El país que atrajo a tantos extranjeros
Alguna vez la Pampa fue un imán para gente procedente de los lugares más distantes. Argentina compitió con Estados Unidos como polo de atracción entre aquellos que soñaban con "hacer la América". En los sesenta años que corren entre 1870 y 1930, tuvo lugar la gesta de los inmigrantes, cuyo aporte cambió la matriz del pueblo argentino. La expresión de que los argentinos "venimos de los barcos" finca en este experimento.El célebre sociólogo Gino Germani comenta así lo inédito de este aluvión poblacional: "Incluso Estados Unidos, que recibió la proporción mayor de las grandes migraciones internacionales, jamás se halló en una situación parecida".Y esto porque en el país del norte "la proporción de extranjeros en su población total y en la corriente migratoria anual, aunque elevada en cantidades absolutas, era relativamente más reducida de lo que aconteció en la Argentina", explicó.Los números impresionan: en 1869 había en Buenos Aires (Capital) 12.000 argentinos y 48.000 extranjeros adultos varones; en 1895, 42.000 argentinos y 174.000 extranjeros; en 1914, había 119.000 argentinos y 404.000 extranjeros.Cuenta Germani que la situación en las provincias no era muy distinta. "O quizá presentaba caracteres más acentuados, dado que, mientras la población nativa estaba diseminada, los inmigrantes se concentraban en colonias homogéneas en cuanto a su origen nacional", señala.Los datos del sociólogo indican que en 1914 en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y Mendoza, se registraban 557.000 argentinos mientras que la población extranjera totalizaba 752.000.En un artículo aparecido ayer en el diario La Nación, Alejandro Poli Gonzálvo resalta cómo la Argentina del Centenario, la de 1910, era un destino comparable con la meca estadounidense."De los intrincados vallines asturianos a las abruptas costas de Liguria, desde la disputada Galitzia polaco-ucraniana hasta la nación vasca, venían como peones rurales gallegos, campesinos siriolibaneses o landar-bejdere daneses, siguiendo la estela de pioneros escoceses, irlandeses y galeses, tras las huellas de colonos judíos, rusoalemanes del Volga y refugiados armenios, naturales de Calabria, los Países Bajos o los Pirineos franceses", relata.Gonzálvo comenta que la mayoría de los inmigrantes eran analfabetos y de origen campesino, que la pasaban muy mal en sus países de origen. Eso explica la aventura que significaba embarcarse en aquella época, sin más medios que el deseo de progresar.A las penurias que sufrían muchos de ellos en las bodegas de los barcos, en la larga travesía de los puertos de Europa a Buenos Aires, se sumaba el hecho de que acá las condiciones de recibimiento no eran las mejores.Pronto se originó en el Plata un grave problema habitacional, dado que la población crecía más rápido que la vivienda. El "conventillo" fue la solución que se encontró en la ciudad para paliar ese déficit.Gonzálvo considera que los inmigrantes soportaron todas estas privaciones por una razón muy simple: "En la Argentina del Centenario vivían mejor que en sus aldeas natales y, aún más importante, eran dueños de su destino".Aquí esos extranjeros -muchos de nuestros antepasados- progresaron a fuerza de sacrificios indecibles, mediante la cultura del trabajo, y teniendo por aliado un sistema de educación gratuita y universal.Recordar la gesta de la inmigración resulta necesario este año en que Argentina celebra los 200 años de la Revolución de Mayo. Hace al fortalecimiento de la memoria colectiva, sin la cual no hay identidad nacional.
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