Efectos colaterales de las tragamonedas
El juego electrónico conocido como "tragamonedas" ha aumentando los dividendos del negocio, aunque al precio de incrementar la adicción social a la apuesta, sobre todo en sectores de bajos recursos.En Entre Ríos la modalidad se ha expandido a los barrios, produciendo un aumento de la recaudación de los operadores del sector. "La recaudación es cada vez más grande", reconoció el secretario de prensa de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE).La contracara, según dijo, "es que las maquinitas de moneda afectan a los sectores medios y medios bajos, eso es lo más preocupante". Es decir, la industria aumentó la plusvalía -parte de la cual se la queda el Estado-, pero el efecto colateral (¿indeseado?) es la expansión del hábito de la apuesta en la población."Se dieron casos que la gente estaba esperando la medianoche para que se le acreditara su sueldo o la asignación universal y se iban a jugar", detalló el gremialista, en declaraciones a Radio De la Plaza (Paraná).Según explicó, los empleados estatales que trabajan en los casinos reciben un plus de productividad, que ha venido in crescendo. "Además ahora se habilitó una nueva sala en un barrio popular de Paraná y eso implica mayor afluencia de público, ya que la clase media y media baja son las que más juegan en las maquinitas tragamonedas", aseguró.Galárraga por un lado evitó demonizar el negocio: "El juego cuando está vinculado al entretenimiento no es algo malo, y es el Estado el que tiene que administrar las ganancias en acciones sociales. Porque es muchísima la plata que se mueve en las salas de juego".Pero por otro lado, el sindicalista admitió que "el tema de las máquinas tragamonedas es un sistema que transforma a la gente en ludópata, porque tiene todas las condiciones para que la gente se envicie".Al respecto, dijo que la oferta de la industria se ha acomodado a todas las clases sociales. "Los juegos de paño -dijo- se dan más en la clase media alta y alta, que lo usan como entretenimiento"."Pero las tragamonedas -apuntó- son más de las clases bajas. Incluso no es casual que las máquinas paguen en plata y no en fichas. Todo eso suma para que la gente se envicie más".Las cifras de la recaudación encubren los efectos colaterales sociales. "Hoy cualquier anormalidad se termina tapando porque del dinero del juego se saca para deportes, microemprendimientos y microcréditos. Es una fuente muy importante para la Provincia", sostuvo el sindicalista.Al referirse a esas "anormalidades", ofreció esta anécdota: "En Victoria hubo una mujer japonesa que estuvo casi 48 horas jugando en las maquinitas. Solamente dejaba de hacerlo para ir al baño. Después tenemos casos terribles como el del nene que quedó encerrado en el auto porque los padres estaban jugando en la sala de 25 de Mayo. También, en ese mismo lugar una persona falleció mientras jugaba y había gente que pasaba sobre el muerto para poder agarrar esa máquina".Estas declaraciones invitan a mirar el rostro menos amable, o el lado oscuro, de la industria del juego en expansión. Aunque el entretenimiento aparece legitimándola, hay razones para creer que introduce en la sociedad la idea de que se puede ganar dinero sin trabajar, sin otro mérito que ser jugador.Paralelamente las nuevas tecnologías del sector han hecho que las clases populares desvíen sus recursos monetarios al juego, recursos provistos por el mismo Estado a través de planes sociales.Pero el lado más inquietante del fenómeno es el desecho humano que produce a causa de la ludopatía.
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