El lugar que ocupa la salud como bien
Lo material suele aparece al momento de establecer la lista de deseos de fin de año. El trabajo y las cuestiones de dinero sobresalen entre las aspiraciones, olvidándose a veces que sin salud todo se cae.La riqueza está íntimamente asociada a la dicha humana y el dinero ha sido históricamente su símbolo, el cual es visto como el antídoto contra la pobreza y el mundo de las privaciones.Entre los bienes el dinero tiene una cualidad particular, y en el fondo es lo que lo hace tan codiciado: cuando se lo posee puede tomar la forma actual de nuestros móviles y diversos deseos.En efecto, cualquier otro bien no puede satisfacer más que un solo deseo. El auto cubre la necesidad de transportarse, la casa la necesidad de cobijo, el alimento calma el hambre.Todas esas cosas tienen un valor relativo, en la medida en que están conectadas con una necesidad concreta. El dinero, en cambio, al tener la capacidad de proveer varias demandas, aparece como un valor absoluto.Con él, de algún modo, todo se puede adquirir. Se entiende entonces por qué se sobreestima al dinero: es un baluarte contra un gran número de males y de penurias.Lo que ocurre a nivel individual es trasladable al grupo. De ahí que se haya dado por sentado que la riqueza es la medida clave del progreso de un país, y que el bienestar material aparezca como el objetivo prioritario de las sociedades occidentales.Esta prioridad, no obstante, es discutible. Hay una larga tradición, incluso dentro del propio Occidente, que discute que la felicidad resida en tener más, lo cual pone en entredicho los postulados de la sociedad de consumo.La crítica al consumismo se remonta a Sócrates (470 — 399 a. C.), quien viendo algunos objetos de lujo expuestos para la venta, llegó a decir: "¡Cuántas cosas hay que yo no necesito!"Por otro lado, el psicólogo Abraham Maslow (1908-1970) postuló que existen algunas necesidades humanas que deben ser satisfechas si queremos ser felices. Y en la base de esa jerarquía situó a las fisiológicas.Es decir, sin el funcionamiento adecuado de las funciones corporales el desarrollo humano queda comprometido. En otros términos, sin un organismo sano el hombre no puede encarar nada.Piensa de igual manera el filósofo alemán Arthur Shopenhaeur (1788-1860), para quien un mendigo sano es más feliz que un rey enfermo. Según él, las nueve décimas partes de la dicha humana se fundan en la salud."Con ella, todo se convierte en manantial de placer; sin ella, por el contrario, no podríamos disfrutar de un bien exterior, de cualquier naturaleza que sea; hasta los demás bienes subjetivos, tales como las cualidades de la inteligencia, del corazón, del carácter disminuyen y se echan a perder por el estado de la enfermedad", ha escrito.En opinión de Shopenhaeur de aquí se sigue "que es la más grave locura sacrificar la salud a cualquier cosa: riqueza, carrera, estudios, gloria y, especialmente, a la voluptuosidad y los goces fugitivos".En suma, se diría que el filósofo parece darle razón a aquellos que, al encontrarse en momentos especiales, por ejemplo al inicio de un nuevo año, se desean recíprocamente el estar bien de salud.¿Son acaso la riqueza y la salud cosas incompatibles? El médico y economista Josep Figueras, que está al frente del Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios, ha dicho que las sociedades saludables son las más ricas económicamente.En su opinión, la salud ocupa un papel central como un componente del bienestar y como motor del crecimiento económico.
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