El odio y el enemigo como necesidad
La historia de la humanidad es un muestrario de intolerancia, persecución y exterminio. ¿Será, como creen algunos, que el odio es una fuerza irresistible, propia de la condición humana? "Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia", así define el diccionario a esa afección asociada a la enemistad.El historiador norteamericano Paul Johnson, al estudiar a tantos personajes del pasado, llegó a la conclusión que existía el "odiador" ("hater" en inglés). Es decir un sujeto que define su propio perfil no por el amor sino por el odio a otro.El axioma "homo homini lupus" ("el hombre es un lobo para el hombre"), formulado por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), sugiere que el antagonismo domina las relaciones humanas.Friedrich Nietzsche, en tanto, veía la historia como el despliegue de la "voluntad de poder", y para él la justicia coincidía con el imperio de los más fuertes sobre los débiles.Quien se ve pisoteado y humillado suele alimentar el resentimiento o rencor, que es una suerte de odio retenido. Aquí la ira no se manifiesta abiertamente, sino que permanece escondida, crece en silencio, y espera su turno para estallar.La política, que es la dimensión propia de las relaciones humanas, ¿es acaso una actividad esencialmente beligerante, cuyo combustible es el odio? En esta esfera tienen carta de ciudanía algunos axiomas que guían la acción de los protagonistas.Una de ellas dice: "El enemigo de mi enemigo es mi amigo". Según esto, dos partes que tienen un adversario en común deberían poder trabajar juntas para poder neutralizarlo o destruirlo.Ejemplos de la aplicación de este principio abundan en la historia. Por ejemplo la alianza de los países occidentales con la Unión Soviética (comunista) contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial.En las elecciones, mucha gente elige en función de lo que considera "menos malo". Vota a determinado candidato, no porque le entusiasme, sino porque le garantizaría que no gane el más "odiado" (según su visión)."Dime a quien odias y te diré quién eres", es otra fórmula que define el perfil de las personas (por la contraria), desde el punto de vista ideológico y político. La afirmación podría ser rubricada por el semiólogo y escritor Umberto Eco.Este último escribió un ensayo titulado "Construir al enemigo", donde sienta esta inquietante tesis: "Tener un enemigo es importante no sólo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor".Se trata de un perverso mecanismo, alimentado sin interrupción hasta nuestros días, que alcanza sutiles y brutales recorridos. La injuria al que piensa distinto, al diferente, al extranjero, al indeseable, ha jalonado la historia de la humanidad.Ahora bien, si como sostiene Eco, construir un enemigo y odiarlo es un mecanismo natural en el hombre, si como dice Hobbes el "hombre es lobo para el hombre", y Nietzsche glorifica la voluntad del más fuerte ¿es posible escapar al odio?Hace dos mil años, desde Oriente, en tiempos oscuros de dominación política, hubo quien predicó la doctrina contraria y habló de amar al prójimo como a uno mismo.Y fue más allá incluso: "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os maltratan" (Lucas 6, 27-31).
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