EDITORIAL
Disfrutar del presente o la virtud del contentamiento
Sentirse bien donde se está, vivir con plenitud el presente, entregarse a la experiencia gozosa del aquí y ahora, en una actitud de agradecimiento hacia la vida. Estar contento, en suma, es una actitud radical de afirmación ante lo que nos sucede.
Según el diccionario castellano, contentamiento implica un sentimiento de satisfacción o agrado. Pero el contento es una de las principales virtudes tradicionales, un elemento capital de las viejas éticas elaboradas por la humanidad. No consiste, como se puede pensar, en un simple resignarse ante los hechos, con el deseo de que las cosas sean de otro modo. Y esto porque estar contento es sinónimo de regocijo o alegría. Supone más bien una conformidad serena con la propia suerte y como ésta se nos presenta en el momento actual. Es decir, es un estado interior que nos lleva a valorar positivamente y asumir con ecuanimidad las circunstancias que nos tocan vivir. En la Biblia, por ejemplo, hay pasajes donde se predica esta postura. En Hebreos, se lee: “Mantengan su vida libre del amor al dinero, y estén contentos con lo que tienen, porque Él ha dicho: ‘Nunca te dejaré ni te desampararé’”. En tanto en el Eclesiastés se encuentra este versículo: “Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque esta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol”. Los filósofos de la Antigüedad, en tanto, predicaban el contentamiento en aquella célebre frase: “no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita”. Con ella proponían conformarse con poco y estar satisfecho con lo que se posee. “Haz tu felicidad con poca cosa”, recomendaba Pitágoras. Y Séneca escribía a su amigo Lucilo: “Vuelve la vista a las riquezas verdaderas: aprende a contentarte con poco”. Lao-Tse, el filósofo más relevante de la civilización china, al alertar sobre la miseria detrás de la búsqueda frenética por la riqueza, aconsejó: “El que sabe contentarse con lo que tiene es rico”. El contentamiento aparece como un antídoto ante una sociedad que vive en permanente descontento porque suele identificar abusivamente felicidad con bienestar material. En efecto, cuando miramos las circunstancias que nos rodean, solemos quedarnos siempre insatisfechos, nos sentimos quejumbrosos frente a lo que nos falta y esto nos impide ver lo mucho que tenemos. La virtud del contento recuerda el concepto de “persuasión del presente”, formulada por el escritor italiano Claudio Magris, quien pregona la filosofía de estar bien donde se está y prolongar el deleite del instante como apertura a las cosas simples y sencillas de la vida. El autor de “El Danubio” o “El infinito viajar”, define la persuasión del presente como la posesión de la propia vida y de la propia persona, la capacidad de vivir a fondo el instante “sin la maniática angustia de quemarlo pronto”. Se trata de hacerse uno con la realidad, verla y aceptarla como es, sin deformar las cosas ni dejarse dominar por ellas. Se trata de vivir a fondo el presente, “sin sacrificarlo al futuro, sin aniquilarlo en los proyectos y los programas, sin considerarlo simplemente un momento que se ha de pasar pronto para alcanzar cualquier otra cosa”. Sin embargo vivimos en una época caracterizada por el descontento, lejos de la experiencia vital que supone asumir la propia suerte y agradecer lo que se tiene, incapacitados así de gozar del momento.
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