EDITORIAL
El modelo argentino es el de la crisis crónica
Muchos argentinos están asustados hoy por los peligros económicos que sobrevuelan. Pero a poco que se mire la historia, se concluirá que la crisis es consustancial al país.
A decir verdad hace 200 años que la Argentina viene a los tumbos económicos. El país se organizó en medio de grandes dificultades económicas para convertirse en el “granero del mundo”. En el siglo XX empezaron los períodos de apogeo y caída que llegan hasta hoy. Los argentinos que peinan canas pueden atestiguar que la economía se ha movido sobre una lógica “expansión” seguida de “ajuste”. Pero esas expansiones eran “rebotes” luego de caídas estrepitosas. Es decir, el país nunca ha crecido realmente o ha desplegado sus fuerzas productivas latentes hasta alcanzar un estadio de desarrollo. En perspectiva histórica, por tanto, si se miran los ciclos de auge y colapso, la Argentina está sumida en una larga y profunda decadencia, devenida ya en identitaria. No hay motivos, por tanto, para asombrarse de las peripecias de hoy. La bendita “crisis” es un karma que persigue a los argentinos. Generaciones de ellos han vivido en la incertidumbre material, acechados por el caos económico. Preguntas de rigor: ¿cuándo no hubo crisis? ¿En qué momento histórico no se vivió en emergencia? Siempre hubo una “bomba” pronta a estallar. Y los gobiernos (muchos de ellos corruptos) se las arreglaron para hacerla pasar al que venía después. Las administraciones más “exitosas” fueron las que asumieron el desmadre, encarrilaron en parte el barco, pero luego generaron los factores que condujeron a otra crisis, dejándola armada para la siguiente. Por sus rumbos erráticos, la Argentina motivó el análisis de economistas internacionales, quienes veían que, más que en otros países, aquí nunca se detuvo el péndulo. La rareza vernácula es tal que el premio Nobel de Economía Simon Kuznets dijo una vez que había cuatro clases de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. ¿Por qué Argentina no fue Australia? Esta pregunta obsesiona hace tiempo a los académicos de las ciencias sociales, dadas las similitudes entre ambos países, desde el punto de vista económico y geográfico. Las sociedades australiana y argentina mostraron idéntica performance entre 1850 y 1930. Con economías muy parecidas, se creyó que sus destinos convergerían. Una hipótesis que no se verificó. El resultado histórico de estas dos experiencias colectivas está a la vista: mientras el país de los canguros tiene un estándar de vida que es envidia internacional, el país de los gauchos lidia con una decadencia extravagante. La comparación entre ambas sociedades, para hallar las razones que dieron lugar a la diferente evolución, es motivo de controversia. Para algunos el tan diferente aprovechamiento económico en circunstancias similares resulta de diferencias culturales. Hay razones para pensar que el problema económico argentino no es una cuestión técnica. ¿Qué pasaría si el mejor elenco de economistas de Alemania, por ejemplo, gestionara la Argentina? ¿Alguien cree acaso que esa dirección lograría sacar aquí los mismos resultados que consigue la sociedad alemana? La economía no se explica por sí sola, sino por la variable poblacional o antropológica. El motor de cualquier sistema económico son los seres humanos que operan en él. En otras palabras, una cosa son los argentinos, otra los alemanes, otra los australianos y otra los japoneses.
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