El partido se juega en el plano económico
Ningún factor es más importante para la administración Macri que el económico. La llamada "solución material" decide el apoyo social al gobierno. ¿Cuánto "ajuste" es, en este sentido, capaz de tolerar el argentino medio?Hay cierto consenso entre los economistas respecto de que la economía argentina está estancada y exhibe fuertes desequilibrios. Y es esta anomalía, justamente, lo que habría colaborado en la derrota electoral del kirchnerismo, tras doce años de hegemonía."Hay cosas que se podían haber hecho de otra manera. El proceso económico de los últimos dos años fue erróneo", fue la autocrítica que ensayó hace poco el senador Miguel Ángel Pichetto, jefe del bloque del Frente para la Victoria.A todo esto el nuevo gobierno asegura que recibió un Estado quebrado, insolvente, que se viene financiado con inflación (emisión monetaria espúrea).El dilema político de la nueva administración reside ahora en cómo hacer las correcciones necesarias -o "ajuste", según se quiera- sin rifar en el intento el apoyo social conseguido en las urnas.Pasó airosa la salida del cepo -un intríngulis cambiario que entrañaba una eventual disparada del valor del dólar- y ahora enfrenta el peliagudo tema de desmontar, progresivamente, el sistema de subsidios a los servicios públicos.El ministro de Energía, Juan José Aranguren, acaba de anunciar un programa de sinceramiento de tarifas eléctricas, que incluye el retiro parcial de subsidios estatales, una medida de alto impacto social.Gracias a los millonarios subsidios gran parte de la población ha gozado de servicios públicos baratos, en especial en Capital y Gran Buenos Aires. Han sido la piedra de toque del consumo popular en la última década.La diferencia entre el precio que se paga por uno de estos servicios (electricidad) y el precio real que se debería cobrar, es aportado así por el fisco bajo forma de "subsidio".Ejemplo: en Buenos Aires 7 de cada 10 usuarios residenciales pagaban 26 pesos por mes por un consumo promedio de 180 kWh, mientras que los que habían renunciado al subsidio estaban abonando 102 pesos.Según los cálculo de Aranguren, entre 2003 y 2015, ese subsidio en el caso de la electricidad representó más de 50 mil millones de dólares (equivalentes a dos veces las reservas disponibles del Banco Central).Lo cierto es que el actual nivel de subsidios pasó la barrera de lo aceptable y de hecho es una de las causas del abultado rojo financiero del Estado.El incremento tarifario de la energía tendrá impacto en el bolsillo de mucha gente, básicamente de las clases media y alta.La medida tiene lógica, dicen desde el gobierno. Producir energía cuesta y las tarifas con valores irrisorios apenas cubren hoy, en el mayor distrito del país, el 10% de ese costo.Además, sostiene, así lo aconseja una sana administración: al achicarse los subsidios el Tesoro deja de financiar con emisión monetaria este rubro, causante de inflación.Pero al hombre de la calle no suelen interesarle estas explicaciones, ya que se rige bajo el principio hedonista del consumo. Eso dice el sociólogo Eduardo Fidanza, para quien el gobierno atraviesa un severo dilema: tiene que adecuar la economía sin afectar el bienestar, so pena de perder apoyo del electorado."La racionalidad económica halaga al capital, pero si es demasiado estricta, espanta al votante", dice al formular el reto que enfrente el gobierno de Cambiemos.
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