1º DE FEBRERO DE 1820
El error de celebrar una república que no fue
El gobierno de la provincia de Entre Ríos anunció una serie de actividades a lo largo de este año, para conmemorar el bicentenario de la fundación de la "República de Entre Ríos". Considero se trata de un error.
Patricio Giusto (*) En la práctica, Entre Ríos nunca fue una república. Además, aquel efímero proyecto político de Francisco Ramírez nació a partir de una traición, con la complicidad del poder porteño, sobre el máximo caudillo rioplatense y padre del federalismo en Latinoamérica: José Gervasio de Artigas. El 1º de febrero de 1820 tuvo lugar la célebre batalla de Cepeda. La Liga de los Pueblos Libres, liderada por Artigas e integrada por Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y las Misiones guaraníes, infligió una contundente derrota a las tropas porteñas de José Rondeau. Tras la firma del Tratado del Pilar, ese mismo mes, las pretensiones unitarias sobre el litoral argentino quedaron sepultadas de manera definitiva. Para entonces, Artigas se encontraba intentando contener de manera heroica, en franca inferioridad de condiciones, el avance de los portugueses en la Banda Oriental. Francisco “Pancho” Ramírez firmó el Tratado del Pilar como delegado por la provincia de Entre Ríos. A espaldas de Artigas, Ramírez pactó con los derrotados en Cepeda la provisión de armamento y tropas adicionales para enfrentar al caudillo oriental, quien por aquel entonces era percibido como la principal amenaza de los unitarios. El joven Ramírez, cegado por la ambición personal, terminó siendo funcional a los intereses centralistas porteños, declarando la guerra al “Protector de los Pueblos Libres”. La traición de Ramírez fue demoledora para Artigas, como expresaría en cartas personales. Atrapado en una batalla imposible a dos frentes, el oriental logra contener en un principio a Ramírez, pero luego sufre una serie de derrotas decisivas. Con saña, Ramírez persiguió a Artigas hasta los confines mismos de la Confederación. El Protector terminó refugiado en la selva paraguaya, donde pasaría los últimos 30 años de su vida. Lo hizo acompañado de unos pocos indios de la zona, que llegaron a quererlo como un padre, y por su fiel secretario, el “negro Ansina”. La “república” que no fue Por varias razones, es un error hablar de la “República de Entre Ríos”, independientemente que nominalmente haya existido como tal. Fundada oficialmente en septiembre de 1820, la “República” de Ramírez fue, en la práctica, lisa y llanamente un gobierno militar de características unitarias. Por esa sencilla razón, de más está decir que se trató de un proyecto político completamente diferente a la confederación federal que constituía la Liga de los Pueblos Libres de Artigas. En primer lugar, en toda república se supone que tiene que haber separación de poderes. La fugaz “república” de Ramírez no tenía poder legislativo y los jueces eran designados por Ramírez, autoproclamado como “Jefe Supremo”. En su defecto, los delegados militares en los respectivos departamentos también podían designar jueces. Asimismo, contrario a la visión confederada de Artigas, una de las primeras acciones de Ramírez fue anexar nuevos territorios: Corrientes y las Misiones, que perdieron importantes grados de autonomía al pasar a integrar la “república”. Por otra parte, una república también contiene otras notas definitorias, que están total o parcialmente ausentes en el caso entrerriano, como ser: periodicidad del gobierno, publicidad de los actos de gobierno, soberanía del pueblo, respeto a las minorías, responsabilidad de los actos de gobierno e igualdad ante la ley. Otra nota llamativa y poco recordada de la “república” de Ramírez, fue el fuerte sometimiento de la Iglesia por parte del Estado. El artículo 41 del estatuto constitutivo, referido a colectas religiosas, es más que elocuente en ese sentido: “… Serán obligados los curas, y todos los eclesiásticos, a rogar por el acierto y felicidad del supremo gobierno de la república de Entre Ríos, debiendo siempre que se recite la colecta, poner estas palabras: Supremun nostrum gubernum reipublice Entre Riane”. Lo rescatable de Pancho Ramírez y su triste final Sería injusto y poco fiel a los hechos históricos no destacar algunas cosas positivas de la experiencia política de Ramírez, para la provincia de Entre Ríos. Pese a ser un hombre de escasa formación intelectual, Ramírez definió como una de sus máximas prioridades la educación pública. El “supremo” impuso la enseñanza obligatoria, hasta "saber leer, escribir y contar" (Artículo 36). Al mismo tiempo, implementó una serie de medidas tendientes a promover el desarrollo económico, el comercio, una mejor administración territorial y realizó un gran censo de la población. Finalmente, no puede decirse que Ramírez haya fundado su “república” con intención secesionista. El proyecto de Ramírez duró apenas un año y el “supremo” tuvo un triste, aunque romántico final, en 1821. Ramírez fue traicionado por los mismos aliados con los que había pactado para despojar a Artigas. El “supremo” se empeñó en avanzar sobre la Banda Oriental, desguarecida tras el retiro de Artigas, pero esto no fue apoyado por Buenos Aires y sus nuevos socios: el santafecino Estanislao López y el cordobés Juan Bautista Bustos. El artífice de la traición fue Lucio Mansilla, a quien le prometieron la futura gobernación de Entre Ríos a cambio de sublevar sus tropas frente al río Paraná. Ramírez quedó solo. Tras ser derrotado por López, huyó hacia el norte. Pese a la truculenta historia de traiciones mutuas, Ramírez pereció en un final novelesco: Murió defendiendo a su amada “Delfina”, en la provincia de Córdoba. En conclusión, considero un grave error por parte del Gobierno de Entre Ríos exaltar y celebrar este proyecto político que, si bien tuvo algunos hechos y valores destacables para la historia e idiosincrasia de la provincia de Entre Ríos, no fue en la práctica una república y constituye una verdadera afrenta a la memoria de Artigas. Destacar a Ramírez y su proyecto político, obviando estos hechos históricos, me parece un acto de populismo historiográfico que aún se está a tiempo de enmendar. (*) Politólogo y Mg. en Políticas Públicas. Docente universitario (UCA) y consultor político.
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