EL PRESUPUESTO Y UN DEBATE CALIENTE
El Congreso en llamas ante la nueva distribución del poder en Argentina

Como hacía tiempo no sucedía el Congreso de la Nación quedó en llamas. La caída del proyecto de presupuesto acabó por demostrarle al gobierno y a la propia oposición que los contrapesos del poder han cambiado. Y es todo un desafío para los actores. Al cabo es lo que votó la gente.
Por Jorge Barroetaveña
Quedó expuesto ayer como nunca que los alcances y el impacto de las elecciones de este año empezó a tener traducción práctica con un congreso casi partido en dos. El debut fue el proyecto de Presupuesto 2022, la ley de leyes, a la que el oficialismo se abraza como a un salvavidas para seguir la negociación con el Fondo Monetario. En rigor, no es novedad que los números estén dibujados. En más o en menos casi todos los gobiernos lo han hecho. Lo que se modificó ahora fue la relación de fuerzas.
La pelea interna radical actuó, contra lo que se preveía, como un acicate para endurecer la postura de la oposición. “Vamos a ser halcones, ya van a ver…”, definió Rodrigo De Loredo, el cordobés que adquirió conocimiento cuando decidió con Lousteau, partir el bloque radical. Si es sobreactuación sólo ellos lo saben, lo real es que en los últimos días, el correr de las negociaciones fue alumbrando posturas cada vez más duras de los bloques, incluso de los peronistas federales, los liberales y la izquierda.
Hubo dudas en el camino. El gobierno, fiel a su estilo y con la billetera en la mano, presionó para conseguir el apoyo de un par de gobernadores radicales. “Con que les duela la panza nos alcanza...”, deslizaron los operadores, a la búsqueda que los votos propios fueran suficientes en el recinto. Pero la exposición pública de estos tiras y aflojes, dejó en evidencia a las partes. Ni Morales ni Valdéz tuvieron mucho margen para hacer otra cosa que la que hicieron: encolumnarse detrás de lo que votó la mayoría de Cambiemos y rechazar el presupuesto.
Desde la Rosada, el Presidente estuvo al teléfono con Massa y Máximo Kirchner, los dos que llevaban adelante las negociaciones. Pero el jueves, cuando arrancó la sesión, todos sabían, hasta en el Fondo, que al oficialismo no le alcanzaban los votos. El último intento fue enviar a comisión la iniciativa y patear la pelota una semana para seguir negociando.
Eso parecía encaminado cuando apareció Máximo y su discurso, breve pero contundente. ¿Fue el detonante? Parece extraño que sus palabras, por más ofensivas que hayan sido, hubieran hecho caer el acuerdo. Ritondo bien lo dijo: “ni en la ciudad, ni en la provincia ni en la Nación mientras Macri fue presidente, ustedes nos votaron un presupuesto”. Sus gritos no pudieron ocultar las puteadas que surcaron el recoleto recinto legislativo. Máximo lo miraba de reojo y Massa, desde el púlpito del centro, seguía anonadado los acontecimientos.
El Presidente, después de mantener un contacto con Georgieva del FMI, se mostró optimista. La burócrata dijo una obviedad. “Seguimos trabajando con el gobierno argentino para llegar a un acuerdo”. Chocolate por la noticia. La cuestión es cómo y cuándo, dos variables que el oficialismo no maneja.
Guzmán y Kiciloff se turnaron un rato después para criticar a la oposición y advertir sobre las consecuencias para el país de quedarse sin presupuesto. “Esto perjudica la negociación con el Fondo”, dijo Guzmán y el gobernador avisó sobre una virtual paralización de obras y pagos a proveedores del estado. Ni lo uno ni lo otro tampoco es cierto. El Presidente prorrogará por decreto el presupuesto 2021. ¿Qué quedó desfasado? Sí, es la realidad, pero la ley lo faculta a la ampliación o modificación de partidas. Argentina no es como Estados Unidos que la administración se paraliza ante la falta de presupuesto.
Y lo de la negociación con el Fondo, digamos que es relativo. Guzmán ha tenido que lidiar, antes que con la oposición, con sus propias divisiones internas. El 10 de diciembre, desde el escenario de Plaza de Mayo, la Vicepresidenta le puso los puntos al tema y, directamente y sin pruritos, le marcó la cancha al Presidente. El “quédate tranquila Cristina”, que le enrostró luego Alberto, el Presidente, fue la contestación a lo obvio. No piensan lo mismo, no están de acuerdo y los muchachos del Fondo lo saben. Si a eso, le sumamos los ruidos del Congreso y la demostración palmaria del nuevo equilibrio de poder, la cosa se pone espesa.
Al cierre de esta edición, el dólar libre volvió a superar los 200 pesos y el riesgo país pegó otro respingo después de algunos días de calma. El problema no es la viabilidad del acuerdo, ni siquiera la predisposición de los negociadores externos que andan con el rabo entre las piernas. El problema de fondo es el equilibrio de poder que tiene la Argentina. El oficialismo con sus dos caras y la oposición que, por ahora, tampoco luce a la altura de las circunstancias.