El fantasma de la falta de motivación
"Me siento vacío, no tengo más nada para dar" soltó Juan Román Riquelme para explicar su retiro del club donde jugaba al fútbol. Se trata, para algunos, de una respuesta que empalma con un fenómeno psíquico en expansión: la pérdida del interés.La palabra motivación deriva del latín motivus, que significa "causa del movimiento". En psicología remite a un estado interno que activa y dirige la conducta.Tiene que ver con el impulso anímico que se necesita para actuar. Es un énfasis que conduce a las personas hacia determinadas metas o fines, y que ayuda a persistir en ellas más allá de los obstáculos.La motivación está relacionada, por tanto, con la voluntad y el interés a la hora de actuar. El término opuesto, es decir la desmotivación, se define generalmente como un sentimiento de pérdida del entusiasmo, disposición o energía anímica.Se lo asocia, por tanto, a apatía, es decir al desgano, la indiferencia y la falta de fuerza. Según un artículo de Ezequiel Viéitez, del diario Clarín, la desmotivación no sólo afecta a las parejas, sino que se expande en el trabajo y el estudio.En el caso del sistema escolar el ausentismo docente está íntimamente conectado al abatimiento de muchos maestros, abrumados por los nuevos obstáculos que presenta la escuela.Los alumnos, por otro lado, se muestras indiferentes y apáticos a la oferta escolar. La palabra "aburrimiento" se escucha habitualmente entre ellos, mientras los pedagogos hacen congresos para entender el divorcio cada vez más acentuado entre la cultura escolar y los estudiantes."La desmotivación preocupa en las empresas y tenemos consultas constantes por este tema", expresó Patricio Fay, profesor de Comportamiento en el IAE Business School, la escuela de negocios de la Universidad Austral."El malhumor y la falta de deseo sexual llevan al diván a personas de todas las edades", dice por su lado la licenciada Ana Esther Krieger, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).El 40% de los trabajadores está pensando en irse de su empresa, mientras que uno de cada cuatro directamente muestra apatía, según una encuesta de la firma Mercer realizada el año pasado entre 1.000 empleados de compañías argentinas.Los analistas tienden a pensar que más allá de los casos individuales, el fenómeno de la desmotivación debe pensarse en clave cultural. "En esta hipermodernidad, dominada por el mandato de 'ser felices', se ha ganado una libertad que tampoco satisface", sostiene Krieger.El sociólogo Luis García Fanlo, docente de la UBA, sostiene por su lado: "La mezcla entre consumismo, espectáculo y velocidad de las tecnologías digitales de hoy nos hace tener un nivel de aspiraciones inalcanzables".En su opinión, eso conduce a la frustración y, si las contradicciones se agravan, puede desembocar en la indiferencia. Es interesante remarcar el hecho de que tanto Krieger como Fanlo sitúan la desmotivación en el marco de una cultura que parece prometer más de lo que da.La idea de que la felicidad está a la mano y al alcance de todos, genera un nivel de expectativa individual irreal, que a la postre causa frustración y luego desinterés.Cuando no existe esperanza alguna de alterar la realidad, cuando ella no se amolda a nuestros deseos, solemos amargarnos primero, y acaso enojarnos, hasta que empieza a cundir el desgano.La desmotivación, por tanto, podría atribuirse a las defraudaciones que siguen a posibilidades sobredimensionadas. Si este diagnóstico es correcto, para no perder el interés, quizá haya que ajustar la escala de lo que esperamos.
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