"EL PRESIDENTE ESTÁ AL MANDO"
El incendio de los precios le dio un sopapo a las peleas: ¿hay tregua?

La incertidumbre es lo peor que le puede pasar a un gobierno. Si a eso le sumamos que el poder está invertido, es decir en manos del segundo y no del primero, quedamos patas para arriba. La duda es si, la cercanía del abismo, los hará reflexionar.
Por Jorge Barroetaveña
Cuenta la leyenda que Alberto amagó con renunciar un par de veces. Que desde su entorno le cuchichiaron esta posibilidad alguna vez. “Si tanto quiere el poder y somos unos incapaces, que se haga cargo”, es la reflexión. La movida, de consecuencias inmanejables para la institucionalidad del país, volvió a ser tendencia el jueves con un mar de rumores y versiones que nacieron desde la propia interna oficial.
“El Presidente está al mando”, retrucó la vocera Cerrutti cuando los periodistas le preguntaron. Es que el vendaval desatado el sábado pasado con la renuncia de Guzmán amaga con llevarse puesto todo. El ahora ex ministro, era la última trinchera del Presidente en su resistencia a la Vice. Era la última protección que tenía ante los embates y quien lo protegía de los ataques directos. Por eso la desorientación que le siguió al portazo. No sólo por la forma. Guzmán gatilló la noticia mientras Cristina daba clases de economía y le decía lo que tenía que hacer. También por el agujero que dejó su partida y la herencia que Batakis todavía no debe haber podido dimensionar.
Sólo Alberto Fernández debe saber lo que padeció en esas horas aciagas en las que se negó, sistemáticamente a llamar a su jefa. Atribulado el Presidente resistió todo lo que pudo, hasta que lo venció la lógica del poder. Sin el consenso de Cristina, era imposible nombrar a alguien. Ni siquiera cuajó la alternativa de Massa que se ofreció por enésima vez con todo su plan. El titular de la Cámara de Diputados busca de plataforma para su lanzamiento definitivo un cargo ejecutivo, el de Jefe de Gabinete y no otro. Eso, más Economía, Producción y otros lugares claves. Era demasiado para la debilidad del Presidente y los recelos de la propia Cristina. Massa ha construido buenos lazos con Máximo pero su relación con ella siempre ha sido fría y distante. Nunca se cortó pero todavía pesa el pasado de ambos.
Con Massa en la banquina, las presiones se multiplicaron. El sainete la llevó a Carlotto a contar que le había pedido al Presidente que la llamara a la vice. Lo mismo hicieron gobernadores, otros funcionarios del gobierno. Sólo faltó el Papa en el revoleo. Vencido, Alberto, levantó el teléfono y llamó. Sólo ellos dos de un lado y del otro. Dicen que el principio estuvo cargado de reproches mutuos, pero el final trajo el nombre de Batakis. Bochados quedaron Redrado, Alvarez Agis, Lavagna y varios más. Todos pidieron apoyo político y leyes del Congreso, algo que ni Alberto ni Cristina pueden asegurar. La economista, ministra de Scioli en provincia cuatro años y actual funcionaria de Wado de Pedro, dijo que sí al toque. Y se metió en el baile y ya metió la pata también. Igual, a esta altura, ya no se trata de nombres. Si no hay convivencia pacífica en el gobierno, no hay chances para nadie, así traigan al Premio Nobel de Economía.
El feriado en Estados Unidos salvó la ropa el lunes, pero el martes la corrida fue brutal. El dólar blue llegó a rozar los 290 pesos y el Central tuvo que salir a liquidar reservas. El gobierno seguía siendo un volcán en erupción. Algo pasó en esas horas. Tal vez la conciencia del abismo los hizo repensar una tregua. El miércoles por la noche, Alberto, Cristina y Massa se juntaron en Olivos. Dicen que firmaron una tregua. Que establecieron las bases para respaldar a Batakis y unificar un discurso, más allá de las diferencias. A las pocas horas, la vocera Cerutti dijo que no era posible, por ahora, implementar un salario universal. En Provincia, Máximo retomó sus embates con Macri y le echó la culpa de todo. Hubo palos para Guzmán (todos hacen leña del árbol caído) pero no críticas directas al Presidente. En estas horas, el discurso de Cristina en Calafate ratificará o no esa tendencia.
Los precios esta semana volaron. La cadena de pagos está a punto de cortarse y la zozobra general podría poner al peronismo en un callejón sin salida. Así no hay forma de llegar hasta el 2023 y salvar la ropa en una elección que podría volverse imposible de ganar. La pregunta es si, esta repentina conciencia del abismo, le dará sustentabilidad a la tregua. Y si la tregua alcanzará para darle una aspirina a los precios y calmar la economía. Ya no se trata de soluciones ideológicas de fondo. Ni alcanzan las clases magistrales de economía que da Cristina. Ni el optimismo de teflón del Presidente que habla de crecimiento. Hay que apagar el incendio que avanza y no distingue nada a su paso. En política volver de las cenizas se puede y está demostrado. En la vida real, esa que se juega todos los días en calle, no. Es una pena que nuestra dirigencia no lo quiera ver.