El día que el Papa fue argentino
Siempre es difícil ir a caballo de los hitos de la historia, es preferible tomar distancia y poder opinar con frialdad. Pero es imposible claro. La elección del nuevo Papa que llegó desde estas tierras modificó todas las estructuras y movilizó todos los corazones. Intentaremos explicarlo.Jorge BarroetaveñaLa noticia fue un inmenso balde de agua fría sobre la política argentina y un bálsamo para cada habitante de estos confines. La mayoría, católicos o no, se conmovieron ante esas imágenes que llegaban desde Roma: ¿un argentino Papa? Increíble e imposible de asimilar para nuestras almas que no podían creer lo que estaban sintiendo. El impacto fue tan grande que se derramó como una marea el miércoles por la tarde y cambió por un buen rato, la cara de los argentinos. El acontecimiento es tan grande, que supera las rencillas domésticas y se instala en el altar de los eventos más importantes de la historia argentina. ¿Seremos concientes de eso? Seremos concientes de nuestra contemporaneidad con el hecho más fuerte que nos toque vivir mientras transitemos por estos caminos?Mientras la gente celebraba en las calles y experimentaba esa rara mezcla de orgullo e incredulidad, una delgada línea divisoria empezó a surcar la política vernácula, especialmente al oficialismo, otrora monolítico para reaccionar, extrañamente dividido ante el nuevo acontecimiento. Algunos, los menos, empezaron a hurgar en el pasado de Bergoglio para ver qué le encontraban, hasta que apelaron a la clásica acusación de complicidad con la dictadura militar. Sin embargo, la sorpresa que invadió los despachos oficiales, comenzó a mutar luego que la Presidenta de la Nación a través de un saludo formal por escrito primero y luego en un discurso en Tecnópolis celebró y saludó la llegada del Papa argentino.La actitud oficial de la Presidenta de la Nación no alcanzó para disimular los silbidos que hubo cuando anunció su nombre en Villa Martelli y los duros dichos de referentes del cielo kirchnerista como Estela Carlotto o Luis D'Elía que no ocultaron su disgusto por la elección. Al menos el ex piquetero fue ingenioso en su crítica, emparentando a Bergoglio con Juan Pablo II y a la ex Unión Soviética con los países latinoamericanos. Tampoco faltó la embarrada habitual que incomodó al Vicepresidente Boudou que no pudo (o no quiso) evitar que su novia descalificara a través de las redes sociales al Papa Francisco.Al cabo, la reacción del kirchnerismo no es novedosa. Ha sido así cada vez que siente que hay algo que no puede manejar o se le escapa de las manos. Y tienen razón, porque a quién se le podía ocurrir que la Argentina tendría un Papa.Pero el nuevo Sumo Pontífice es un hombre que parece dispuesto a ponerse por encima de las rencillas internas. Al cabo acaba de convertirse en jefe de la iglesia de todo el mundo y si dedica su tiempo a las miserias mundanas poco podrá hacer por la tarea que le han encomendado: renovar el catolicismo, darle un nuevo impulso a sus creencias y recuperar la esencia de su mensaje.Mañana lunes, la primera audiencia a un jefe de estado que dará el Santo Padre le corresponderá a la Presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. ¡Qué paradoja porque la mandataria esquivó todo lo que pudo, igual que el ex presidente Kirchner, la palabra de Bergoglio a punto tal que se llevaron el Tedéum para Tucumán! Pero la historia suele dar giros imprevistos que ponen a prueba la capacidad de los dirigentes. Y la responsabilidad de la mandataria excede la estrechez de unos pocos que se aferran al pasado como si la historia fuera una fotografía. Y lo que es peor, buscan modificarla para convertirla en su película favorita.La extraña reacción oficial ante la designación del Papa Francisco, también incluyó sonrisas. Guillermo Moreno, 'el Terrible', pidió un aplauso a sus oyentes en una reunión en su secretaría apenas conocida la noticia. Dirigentes del campo social como Emilio Pérsico o peronistas duros de los '70 como Dante Gullo también se mostraron contentos y elogiosos. Si hasta la reacción de los dirigentes vinculados a los derechos humanos fue dispar aunque es difícil correr por izquierda a quien acaba de definir que le gustaría "una iglesia pobre y para los pobres" y ha dado testimonio a lo largo de su vida del compromiso estando cerca de los marginales de la sociedad y reivindicando valores esenciales como el trabajo o la vida.Hasta un hecho de esta magnitud le sirvió a Daniel Scioli para diferenciarse de los métodos kirchneristas, recordando su amistad personal con Bergoglio y rescatándolo como un líder mundial y su consejero espiritual.Todas estas especulaciones políticas quedan ensombrecidas ante la magnitud del suceso. Son rencillas domésticas que quedan lejos de un acontecimiento que puede cambiar, no sólo la historia de la Argentina sino del mundo. Con sus palabras y sus gestos el Papa Francisco ha comenzado a indicar cuál será la ruta que transitará en su paso como jefe de la iglesia. La sotana sencilla con la que enfrentó el instante más importante de su historia personal, esa cruz de hierro alejada de los oros o su negativa a viajar en el lujoso vehículo que le asignaron, son miguitas que empezó a dejar en el camino para que lo sigan. Claro, los desafíos que enfrenta van más allá de esos gestos. Los 1.200 millones de católicos de la tierra y quienes lo miran con simpatía aguardan que su luz los ilumine y los ayude a creer que otro mundo es posible. Que Dios, se llame como se llame y se encuentre donde se encuentre, los invite a caminar hacia la paz y el amor. Uno intuye que el Papa Francisco lo sabe. Ojalá lo pueda lograr.
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