El modo torcido de razonar el mundo
Aunque nos gusta aparecer como seres razonables, sujetos que sostienen su pensamiento con argumentos sólidos, muchas veces nuestro modo de explicar cómo funciona el mundo real deja mucho que desear.Es en los argumentos en los que apoyamos nuestra visión de las cosas. Ellos fundamentan la manera con la cual comprendemos, al tiempo que justifican nuestra conducta ante los demás.La ciencia que analiza los razonamientos es la lógica. Su preocupación no son los contenidos particulares de los razonamientos, sino su estructura y su forma. Fueron los griegos quienes cultivaron en Occidente esta ciencia.Aristóteles sostuvo que el modelo del razonamiento adecuado era el silogismo, una inferencia resultante de tres proposiciones (dos premisas y una conclusión).La más célebre de ellas era: "Todos los hombre son mortales, los griegos son hombres; luego los griegos son mortales". Los lógicos abstraen este forma así: "Todos los P son Q, a es P; luego a es Q".En este caso el silogismo resulta verdadero porque las premisas lo son. Pero la firmeza de la inferencia es independiente del asunto en cuestión. Porque la cosa cambiaría si se dijera: "Todas las solteras son desdichadas; María es soltera; luego María es desdichada".Aquí hay lógica deductiva, pero se trata de un razonamiento falso, porque la primer premisa (todas las solteras son desdichadas) no es verdadera en sí misma (sería necesario en todo caso indagar en el estado mental de todas las solteras).En realidad nuestros razonamientos están expuestos a errores de este tipo. Distinguir las inferencias correctas de las incorrectas no es tarea fácil. Muchas veces extraemos conclusiones sin fundamento, porque nuestros argumentos son débiles.Los buenos polemistas quieren al respecto evitar las "falacias lógicas", que debilitan el argumento que presentan. Aunque a algunas personas les basten como explicaciones plausible del mundo, y la propaganda maliciosa las haga respetables a fuerza de repetirlas machaconamente.Por ejemplo en lógica se conoce como argumento ad hominem (del latín "al hombre"), aquel mediante el cual en lugar de rebatir la posición de una persona, se la ataca o desacredita.La estructura de esta falacia sería: A afirma B; hay algo cuestionable (o que se pretende cuestionar) acerca de A; por tanto B es falso. Pero, ¿el argumento de alguien es erróneo simplemente porque él lo dice?Esta retórica de atacar al emisor del argumento es poderosa y se usa a menudo para convencer a quienes, en lugar de escuchar razones, se mueven más por sentimientos o prejuicios.También está el argumento ad antiquitatem (también llamado 'apelación a la tradición'), falacia que consiste en que si algo se ha venido haciendo o creyendo desde antiguo, entonces está bien o es verdadero.Un argumento ad baculum (en latín significa 'que apela al bastón') es una falacia que implica sostener la validez de un argumento basándose en el uso de la fuerza o en su amenaza.Esta técnica, que en el fondo postula que la fuerza funda el derecho, se suele presentar en forma de velada amenaza, en estos términos: "Yo creo en A y tengo capacidad de ejercer la fuerza; ¿en qué cree usted?".La falacia del "hombre paja", en tanto, simplifica el argumento del otro hasta el ridículo (de ahí viene su nombre, de pelear contra un muñeco). Por ejemplo: frente a la sentencia "creo que es malo que los niños salgan solos a altas horas de la noche", replicar: "obligar a nuestros hijos a quedarse encerrados es perjudicial para su desarrollo emocional".
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