El idioma común y el quijotismo
Hoy coinciden dos celebraciones muy simbólicas para el lenguaje y la literatura: el Día Mundial del Libro y el del Idioma Español. Este último en recordación del autor de 'Don Quijote de la Mancha'.El 23 de abril de 1616 fallecían Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Motivo suficiente para rendir homenaje mundial al libro y sus autores, según convino la UNESCO.Al mismo tiempo, el Instituto Cervantes eligió esta fecha para celebrar la importancia del español como lengua internacional, que ya cuenta con más de 450 millones de hispanohablantes en el mundo.En el caso de los argentinos, que heredamos de España el idioma de Cervantes, se trata de tomar conciencia del enorme beneficio de hablar una lengua universal.Pero además es necesario no perder de vista que el idioma castellano es una de las últimas características que nos une a los que vivimos en esta geografía. Se diría que es el último basamento, el estrato profundo, en que aún se alimenta la noción de "comunidad nacional".El idioma castellano o español, en suma, es un fermento de unidad y comunidad entre nosotros. Por tanto su degradación atentaría contra la posibilidad de reconocernos como pertenecientes a un mismo espacio cultural.Aunque el lenguaje no es suficiente para hacer que una colectividad exista como tal, o que garantice el proyecto de "vivir juntos", sin embargo aparece como condición necesaria.Y de hecho cabría especular que, en varios sentidos, el "default" lingüístico es mucho más grave que el económico, ya que el menoscabo del idioma supone un retraso cultural para un país."No hay duda de que esta sociedad -advierte la lingüística argentina Ivonne Bordelois- está generando multitud de semiletrados, que al no saber expresarse no saben pensar, no saben defenderse, no saben trabajar, no saben comer, no saben consumir y, lo más seguro, no saben votar".La lengua lleva implícita una filosofía; y el "quijotismo", dirá Miguel de Unamuno, es la lengua española que discurre en Cervantes y su Quijote, desarrollando sus metáforas seculares, por medio de las cuales conocemos el mundo."Nuestro loco sublime, nuestro modelo, don Quijote", decía ese notable intelectual español representante de la Generación del 98, al exaltar el personaje de la obra inmortal castellana.El caballero de la triste figura es un idealista empedernido. Su aventura caballeresca nos recuerda que aún vencido es como se vence, si no se abandona la pelea.Don Quijote nos recuerda el valor de la justa rebeldía, acaba de escribir el docente y escritor Miguel Ángel Caminos, para quien "la historia y el personaje tienen mucho de resistencia contra el sistema, con asidero en una satírica locura".En su opinión, la actitud díscola pero digna de Quijote, denuncia la supuesta normalidad de un mundo enfermo e injusto, aunque él sepa íntimamente que su visión de las cosas nunca triunfará. Y ese inconformismo, ese clamar en el desierto, es su legado póstumo más importante a la cultura humana.A cuatro siglos de su aparición -razona Caminos- Don Quijote de la Mancha comportaría "un ideario basado en la urgencia de provocar en los albores del siglo XX una revolución moral".Al heredar la lengua de España, los argentinos heredamos también el quijotismo, su filosofía implícita. Y esto porque el lenguaje es la representación mediada e histórica, humanamente elaborada, con la cual conocemos el mundo.
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