El fallo reavivó la movilización social
La multitudinaria concentración ayer en el puente internacional General San Martín -una de las más grande de su tipo- confirma que el pronunciamiento de La Haya no ha hecho más que agravar el conflicto pastero.Si algunos creían, antes de ayer, que el mentado fallo había cerrado definitivamente la controversia con el Uruguay, pues hoy deben estar revisando su lectura.A menos que se quiera ver otra cosa, la movida que protagonizó Gualeguaychú, junto a miles de compatriotas de otras partes, sugiere en realidad que las cosas tienen un cariz más conflictivo.La realidad política e histórica se asimila a aquella descripción sobre el fútbol: es la dinámica de lo impensado. Lo contingente tiene una lógica inasible.En esta inteligencia debiera encuadrarse el Sexto Abrazo al Río Uruguay. El episodio popular, que se inscribe dentro de la rica historia ambiental, seguramente no entraba en los cálculos de los estamentos de poder, de aquí y de la otra orilla.Por eso el apresuramiento de algunos de sus miembros instalando la teoría del borrón y cuenta nueva. Al opinar así, daban por supuesto un repliegue social de la protesta.Pero lo de ayer desmintió ese supuesto de desánimo y resignación. Ocurrió todo lo contrario: una radicalización del rechazo a Botnia y a los gobiernos. Como si dijéramos: el fallo lo hizo.La sensación que queda, al menos desde esta orilla del Uruguay, es que la sociedad nativa está herida en su orgullo y dignidad. Y esto producto de una sentencia judicial que no la resarce en nada en su reclamo de más de siete años.Se diría que hoy se siente doblemente víctima. Lo era antes cuando denunciaba a Botnia por intrusa y por contaminación. A eso hoy le agrega la mortificación de sentirse defraudada por el tribunal ante el cual fue a pedir justicia.Reconocer que la pastera entró de contrabando, pero no obstante allí se queda, como ha dicho el fallo, no es digerible. Es como un premio al violador y un doble castigo al vejado.La sensación que queda es que la historia de este conflicto regional no ha concluido sino que ha recomenzado. Como si se asistiera al inicio de otro ciclo histórico.La voluntad social contra Botnia es inequívoca e irrevocable. Este es el dato duro de la realidad expresada ayer. Como si la sociedad nativa aceptase que la defensa de la Cuenca del Río Uruguay, a través del desalojo de la pastera finlandesa de la costa fraybentina, llevará más tiempo del previsto.¿Qué hará la política -cuya misión consiste justamente en solucionar conflictos- frente a esta reacción de Gualeguaychú? ¿Cuál será la conducta que asuman los poderes públicos, de Argentina y de Uruguay, frente a la nueva realidad?Por lo pronto, da toda la impresión que el fallo de La Haya, en lugar de destrabar el diferendo, lo ha dinamizado, introduciendo nuevos factores de tensión entre las partes.Desde el punto de vista local, de hecho, acentuó la creencia de que las soluciones nunca vienen de arriba. No vienen de los gobiernos ni de los poderes económicos ni de las superestructuras. Sino que provienen de la ciudadanía movilizada y vigilante.Se llega a este punto porque la política -que lo sepan sus personeros- ha fracasado en toda la línea. Argentinos y uruguayos, gualeguaychuenses y fraybentinos, nos hemos enredado en esta dramática historia, por la falta de voluntad esclarecida de quienes conducen los Estados.La ausencia de buena política se paga caro. La sufren sobre todo los pueblos, sobre quienes recaen las defecciones de quienes deben velar por su bienestar y concordia.Ojalá la política pueda resarcirse, generando en este caso la solución que los tribunales no pueden dar.
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