El malestar global tiende a empeorar
La caída de la General Motors, símbolo de la poderosa industria automotriz norteamericana, da una dimensión del desbarajuste económico que experimenta Estados Unidos.
Es la bancarrota más importante de la historia corporativa de ese país, consecuencia de la crisis financiera internacional. Para mantener en pie a la industria, el Estado se hará cargo.
El departamento del Tesoro de Estados Unidos planea comprar los activos sanos de la automotriz a cambio de un auxilio financiero millonario. Se quedará con el 72,5% de la firma y el resto se repartirá entre los empleados y los acreedores.
Así, la economía de la principal potencia capitalista asiste hoy a un nuevo salvataje del Estado (léase los contribuyentes). Como lo experimentó en su momento tras la Gran Depresión del ‘30.
La compra de empresas es una de las modalidades de la intervención estatal. Se suma a las inyecciones extraordinarias de dólares al sistema (que equivalen a endeudamiento cuasifiscal), más el aumento de seguros de desempleo.
¿Qué nueva economía norteamericana saldrá de este experimento? Nadie sabe la respuesta. El presidente Barack Obama ha dicho que la intervención del Estado es un mal menor ante la debacle.
Pero que muy pronto la economía de libre empresa, que ha hecho grande a los Estados Unidos, recuperará su vigor. Eso sí, dijo Obama, ya no se podrá ser permisivo con el capital financiero, cuyo desmadre originó la crisis.
Mientras tanto, las señales que vienen de Europa son alarmantes. Uno de los países más golpeados por la crisis es España, con 4 millones de desocupados, el equivalente al 17,26% de la población activa.
En realidad el viejo continente se encamina a niveles de desempleo inéditos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto en el que la salida de la crisis se ve incierta.
De hecho las altas autoridades económicas temen una explosión social. “Lo que empezó como una gran crisis financiera y se convirtió en una gran crisis económica, ahora está derivando en una gran crisis del desempleo. Si no tomamos medidas, hay riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicancias políticas muy importantes”.
La advertencia la acaba de hacer el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, quien sostuvo que “hay un grave riesgo de crisis social”. Las previsiones económicas son todas pesimistas.
Una de ellas indica que a finales de 2010 la Unión Europea podría sumar 26,5 millones de desempleados, que no contribuirán a los sistemas fiscales y que deberán recibir compensaciones por desempleo.
Juncker, primer ministro luxemburgués y jefe del Eurogrupo, que reúne a los ministros de Economía de la zona euro, considera que Europa está en el corazón de la crisis económica y financiera y vamos “hacia una crisis social de potencial explosivo”.
La ola de despidos ya tiene correlato a nivel político. Por ejemplo, están subiendo las expectativas de la extrema derecha en algunos países, en el marco de un rebrote xenófobo de las poblaciones nativas contra los inmigrantes.
Si la recesión se profundiza, y con ella la caída de los puestos de trabajo, la Vieja Europa entrará en una fase de convulsión social de consecuencias insospechadas. “Muchos políticos subestiman el fenómeno”, se quejó Juncker, al dar a entender que lo que se está haciendo es insuficiente.
“Paren el mundo que me bajo”, dijo Groucho Marx (comediante norteamericano de mediados del siglo XX).
Este contenido no está abierto a comentarios

