Ecología: su uso y abuso retórico
La retórica sobre los desequilibrios ambientales satura el dominio público. Sin embargo, no hay nada en la realidad que indique que se esté produciendo un cambio real en este frente.Es muy probable que aquí el discurso opere como un dispositivo de enmascaramiento, como ocurre en varias esferas de la vida social. Por ejemplo, se dice que vivimos en la era de la "comunicación", pero nunca como ahora los vínculos humanos están tan amenazados.Lo mismo cabría decir de la palabra "amigo" en las redes sociales. ¿Pero acaso no hay un declive de esa experiencia tan elevada y humana como la amistad, en un contexto donde brilla la soledad en la muchedumbre?Se podría extender la analogía a términos en boga como inclusión, educación, solidaridad, y otros que gozan de reputación pública. Hay razones para creer que el empleo excesivo de ellos denota más una ausencia que una realidad.Es como si a través de una operación semántica se quisiese conjurar un problema o una carencia. Por lo demás, es una de las funciones de la propaganda: hacer creer en algo que no existe.De un tiempo a esta parte la temática medioambiental es voceada insistentemente desde distintos lugares. Los discursos y las imágenes alusivas por momentos bombardean al hombre medio, bajo el genérico nombre de "ecología".Sin embargo, esta inflación retórica tiene escasa o nula correspondencia con la realidad. Hay razones para sospechar, incluso, que cuando más se habla del respeto a la naturaleza, más se la lastima.El cuadro pinta contradictorio por el lado en que se lo mire, cuando no decididamente ridículo. De suerte que en una sociedad que por sus niveles de consumo escandalosos vive de espaldas al drama medioambiental, ser "ecológico" sin embargo queda bien, da respetabilidad humana e intelectual.El ecologismo reproduce la suerte de todos aquellos movimientos que buscaron un cambio radical del paradigma dominante: al final el sistema los engulló, reduciendo el planteo a una versión light.De hecho es factible ver cómo las multinacionales, los políticos y los tecnócratas modernos utilizan profusamente la retórica ecológica, aunque quitándole al planteo todo su carácter "revolucionario" (palabra también muy usada en la actualidad).El mensaje que baja de allí, de índole más o menos subliminal, sería: destruir con prudencia. Es decir, sigamos consumiendo, que ese es nuestro estilo de vida, pero cuidado que podemos morir ahogados por nuestros propios desperdicios.Explotemos al máximo todos los recursos naturales, para que la economía crezca aún más, pero tengamos cuidado con las emisiones carbonosas, pues existe el riesgo de que se derritan los hielos polares por el efecto invernadero.Al respecto, en la página Ecoportal.net se lee un interesante artículo, "El mito moderno de lo 'sostenible' y a seguir destruyendo el planeta", donde su autora, Guadalupe Rodríguez, critica la explotación política y mercantil del planteo ecológico.Allí sostiene que las usinas del poder dominante -político y económico- han instalado el concepto "consumo sostenible", siendo que el "acto de comprar por comprar no puede ser nunca sostenible".Aclara que algo es sostenible cuando se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar daño en el medio ambiente. Pero los actuales niveles de hiperconsumo no encajan con este presupuesto, alerta la articulista.Otra vez la retórica como dispositivo de encubrimiento.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios