El caso que reinstala el tema de las sectas
El drama de Coronel Suárez presenta todas las características de cómo funciona una secta destructiva. A la vez reaviva la realidad de un fenómeno social, de rostro siniestro, que prolifera en muchos lados.La periodista Estefanía Heit y su pareja, Jesús Olivera, quedaron detenidos por mantener secuestrada durante más de tres meses y someter a abusos sexuales y distintas vejaciones a Sonia Molina.Según trascendió, tanto Heit como su pareja serían parte de una secta que daba sus charlas en el Centro Cristiano "Amar es combatir". Olivera, justamente, tiene un blog titulado de esa manera.Uno de los psiquiatras de la víctima indicó que ésta podría tener el "síndrome de Estocolmo" y haber desarrollado, psicológicamente, "una relación afectiva hacia sus captores".A todo esto, la madre y el padrastro de Estefanía Heit aseguraron que la periodista de Coronel Suárez pertenece a una secta, al tiempo que responsabilizaron a su pareja, el presunto pastor Olivera."Al principio participé de la secta, pero después me di cuenta que Olivera mentía y me traté de alejar", explicó la madre de la periodista. También Luis, el padrastro de Heit, apuntó a Olivera, a quien acusó de "lavarle la cabeza" a su hijastra.A decir verdad, el caso de Coronel Suárez sería la punta del iceberg de una realidad oculta y extendida en el país. De hecho la Legislatura de Córdoba aprobó el año pasado el "Programa Provincial de Prevención y Asistencia a las Víctimas de Grupos que usan Técnicas de Manipulación Psicológica".Se parte del presupuesto teórico que en estos grupos sectarios hay un líder que ejerce una suerte de control mental sobre individuos que le están sujetos los cuales, al perder autonomía crítica, quedan a merced de su voluntad omnímoda.Quienes estudian el fenómeno de la manipulación, señalan que es el ejercicio de poder de un actor, el manipulador, que sabe lo que quiere, sobre un manipulado o víctima, que no sabe lo que le están haciendo, y dice sentirse libre.La palabra del líder se asume como dogma de fe, y no se permite discrepar a los adeptos. Cualquiera que lo haga, será expulsado de la organización y perseguido sin piedad.En las organizaciones sectarias, hay un vínculo estrecho y perfecto entre el líder intocable y los seguidores acríticos cuya función básica es obedecer, incluso hasta dar la vida por el mandamás.En su afán de control, el líder no respeta las exigencias de las conciencias ajenas, creando a la larga en los adeptos una situación alienada. Los jefes de estos grupos pueden ser asimilados al concepto de "fanáticos".Se llama así a los que recurren a cualquier medio para imponer sus ideas singulares por considerarse a sí mismos investidos de poderes especiales para realizar un proyecto mesiánico.La mayoría de las veces el fanático es un paranoico que, basado en su delirio de grandeza, incurre en graves errores de juicio racional que luego emplea sin control.Cabría preguntarse a qué necesidades responden las sectas. ¿Por qué hay gente que entra a estos grupos? Una de las respuestas quizá sea que hay personas que no pueden procesar la angustia que les causan la inseguridad del contexto socio-económico-político, o las tensiones de la vida real, y creen hallar una respuesta en las sectas.Si alguien proclama resolver esa angustia -y es la oferta de estos grupos- entonces habrá quienes extiendan su mano para recibir esas soluciones.
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