El modelo africano
Pasó de largo en nuestro país el 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa. Se trata de un derecho humano fundamental que merece una consideración más amplia y profunda, muy por encima de la indiferencia observada entre nosotros.
Mario Alarcón Muñiz
Especial La fecha fue consagrada por la asamblea de las Naciones Unidas de 1993 en homenaje a la Declaración de Windhoek de 1991, cuando se proclamó desde la capital de Namibia la necesidad de impulsar "una prensa africana independiente" al amparo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que desde 1948 garantiza en el mundo la libertad de opinión y de expresión.En tiempos del documento de Windhoek la libertad de prensa en varios países de África no pasaba de una utopía ciudadana. No sólo imperaba la censura impuesta por los regímenes dictatoriales de aquel continente, sino que la opinión pública estaba sometida en esos lugares a la proliferación de medios financiados desde el poder, además de las publicaciones oficiales. De ahí el anhelo de "una prensa independiente".
La manija de los medios
La censura es la más directa y evidente violación de la libertad de prensa. Pero no es la única. En nuestro país se recuerda el período de la dictadura militar como el más tenebroso en ese aspecto, aunque hubo otros momentos históricos en los que también se atropelló el derecho de opinar.Cierto es que el método de la censura directa está en retroceso, lo mismo que la clausura de medios o el secuestro de periódicos. Esos procedimientos no resisten en la actualidad el menor análisis, pese a quedar por ahí algunos resabios. Hay otras formas de intentar desde el poder influencias o presiones sobre la opinión pública a través de la prensa. Aparece entonces entre nosotros la versión autóctona del modelo africano denunciado en Windhoek.Consiste en menospreciar y desacreditar al periodismo independiente, apretarlo mediante el manejo de la caja del Estado a través de la distribución de publicidad oficial, respaldar mediante muchísimo dinero a los medios adictos, crear otros medios desde el poder o comprarlos, abrir y financiar páginas de Internet con el disfraz de publicaciones "independientes", alquilar periodistas y transformar los medios estatales en medios gubernamentales.Esta última es una confusión frecuente de la mayoría de nuestros gobiernos nacionales y provinciales desde la recuperación de la democracia, salvo contadas excepciones. Es redundante subrayarlo, pero será necesario hacerlo hasta que los responsables entiendan que estamos hablando -o intentando hablar- de una sociedad democrática: los medios estatales son del Estado, no del gobierno de turno. Menos aún del sector interno que detenta el poder. Y el Estado somos todos. No sólo los que tienen la manija.
Típicamente fascista
El periodismo independiente, respetado como tal desde el poder, es uno de los pilares de la democracia. Está tan claro esto que resulta ocioso añadirle argumentaciones, que las hay y por toneladas. Pero vale una de las más antiguas: la idea compartida en la Francia pre-revolucionaria por Rousseau, Voltaire y Montesquieu, quienes en defensa de la libre expresión coincidían en sostener que "el disenso impulsa el avance de las artes y las ciencias y la participación política". En otras palabras, el disenso enriquece. Claro que es menester saber aprovecharlo, porque demanda sabiduría política, un elemento esencial en peligro de extinción.Los necios o mediocres no lo entienden. Confunden la observación o la crítica con intenciones golpistas (o "destituyentes", como se dice ahora) y tratan de cerrar puertas y ventanas para que nada le llegue al pueblo.Quienes llevamos unos cuantos años en el oficio de periodistas, a veces no encontramos explicación a la vigencia en pleno siglo XXI, del arcaico desconocimiento de la libertad de prensa y el ataque o el apriete por pensar y decir. No se han enterado que ese método jamás sirvió. Tarde o temprano siempre se volvió en contra de los censores o apretadores.Claro que los procedimientos no son los mismos, según hemos indicado. Las formas actuales, sin dejar de ser groseras, parecen algo más sutiles, pero el efecto es el mismo: silenciar en procura del pensamiento único. Esa es la cuestión. Es decir, un objetivo típicamente fascista.Parece increíble. A más de doscientos años del despertar de nuestra Patria la lucha de los independientes es la misma. Se trata de asegurar la libertad de pensar y poder decirlo. Y el derecho del pueblo de enterarse de toda la información disponible y de las más diversas opiniones. Es decir, las antípodas de aquel modelo africano a raíz del cual terminó implantándose el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Mario Alarcón Muñiz
Especial La fecha fue consagrada por la asamblea de las Naciones Unidas de 1993 en homenaje a la Declaración de Windhoek de 1991, cuando se proclamó desde la capital de Namibia la necesidad de impulsar "una prensa africana independiente" al amparo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que desde 1948 garantiza en el mundo la libertad de opinión y de expresión.En tiempos del documento de Windhoek la libertad de prensa en varios países de África no pasaba de una utopía ciudadana. No sólo imperaba la censura impuesta por los regímenes dictatoriales de aquel continente, sino que la opinión pública estaba sometida en esos lugares a la proliferación de medios financiados desde el poder, además de las publicaciones oficiales. De ahí el anhelo de "una prensa independiente".
La manija de los medios
La censura es la más directa y evidente violación de la libertad de prensa. Pero no es la única. En nuestro país se recuerda el período de la dictadura militar como el más tenebroso en ese aspecto, aunque hubo otros momentos históricos en los que también se atropelló el derecho de opinar.Cierto es que el método de la censura directa está en retroceso, lo mismo que la clausura de medios o el secuestro de periódicos. Esos procedimientos no resisten en la actualidad el menor análisis, pese a quedar por ahí algunos resabios. Hay otras formas de intentar desde el poder influencias o presiones sobre la opinión pública a través de la prensa. Aparece entonces entre nosotros la versión autóctona del modelo africano denunciado en Windhoek.Consiste en menospreciar y desacreditar al periodismo independiente, apretarlo mediante el manejo de la caja del Estado a través de la distribución de publicidad oficial, respaldar mediante muchísimo dinero a los medios adictos, crear otros medios desde el poder o comprarlos, abrir y financiar páginas de Internet con el disfraz de publicaciones "independientes", alquilar periodistas y transformar los medios estatales en medios gubernamentales.Esta última es una confusión frecuente de la mayoría de nuestros gobiernos nacionales y provinciales desde la recuperación de la democracia, salvo contadas excepciones. Es redundante subrayarlo, pero será necesario hacerlo hasta que los responsables entiendan que estamos hablando -o intentando hablar- de una sociedad democrática: los medios estatales son del Estado, no del gobierno de turno. Menos aún del sector interno que detenta el poder. Y el Estado somos todos. No sólo los que tienen la manija.
Típicamente fascista
El periodismo independiente, respetado como tal desde el poder, es uno de los pilares de la democracia. Está tan claro esto que resulta ocioso añadirle argumentaciones, que las hay y por toneladas. Pero vale una de las más antiguas: la idea compartida en la Francia pre-revolucionaria por Rousseau, Voltaire y Montesquieu, quienes en defensa de la libre expresión coincidían en sostener que "el disenso impulsa el avance de las artes y las ciencias y la participación política". En otras palabras, el disenso enriquece. Claro que es menester saber aprovecharlo, porque demanda sabiduría política, un elemento esencial en peligro de extinción.Los necios o mediocres no lo entienden. Confunden la observación o la crítica con intenciones golpistas (o "destituyentes", como se dice ahora) y tratan de cerrar puertas y ventanas para que nada le llegue al pueblo.Quienes llevamos unos cuantos años en el oficio de periodistas, a veces no encontramos explicación a la vigencia en pleno siglo XXI, del arcaico desconocimiento de la libertad de prensa y el ataque o el apriete por pensar y decir. No se han enterado que ese método jamás sirvió. Tarde o temprano siempre se volvió en contra de los censores o apretadores.Claro que los procedimientos no son los mismos, según hemos indicado. Las formas actuales, sin dejar de ser groseras, parecen algo más sutiles, pero el efecto es el mismo: silenciar en procura del pensamiento único. Esa es la cuestión. Es decir, un objetivo típicamente fascista.Parece increíble. A más de doscientos años del despertar de nuestra Patria la lucha de los independientes es la misma. Se trata de asegurar la libertad de pensar y poder decirlo. Y el derecho del pueblo de enterarse de toda la información disponible y de las más diversas opiniones. Es decir, las antípodas de aquel modelo africano a raíz del cual terminó implantándose el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
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