El periodismo, una presencia siempre molesta para los que tienen poder
Es una carrera contra el tiempo que termina el 10 de diciembre. Néstor Kirchner lo tiene claro y sabe que, después de esa fecha, le será virtualmente imposible torcer la voluntad del congreso. Y actúa en consecuencia. La madrugada del sábado fue testigo de la enésima prueba. Kirchner se ilusiona con tener todo. Con la nueva ley dio otro paso.
Por Jorge Barroetaveña
De la redacción de El Día de GualeguayLa votación en el Senado de la Nación fue contundente. Los 44 votos que consiguió abroquelar Miguel Pichetto tuvieron origen variopinto. Desde la legisladora del derrotado y ahora ¿ex cobista? Ricardo Colombi de Corrientes, hasta Ramón Saadi del PJ catamarqueño dieron su apoyo a la iniciativa, con argumentos extraños, para la profundidad de lo que se estaba tratando. A lo largo del debate, fue llamativa la inquina y el enojo de muchos legisladores con los medios de comunicación. No en vano, no hay una sola mención a lo largo de la ley aprobada a la palabra 'prensa' o 'periodismo', justo en la legislación que pretende regular la libertad de expresión en la Argentina.Es que la política, suele mirar de reojo la tarea de los periodistas. A fines de los '80 el periodismo argentino alumbró el género de la investigación periodística. En ese sentido hubo dos publicaciones claves: Noticias y Página 12. La movida obligó a los grandes medios de comunicación a modificar su perfil y a empezar a desandar el camino de las pesquisas en los oscuros pliegues del poder. Fueron para el ex presidente Menem un dolor de cabeza las denuncias de Página 12, con Jorge Lanata y Horacio Verbitzky a la cabeza. El tráfico de armas a Croacia o los guardapolvos de Bauzá, los negocios de María Julia o la horrible muerte de María Soledad Morales en Catamarca dejaron al descubierto la trama secreta del poder y su hilo conductor con los negocios más espurios. También la caída de Fernando De la Rúa tuvo su principio con los sobornos en el Senado y aquella famosa mención de Morales Solá en su columna de La Nación. Más cerca en el tiempo, sin periodismo independiente, no nos hubiéramos enterado de los negocios de Lázaro Báez o Cristóbal López o de la venta de terrenos fiscales a precios viles en El Calafate, el lugar en el mundo que eligieron los Kirchner. Mucho menos del incremento patrimonial exponencial del matrimonio presidencial en los últimos años.El más sincero de todos los que hablaron fue Ramón Saadi. Algunos actuaron por convicción personal, otros por mandato político y muchos para pasar viejas facturas que tenían atragantadas desde hace tiempo. Néstor Kirchner, que suele especializarse en sacar lo peor de las personas, lo sabía. No fue fuera de cálculo el intento por 'seducir' a Menem, sabedor de la vieja inquina con la que quedó el ex presidente con el Grupo Clarín. Algo similar sucedió con Saadi quién, sin demasiados empachos, se quejó del tratamiento que el multimedios le dio al crimen de María Soledad Morales, insinuando que la cobertura había tenido que ver en la intervención que resolvió su antiguo amigo y aliado, Carlos Menem. No menos sorprendente fue el voto del bussista tucumano, ex cardiólogo personal de Antonio Domingo Bussi. Esa alianza del kirchnerismo con el general condenado por delitos de lesa humanidad, es una paradoja histórica, enmarcada en la hipocresía de los políticos para quienes, el periodismo, es una presencia molesta.Pese a la derrota del 28 de junio, el gobierno no se cansó de avanzar y de imponer la agenda de temas. Así lo hizo con las facultades extraordinarias, las retenciones, la estatización del fútbol y ahora con la Ley de Medios Audiovisuales. La oposición, desmembrada y sólo mirándose el ombligo, no pudo detener ninguno de los avances. Si 'billetera mata galán' o gobernador o legislador, para el caso, ninguno de los partidos de la oposición pudo dar con la fórmula adecuada para detener la arremetida kirchnerista. En el Senado los radicales y el peronismo disidente actuaron en bloque, pero estuvieron lejos de hacerle cosquillas al oficialismo.La derrota, aumenta aún más el compromiso de la oposición de cara al 10 de diciembre. Con una radiografía parlamentaria más cercana a lo que votó la gente el 28 de junio pasado, los nuevos legisladores deberán agudizar el ingenio para buscar consensos y no convertir el Congreso de la Nación en una bolsa de gatos. Desde ese día la Casa Rosada sabe que ya no podrá torcer voluntades, aunque sí cercenarlas. Si algún intento por modificar la Ley de Medios aprobada el sábado prospera, el veto presidencial será una muerte segura. Igual los reclamos judiciales por derechos adquiridos y violación de la Constitución Nacional no se harán esperar y arrojan sombras sobre la efectiva aplicación de la nueva norma.La ausencia de un liderazgo opositor contundente, ha vuelto a hacer emerger la figura del ex presidente Eduardo Duhalde. Bastó una mención ambigua de su parte ("no descargo nada") para que se generara un revuelo político de dimensiones y todos salieran a opinar, a favor o en contra.Duhalde es un político hábil con deudas pendientes. Sabe que, a caballo de la crisis, crece su imagen como piloto de tormentas. Tampoco ignora que buena parte de la sociedad le endilga haber apadrinado a Néstor Kirchner y ser, generacionalmente hablando, parte de la vieja política. La peor, emparentada a los aparatos y a las viejas mañas. Pero su principal virtud es la paciencia. Y es conciente también de la importancia del diálogo y el consenso para aventar el estado de crispación permanente que el kichnerismo ha instalado en la sociedad argentina.En el fondo, Duhalde debe sentir algo de culpa. Sin su apoyo Kirchner jamás hubiera ganado las elecciones del 2.003. El 'monstruo' que creó se lo terminó devorando a él mismo y a buena parte del peronismo. Quiere volver para saldar las cuentas que le quedaron pendientes. Habrá que ver si la sociedad está dispuesta a darle otra oportunidad o cerró definitivamente ese capítulo de la historia.
Por Jorge Barroetaveña
De la redacción de El Día de GualeguayLa votación en el Senado de la Nación fue contundente. Los 44 votos que consiguió abroquelar Miguel Pichetto tuvieron origen variopinto. Desde la legisladora del derrotado y ahora ¿ex cobista? Ricardo Colombi de Corrientes, hasta Ramón Saadi del PJ catamarqueño dieron su apoyo a la iniciativa, con argumentos extraños, para la profundidad de lo que se estaba tratando. A lo largo del debate, fue llamativa la inquina y el enojo de muchos legisladores con los medios de comunicación. No en vano, no hay una sola mención a lo largo de la ley aprobada a la palabra 'prensa' o 'periodismo', justo en la legislación que pretende regular la libertad de expresión en la Argentina.Es que la política, suele mirar de reojo la tarea de los periodistas. A fines de los '80 el periodismo argentino alumbró el género de la investigación periodística. En ese sentido hubo dos publicaciones claves: Noticias y Página 12. La movida obligó a los grandes medios de comunicación a modificar su perfil y a empezar a desandar el camino de las pesquisas en los oscuros pliegues del poder. Fueron para el ex presidente Menem un dolor de cabeza las denuncias de Página 12, con Jorge Lanata y Horacio Verbitzky a la cabeza. El tráfico de armas a Croacia o los guardapolvos de Bauzá, los negocios de María Julia o la horrible muerte de María Soledad Morales en Catamarca dejaron al descubierto la trama secreta del poder y su hilo conductor con los negocios más espurios. También la caída de Fernando De la Rúa tuvo su principio con los sobornos en el Senado y aquella famosa mención de Morales Solá en su columna de La Nación. Más cerca en el tiempo, sin periodismo independiente, no nos hubiéramos enterado de los negocios de Lázaro Báez o Cristóbal López o de la venta de terrenos fiscales a precios viles en El Calafate, el lugar en el mundo que eligieron los Kirchner. Mucho menos del incremento patrimonial exponencial del matrimonio presidencial en los últimos años.El más sincero de todos los que hablaron fue Ramón Saadi. Algunos actuaron por convicción personal, otros por mandato político y muchos para pasar viejas facturas que tenían atragantadas desde hace tiempo. Néstor Kirchner, que suele especializarse en sacar lo peor de las personas, lo sabía. No fue fuera de cálculo el intento por 'seducir' a Menem, sabedor de la vieja inquina con la que quedó el ex presidente con el Grupo Clarín. Algo similar sucedió con Saadi quién, sin demasiados empachos, se quejó del tratamiento que el multimedios le dio al crimen de María Soledad Morales, insinuando que la cobertura había tenido que ver en la intervención que resolvió su antiguo amigo y aliado, Carlos Menem. No menos sorprendente fue el voto del bussista tucumano, ex cardiólogo personal de Antonio Domingo Bussi. Esa alianza del kirchnerismo con el general condenado por delitos de lesa humanidad, es una paradoja histórica, enmarcada en la hipocresía de los políticos para quienes, el periodismo, es una presencia molesta.Pese a la derrota del 28 de junio, el gobierno no se cansó de avanzar y de imponer la agenda de temas. Así lo hizo con las facultades extraordinarias, las retenciones, la estatización del fútbol y ahora con la Ley de Medios Audiovisuales. La oposición, desmembrada y sólo mirándose el ombligo, no pudo detener ninguno de los avances. Si 'billetera mata galán' o gobernador o legislador, para el caso, ninguno de los partidos de la oposición pudo dar con la fórmula adecuada para detener la arremetida kirchnerista. En el Senado los radicales y el peronismo disidente actuaron en bloque, pero estuvieron lejos de hacerle cosquillas al oficialismo.La derrota, aumenta aún más el compromiso de la oposición de cara al 10 de diciembre. Con una radiografía parlamentaria más cercana a lo que votó la gente el 28 de junio pasado, los nuevos legisladores deberán agudizar el ingenio para buscar consensos y no convertir el Congreso de la Nación en una bolsa de gatos. Desde ese día la Casa Rosada sabe que ya no podrá torcer voluntades, aunque sí cercenarlas. Si algún intento por modificar la Ley de Medios aprobada el sábado prospera, el veto presidencial será una muerte segura. Igual los reclamos judiciales por derechos adquiridos y violación de la Constitución Nacional no se harán esperar y arrojan sombras sobre la efectiva aplicación de la nueva norma.La ausencia de un liderazgo opositor contundente, ha vuelto a hacer emerger la figura del ex presidente Eduardo Duhalde. Bastó una mención ambigua de su parte ("no descargo nada") para que se generara un revuelo político de dimensiones y todos salieran a opinar, a favor o en contra.Duhalde es un político hábil con deudas pendientes. Sabe que, a caballo de la crisis, crece su imagen como piloto de tormentas. Tampoco ignora que buena parte de la sociedad le endilga haber apadrinado a Néstor Kirchner y ser, generacionalmente hablando, parte de la vieja política. La peor, emparentada a los aparatos y a las viejas mañas. Pero su principal virtud es la paciencia. Y es conciente también de la importancia del diálogo y el consenso para aventar el estado de crispación permanente que el kichnerismo ha instalado en la sociedad argentina.En el fondo, Duhalde debe sentir algo de culpa. Sin su apoyo Kirchner jamás hubiera ganado las elecciones del 2.003. El 'monstruo' que creó se lo terminó devorando a él mismo y a buena parte del peronismo. Quiere volver para saldar las cuentas que le quedaron pendientes. Habrá que ver si la sociedad está dispuesta a darle otra oportunidad o cerró definitivamente ese capítulo de la historia.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios