El costo en toda toma de decisión
En un sentido la lucha de las sociedades humanas ha consistido en ampliar sus posibilidades de elección. Culturalmente aceptamos que aquí está la clave de la felicidad. Sin embargo, esto no parece tan cierto.La nuestra es una generación que puede sentirse más orgullosa que las precedentes. Sobre todo en lo que hace a la explosión de oportunidades de todo tipo.Somos conscientes que nuestros abuelos e incluso nuestros padres vivieron en contextos más restringidos, en distintos planos de la vida. Se diría que en el pasado no había mucho para optar.Comparado por ejemplo con el mundo de bienes de consumo de la actualidad, nuestros antepasados eran pobres. No tenían más que cuatro o cinco variedades de equis producto o servicio. Hoy, en cambio, la oferta es ilimitada.Todo esto parece un progreso humano indiscutible. Parece evidente que si tener elección es bueno, entonces tener más opciones será mejor. A mayor posibilidades de elección, más satisfactoria y feliz será nuestra vida.En las sociedades opulentas, donde se han ampliado incalculablemente las oportunidades de todo, la vida parece más rica y plena. De ahí que se conviertan en el modelo humano a imitar.Sin embargo, la ampliación de posibilidades, sobre todo en el campo del consumo -una dimensión de la vida esencial en el hombre contemporáneo- coexiste con un aumento creciente de la depresión y de la tasa de suicidios.Este contraste viene siendo objeto de estudio de antropólogos y psicólogos. Algunos de los cuales ya sospechan de que llega un punto en el que a más posibilidades de elección, peor se sienten las personas.Esa es la inquietante tesis de Barry Schwartz, el autor de "¿Por qué más es menos?", donde este profesor de psicología de Swarthmore College postula que la explosión de opciones está haciendo infelices a los hombres.Schwartz llama a este fenómeno psico-social la "paradoja de la elección". Según cree, hay más esfuerzo en la toma de decisiones -por esto o por lo otro- y menos en el disfrute de las mismas.Las opciones del sistema de consumo abruman. Dónde ir de vacaciones, qué cámara digital comprar, qué vestido elegir, qué comer en el restaurante, en qué lugar comer, y así en todo.Lo mismo en el plano de la vida. Por ejemplo, en el pasado, cuando las expectativas eran más restringidas, esta pregunta no existía para los jóvenes: ¿me debo casar ahora o más adelante, tener hijos ahora o más tarde?Ni hablar de las opciones variopintas cuando tienen que decidir, terminada la secundaria, que profesión o carrera elegir. "Así que en donde se mire, cosas grandes y cosas pequeñas, cosas materiales y los estilos de vida, la vida es una cuestión de elección", dice Schwartz.Pero no es cierto que cuantas más opciones tengamos, mejor vamos a estar, como se cree comúnmente, advierte el psicólogo. La paradoja es que enfrentarnos a muchas posibilidades nos estresa -y nos deja insatisfechos- cualquiera sea la decisión que tomemos.¿Y esto por qué? Entre otras razones porque tener muchas opciones nos deja pensando en todas las oportunidades que perdimos. Según Schwartz, cada vez que tomamos una decisión construimos un futuro, pero a la vez destruimos miles que podrían haber ocurrido.Al elegir, pensamos que esa preferencia particular puede incrementar nuestro bienestar. Pero siempre existe la duda de que en realidad podía haber otra oportunidad mejor. Por otro lado, cualquier elección que se haga cierra a su vez otras puertas que uno querría mantener abiertas.
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