
Mientras en Entre Ríos, y en la mayoría de los distritos escolares del país, no empezarán las clases de acuerdo al calendario escolar, el sistema educativo suma índices de franco deterioro.
Alumnos que no completan sus estudios, retroceso en la calidad del aprendizaje, y deterioro de la infraestructura del sistema, son los rasgos más salientes de la situación.
La decadencia viene de lejos y es profunda. En algún punto de la historia contemporánea, Argentina -otrora la más culta de América, gracias a su apuesta por la educación- abandonó esta tradición.
El retroceso, según los especialistas, no tiene parangón. Nunca ningún país que hubo alcanzado tan altas cotas en el desarrollo intelectual de su población, cayó tan bajo.
Resultado: si en el pasado fuimos pioneros, sobre todo en Latinoamérica, en asociar la educación con el desarrollo, hoy mostramos el signo inverso en un mundo donde el conocimiento es el principal insumo crítico.
Desde hace tiempo se busca a nivel oficial mitigar la deserción y el abandono del sistema, un objetivo social que resulta loable.
Sin embargo, no basta con que los alumnos permanezcan en el sistema: hay que lograr que también aprendan. En este sentido, el default escolar es todavía más dramático cuando se analiza la variable calidad.
La escuela ha visto mutar su naturaleza a caballo de la crisis social de las últimas décadas. Se convirtió, con el paso del tiempo, en una especie de guardería para contener a niños y jóvenes de menores recursos. Pero al costo de resignar los fines pedagógicos que justifican su existencia.
Al mismo tiempo, el retroceso educativo estaría asociado a la pérdida del valor del conocimiento en la Argentina, en un contexto cultural donde gana predicamento la tendencia al menor esfuerzo.
Ahora bien, se olvida demasiado que aprender es un trabajo, una tarea nada sencilla que demanda sacrificio. Y hay razones para pensar que, justamente, se verifica un eclipse en las aulas del valor del esfuerzo.
¿Cumple el sistema educativo con la enseñanza de la lengua y de la matemática, que son los saberes básicos necesarios para incorporarse al mundo del trabajo, para continuar los estudios y para interactuar en la vida social y cultural?
Los datos que arroja la prueba nacional Aprender 2017 son inquietantes. Allí se confirma que el sistema no alcanza el objetivo de alfabetizar en lengua y matemática a todos sus alumnos.
"Hay un porcentaje importante de chicos y jóvenes que avanzada la escuela primaria (5to grado) y casi finalizada la secundaria (5to o 6to año según la jurisdicción) no han adquirido los conocimientos básicos en ninguna de estas dos disciplinas", resume la especialista Guillermina Tiramonti, al analizar las estadísticas.
Y añade:
"Hay un 23% de los chicos que está en el último año del secundario, o sea a punto de egresar, que no cuenta con los conocimientos básicos de la lengua y un 40,1% que está en esa misma situación en la disciplina de matemáticas. En el circuito público las cifras van del 33% en lengua al 49,5% en matemáticas y en el privado del 15,04% en lengua al 25,7% en matemáticas".
Tiramonti considera que a la luz de estos resultados
"es difícil imaginar que el país pueda producir la cantidad que necesita de profesionales de buen nivel en cualquier rubro pero fundamentalmente en las ingenierías".