Dilemas que plantea el proceso electoral
Queremos creer que el tiempo preelectoral es un espacio en el que el ciudadano discute ideas y elige racionalmente. Pero no está claro que esas ideas existan ni que el voto refleje conocimiento.La solución de los problemas de la gente, en democracia, hay que reclamársela a los políticos, al igual que en medicina hay que pedírsela a los médicos, y en derecho a los abogados.Al menos eso dice la teoría. Primer cortorcircuito: las riñas entre los grupos que aspiran a conducir el Estado suele opacar aquellos planes que vendrían a dar las soluciones.La agonístico, la lucha por el poder, suele primar sobre las propuestas racionales. Si se está en el gobierno, el único discurso que se conoce es el de la maquinaria publicitaria estatal.Hilando más fino, quizá sólo hay lucha, pugna entre facciones, porque justamente no hay ideas. Hace poco, Rodolfo Terragno hacía un distingo pertinente: un catálogo de buenos deseos no es un programa de gobierno.Ésta es la parte declamativa de la política: cuando el candidato abunda en generalidades, en invocaciones de principios. El "qué" y el "cómo", entonces, brillan por su ausencia.Sin embargo, como dice Terragno, quien desconoce las herramientas a emplear no puede prometer nada. En todo caso, está engañando. Corolario: a los aspirantes hay que exigirles que digan cómo piensan hacer lo que proponen.Por ejemplo: si la propuesta es construir más viviendas para atacar el problema habitacional, esa intención debería estar acompaña con el anuncio de medidas concretas en la línea, al decir de Hipólito Irigoyen, de "las efectividades conducentes".Del lado del electorado, obviamente, debiera existir la obligación moral de elevar la demanda durante la campaña electoral. Debiera estar dispuesto a escuchar explicaciones técnicas, en lugar de contentarse con consumir el mejor eslogan.En nuestra ciudad, por caso ¿cuántos son los vecinos que aprovechan este tiempo para informarse sobre lo que piensan hacer los candidatos que se postulan a la comuna, a fin de madurar una voto responsable?Hay que luchar contra la vaciedad de ideas de quienes se postulan y contra la desidia de los votantes. Porque, a decir verdad, existe la sospechar razonable de que entre los primeros pocos estudian lo que van a hacer si ganan la elección.Y tampoco lo hacen los electores, que son también responsables que fracasen tantos gobiernos. Estos últimos, rápidos en quejarse por los malos funcionarios, suelen olvidarse que ellos los encumbraron donde están.¿Cuántos de los descontentos de hoy se hacen cargo de lo que votaron ayer? Los argentinos somos propensos a declararnos inocentes de cuanto ocurre, sin percatarnos que de última los gobiernos "se nos parecen".Hay algo en la ingeniería electoral, además, que atenta contra la idea de que este tiempo debe abrir un espacio en el que se escuchen y discutan ideas. Hace tiempo que los politólogos descubrieron que las campañas son más emotivas que racionales.Vivimos, sostienen, en una sociedad de espectadores, ya no de lectores ni de gente que piensa. En este contexto, las campañas políticas se han convertido en un entretenimiento, similares a los reality shows y los teleteatros que la sociedad premia con un alto rating.El politólogo Giovanni Sartori ha escrito páginas incisivas sobre el vaciamiento intelectual promovido por la cultura audiovisual. Actualmente, dice, proliferan las mentes débiles, estamos en presencia de un público "que nunca ha sido adiestrado a pensar".En estas condiciones, ¿cómo hace el demos para dilucidar la mejor oferta electoral?
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