El castellano frente al imperialismo lingüístico
La imposición de una lengua dominante revelaría la otra cara del imperialismo cultural. ¿Es la que ejerce el inglés, como lenguaje del capitalismo y la hegemonía? El 23 de abril se celebra el Día Mundial del Idioma Español, en honor al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, oportunidad en la cual se suele reflexionar sobre la vigencia de la lengua castellana en el mundo.En libros y documentos contemporáneos se alzan voces de alarma ante la invasión del inglés como agente corruptor. Cierto nacionalismo lingüístico hace de la defensa del idioma, así, una bandera de guerra.Pero el planteo no está exento de objeción. Una le cabe a todo tribalismo cultural que en su afán de mantenerse incontaminado desecha cualquier influencia externa, y al hacerlo se empobrece.Se obvia de este modo que un lenguaje se desarrolla precisamente a través del contacto con otros lenguajes. Así como en el plano del conocimiento individual, nada supera el encuentro con el otro, con lo Otro.Abroquelarse en la forma lingüística propia, preservando su "pureza" en forma excesiva o exagerada, desconoce además que el idioma ha tomado siempre préstamos, esas palabras útiles que aportan otras lenguas, y que se incorporan al lenguaje habitual de la gente.Según los lingüistas, no hay un solo idioma que no haya recibido donaciones, y el español ha sido siempre permeable a la incorporación de vocablos, como es el caso de los anglicismos.Por otro lado se olvida que la España cultural pecó también de etnocentrismo, es decir creyó que era superior a todas las demás. Y desde esta posición ejerció en el siglo XVI el imperialismo lingüístico en esta parte del mundo.¿No fue desde aquí, justamente, que enarbolando la teoría de la superioridad del castellano se condujo a la desaparición de tantas lenguas indígenas en Latinoamérica?El ideólogo de esta estrategia fue Antonio de Nebrija. En efecto, en el prólogo de su Gramática Castellana, publicado en 1492, escribió: "siempre la lengua fue compañera del imperio".Cuentan que cuando Nebrija -académico de las universidades de Salamanca y Alcalá y conocedor de la cultura clásica-, entregó este manuscrito a Isabel la Católica, ésta no atinó a pensar para qué podía servir.El humanista sabía que los romanos habían impuesto el latín a la España bárbara. La historia le indicaba que la hegemonía cultural sobre los demás pueblos se hacía a través de la lengua.Se secundaba así la vieja política de Alejandro Magno, con el griego, y de Julio César, con el latín, en su afán común de extender el idioma oficial por toda la geografía de sus imperios.Nebrija tenía en mente la recuperación de Granada, último reducto de los moros en España. Eran tiempos de fervor imperial, donde se hablaba de cruzar el Mediterráneo, de arrebatar a los árabes los reinos del norte de África y reconquistar, por último, Tierra Santa.Lo cierto es que después de tres meses de aparecida la primera gramática castellana, Cristóbal Colón descubría América, y el idioma de la península sería punta de lanza de la colonización.Quienes hoy practican la xenofobia lingüística, viendo sólo al inglés como el invasor imperial, quizá debieran preguntarse por las razones del deterioro del castellano entre sus usuarios.Si se mira honestamente hacia adentro, seguramente se advertirá la decadencia educativa. En este sentido, la mejor reivindicación del idioma español consiste en mejorar su enseñanza, en lugar de cerrar el diálogo enriquecedor con otros.
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