El efecto no deseado de las luchas feministas
El Foro de Davos, donde los principales líderes mundiales discuten el futuro de la economía global, ha sido la caja de resonancia del efecto paradójico de la ola de denuncias por acoso y abuso sexual.
Los ejecutivos que asistieron este enero a la reunión anual del Foro Económico Mundial no sólo se mostraron preocupados por la deriva populista y la desaceleración económica mundial.
También expresaron su preocupación por cómo está afectando el movimiento feminista #MeToo el clima laboral al interior de las empresas y la reticencia de éstas a contratar mujeres.
El movimiento ha empoderado a muchas mujeres al discutir el acoso que han sufrido en el ámbito laboral y ha obligado a varias empresas a tomarse más en serio el asunto.
Sus intenciones son nobles: denunciar agresiones, abusos o acoso sexual a las mujeres. Pero el método empleado para destapar a los depredadores sexuales está propiciando todo lo contrario.
Resulta que las mayores damnificadas de las "proclamas feministas", paradójicamente han sido las propias mujeres. Eso revelan las cifras y estadísticas sobre el tópico.
La incertidumbre acerca de lo que constituye el acoso sexual ha hecho que algunos hombres se sientan incómodos con las compañeras y se muestren cautelosos acerca de cómo cambiar las dinámicas del lugar de trabajo.
La oleada de denuncias de acoso se está traduciendo en un creciente temor de los hombres hacia las mujeres en el ámbito laboral. Y hay estudios empíricos que señalan que los empresarios dejan de contratar mujeres por miedo.
Ya se habla de "efecto búmeran", en alusión al arma de forma curva de los pobladores de Australia que, cuando se lanza con precisión, vuelva a la mano de la persona que la arrojó.
En ese sentido, el término significa que una acción determinada genera un resultado que acaba volviéndose en contra de quien la llevó a cabo.
En este caso, el efecto paradójico del movimiento feminista #MeToo -de acuerdo con ejecutivos y analistas- es que las empresas, con el supuesto objetivo de disminuir el riesgo de acoso sexual o conducta inapropiada, están tomando decisiones que, finalmente, perjudican a las propias mujeres.
Por ejemplo, están reduciendo el contacto entre las empleadas y los altos ejecutivos. "Básicamente, #MeToo se ha convertido en un asunto de gestión de riesgo para los hombres", dijo Laura Liswood, secretaria general del Council of Women World Leaders (Consejo de Mujeres Líderes Mundiales), organización que reúne a diversas políticas y empresarias.
Recientes encuestas por Lean In y SurveyMonkey sobre los efectos de #MeToo en el lugar de trabajo encontraron que aproximadamente a la mitad de los gerentes varones les incomodaba tener una o más actividades laborales con mujeres, como socializar o trabajar uno a uno.
"Varios hombres me han dicho que evitan ir a cenar con una mujer a quien estén asesorando o que les preocupa enviar a algún sitio a una empleada mujer si va a estar sola con un hombre", explicó Pat Milligan, asesora de empresas sobre temas de género y diversidad. "La gente está preocupada y tiene muchas preguntas".
"Si permitimos que esto pase, va a hacer que retrocedamos décadas", afirmó Milligan. En tanto, algunos empresarios estadounidenses han adoptado lo que llaman la Regla Pence, por lo que dijo el vicepresidente de Estados Unidos sobre nunca comer a solas con ninguna mujer salvo con su esposa.
Por otra lado, ante el incremento en las demandas por acoso sexual en el trabajo, algunos empresarios se muestren más reticentes a contratar mujeres, por el simple temor a generar un problema para sus firmas.
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