflación. A este esquema responde también la intervención del mercado inmobiliario, con la ley de alquileres, que provocó un aumento descontrolado de los precios de los alquileres desde la fecha de sanción de dicha ley hasta la actualidad. También la intervención a través del programa precios cuidados, la intervención a los combustibles, a las tarifas de servicios públicos, etc. Para analizar la posibilidad de éxito de la medida es necesario enfocarse en dos cuestiones: 1) El diagnóstico del problema, y 2) la intervención intentada como solución. Respecto del diagnóstico, los hechos son los siguientes: El conjunto de precios de la economía acusó un incremento del 46,3% interanual[1], en tanto que el aumento promedio del salario nominal aumentó un 32% interanual[2]. Ello hace que la capacidad de compra del salario haya caído significativamente. El promedio de cortes de carne en la góndola aumentó un 70,56% interanual[3], claramente por encima de la inflación promedio. Respecto del primer punto, es necesario destacar que la creciente inflación responde a una sostenida caída en la demanda de dinero, y tiene su correlato en una emisión monetaria que alcanzó 43% durante el 2020[4]. Esto trae aparejado el aumento de la pobreza, la indigencia y la desocupación, afectando principalmente a los sectores más marginales. Es por ello que se viene advirtiendo sostenidamente desde varios sectores de la oposición acerca de la necesidad de bajar la emisión monetaria. Pero para poder dejar de emitir es preciso primero bajar el déficit fiscal. Y para bajar el déficit fiscal es menester bajar el gasto público. Respecto del segundo punto, relacionado al intervencionismo en general como estrategia de control de precios, hay que partir de una premisa básica de la economía: Aquella que refiere a la función de los precios. Los precios funcionan en la economía como señales. Cuando aumenta sostenidamente la demanda de un producto, sin haber suficiente oferta de este, ello genera una presión al alza en el precio de ese bien. Esa presión al alza, que amplía circunstancialmente el margen de rentabilidad para uno o varios de los oferentes involucrados en esa cadena, es una mecanismo de la demanda para decirle a los inversores: “vengan acá, porque necesitamos que produzcan más de esto, porque somos muchos los que queremos este producto y la oferta no alcanza para satisfacer a todos”. Esa es la función del precio, que en situaciones normales debiera desviar recursos de otras áreas hacia aquellas donde se amplía el margen de rentabilidad, para recuperar el equilibrio. Una vez que los inversores vuelcan recursos a esa área, al aumentar la oferta de ese bien, el precio debiera tender a la baja. Los oferentes compiten entre sí, y ahora sí hay suficientes bienes para satisfacer a los demandantes. Se recupera de esta manera el equilibrio. Lo mismo sucede, a la inversa, cuando un precio baja fuertemente y hace desaparecer el margen de rentabilidad de alguna producción o servicio: La demanda les está diciendo a los oferentes que salgan de ahí y se dediquen a otra cosa, porque se están produciendo más bienes de los que ellos necesitan comprar, o porque hay alguien más que puede producirlos a menor costo. Todo ese mensaje viene cifrado en el precio, herramienta alucinante que creó la humanidad para reemplazar la economía del trueque. Pero la estrategia del intervencionismo estatal de los mercados pretende interrumpir el proceso descripto anteriormente. Cuando comienza la presión al alza de los precios (que como vimos, debiera atraer inversores, aumentar la producción, y posteriormente recuperar el equilibrio con una tendencia a la baja del precio), deciden interceptar esa señal, evitando que el precio suba. Al regular de alguna manera artificial la evolución de ese precio, la tentadora señal del aumento del margen de rentabilidad nunca llega al inversor, entonces nunca se aumenta la producción ni se recupera el equilibrio. Es más, llega la señal contraria: No conviene invertir acá porque en cualquier momento el Estado puede alterarte la rentabilidad del negocio mediante una intervención del mercado. La pregunta que sigue es ¿Qué sucede entonces después de intervenido el mecanismo de señales en el mercado? La respuesta es simple: La producción disminuye, mientras la demanda se mantiene constante. Eso genera más faltante de productos y cada vez más presión al alza de precios. En el camino, genera lo que podría denominarse una purga de oferentes: Como el margen de rentabilidad se va achicando cada vez más, el mercado empieza a expulsar a aquellos oferentes que son menos competitivos. Esto, en el mercado de producción ganadera, implica que empiezan a desaparecer los pequeños productores, y subsisten los más grandes, porque tienen más espalda y la mayor escala les permite producir a un menor costo. Por supuesto, esta purga de oferentes vuelve a generar más faltante de productos, y a generar más presión al alza del precio, porque los demandantes siguen ahí esperando su asado. En consecuencia, es posible spoilear el resultado de esta medida basándose en el resultado que tuvo en los años 2006 y siguientes. Circunstancialmente, la mercadería que se venía planeando exportar se va a volcar al mercado interno, y eso generará una sobreoferta que presionará el precio a la baja. Esa baja del precio comenzará a socavar la rentabilidad de la producción, generando la mencionada “purga de oferentes”. Va a haber menos productores. Eso provocará que haya menos producto. Eso, en el mediano plazo, implicará presión al alza del precio. Esto sin hablar de la destrucción de empleos, la fundición de frigoríficos, la pérdida de mercados internacionales, la caída del ingreso de dólares – tan preciados en estos días -, y la interceptada señal que reciben los inversores: “No inviertan acá, porque no están garantizadas las reglas de juego claras”. Welcome to the jungle. *Abogado y administra un establecimiento ganadero familiar en Gualeguaychú. [1] INDEC [2] Calculado marzo 2021contra marzo 2020. INDEC. [3] INDEC [4] BCRA
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