ENTRE INSULTOS, CODAZOS Y ESCUPITAJOS
El fútbol de Gualeguaychú, en crisis: se discute y se pega mucho, pero se juega poco
El torneo oficial, tanto en la A como en la B, se caracteriza por las discusiones que se generan dentro y fuera de la cancha con expulsados en todas las fechas y comportamiento en la mayoría de los bancos que deja mucho que desear. También por arbitrajes que en muchas ocasiones son demasiados permisivos. El combo ideal para el festival del pelotazo y de la patada.
Por Fabián Miró
El malhumor social se trasladó a las canchas de fútbol. Desde hace un tiempo es el escenario ideal para que la gente de todo tipo exprese su bronca, suelte todo lo malo que tenemos en nuestro interior vociferando contra los jugadores del equipo contrario insultando a viva voz, en ocasiones con palabras que superan largamente una puteada común y corriente. Ni hablar de los árbitros. Que se equivocan y feo en ocasiones, lo cual no amerita y justifica que se los agreda verbalmente y también, de alguna manera, físicamente con escupitajos cuando se retiran de la cancha.
Se vive un clima belicoso, si se permite el término trasladado a lo futbolero. El grito, el aliento forma parte del folklore del fútbol, no así la agresión, el insulto a la familia de los protagonistas que es moneda corriente, en partes iguales, por hombres y mujeres, no es una cuestión de género precisamente.
El Tribunal de Disciplina tiene mucho trabajo. Los informes se asemejan cada más a un prontuario por lo extenso y el detalle de los mismos. Los últimos encuentros se han caracterizado por ver quien es el más guapo en la cancha. Pasó en Central Entrerriano-Deportivo. No se paró de hablar en los poco más de 90 minutos que duró el partido, con cruces verbales que merecieron un castigo mayor que tarjetas amarillas o advertencias.
Piernas fuertes, demasiados peligrosas para la integridad física del rival. También el uso del codo como en el caso de Emiliano Barboza (Deportivo Urdinarrain) cuando fue a buscar un centro en el área de Central. El codazo impactó de lleno en la humanidad de un jugador de Central. Una irresponsabilidad total y una agresión muy peligrosa. Parece que nos olvidamos muy pronto de la operación a la que debió ser sometido, hace una década Maximiliano Guzmán, central de La Vencedora que debió ser intervenido quirúrgicamente por un codazo en el clásico ante Juvenil del Norte. Guzmán volvió a las canchas asumiendo el riesgo que corre tras sufrir una fractura y hundimiento de órbita Molar.
Hoy estamos muy cerca de volver a repetir la historia. El codazo que aplicó Barboza no es el único. En casi todos los partidos se ven acciones de este tipo, aunque no todos los golpes llegan a destino. Es tiempo de parar la pelota, bajar los decibeles, jugar un poquito más al fútbol. Meter un cambio de frente, un caño, intentar jugar como el Flaco Doello en Central y tantos otros en diferentes equipos que apelan a la gambeta, recibiendo como respuesta un suelazo que lo tumba al piso.
Finalmente, si se utilizara un reloj como en el futsal, básquet y otras disciplinas, los partidos en el local no bajarían de las dos horas como mínimo.