El Bando de Oliden y la Reforma de Artigas

En las matemáticas un mismo problema puede tener diversos métodos para llegar a una idéntica solución. En la política puede suceder lo contrario. Hace doscientos años se manifestó un curioso ejemplo. Sebastián GorlaColaboración Con once días de diferencia, la provincia de Buenos Aires y la Banda Oriental del Uruguay sancionaron dos normas que, si bien quisieron dar solución al desarraigo de la población campesina, plasmaron dos posturas casi antagónicas.Como consecuencia de la Revolución de Mayo, se había iniciado una guerra para desplazar al poder español y otra intestina en busca de su heredero. La provincia de Buenos Aires se había convertido en la intermediaria entre las del Interior y las del Litoral frente a los mercados europeos. Su creciente poderío había empezado a demostrar una fuerte dependencia externa.Dentro de ese marco, la clase política comulgaba con la burguesía colonial, compuesta por comerciantes y hacendados, mientras que del otro lado, paisanos pobres, gauchos, indios y esclavos estaban poco más que librados a su suerte.En una orilla del Río de la Plata, el 30 de agosto de 1815, Manuel Luis de Oliden, Gobernador-Intendente bonaerense sancionó el "Bando sobre Policía de la Campaña", conocida desde el antiguo derecho español como "ley de vagos".Basado en la lógica de "propietario de estancia" o "peón", el bando establecía que todo individuo de la campaña que no tuviera propiedad legítima de que subsistir sería reputado de clase sirviente. Ese sirviente se encontraba obligado a tener una papeleta de su patrón, visada por el juez territorial de su partido, que debía renovar cada tres meses.Todo aquel que no conservase esa papeleta, así como el que, aunque la tuviera, transite la campaña sin licencia del juez, sería reputado por "vago". Como consecuencia, se lo remitía a la capital y se lo destinaba al servicio de las armas por cinco años. En caso de que no sirviese para ese destino, se lo obligaba a "reconocer un patrón a quienes servirían forzosamente dos años en la primera vez, por su justo salario, y en la segunda por diez años".La finalidad del banco bonaerense era simple: obligaba a que los vagos trabajen, en caso de que no lo hiciesen ya, en una estancia de la provincia a favor de un determinado patrón rural, y contra el pago de una "justa" contraprestación.En la otra orilla del Río de la Plata también había una profunda preocupación por el asentamiento del campesinado. El 10 de septiembre de 1815 José Artigas promulgó el "Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de los Hacendados", conocido como la "reforma agraria", que pretendía "fomentar con brazos útiles la población de la campaña".Para cumplir ese objetivo, el reglamento autorizaba a los alcaldes provinciales a distribuir terrenos rurales bajo la prevención que "los más infelices serán los más privilegiados". Los negros y zambos libres, los indios, las viudas con hijos y los criollos pobres podían ser "agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia".
Los terrenos para esa distribución pertenecían a aquellos considerados enemigos del movimiento revolucionario de mayo, los "emigrados, malos europeos y peores americanos". También eran distribuibles aquellos terrenos que hubiesen sido vendidos o donados por el gobierno de Montevideo desde la revolución de 1810 hasta el ingreso de los orientales a la ciudad dominada por los españoles en 1815.El reglamento no establecía una mera liberalidad. Una vez que los agraciados eran puestos en posesión del terreno, estaban obligados a formar un rancho y dos corrales en el término de dos meses, y si no cumplían, aquel terreno era "donado a otro vecino más laborioso y beneficio a la provincia". Tampoco podían enajenar, vender, ni contraer débito alguno sobre esas estancias "bajo la pena de nulidad".Al igual que el bando bonaerense, el reglamento pretendía "desterrar los vagabundos, aprehender malhechores y desertores". El alcalde provincial debía aprehender a esos vagos y remitirlos para el servicio de las armas. Por esa razón, los hacendados también debían dar papeletas a sus peones, y los que no la tuvieran, y no hicieran más que vagar serían remitidos a ese servicio.Si bien podemos señalar esa similitud, el sentido de este reglamento era un poco más complejo: consistía en asentar al desposeído desde el trabajo, crear una suerte de clase media de hacendado rural, disminuir las desigualdades sociales, y poblar la desolada campaña.En la política, distintos caminos para intentar obtener una misma solución pueden llevar a diversos resultados. Como lo demostraron hace doscientos años el bando bonaerense y el reglamento oriental, la sensible posición que adopte el gobernante para abordar un problema es esencial para fijar los destinos de una sociedad hacia el bien común.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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