POR JORGE BARROETAVEÑA
El Presidente Fernández factura: una doppietta y la yapa de la vacuna rusa
Una doppietta con yapa. El peronismo cierra el año a pura trompeta. Vacunando y aprobando en el Parlamento dos leyes que, desde lo político, lo fortalecen. Demuestran que está lejos de darse por vencido y que la oposición está débil. Demasiado quizás.
Por Jorge Barroetaveña La Ley para legalizar el aborto en la Argentina no es un reproche que se le pueda hacer a Alberto Fernández. Todo lo contrario. Es su mérito porque lo prometió durante la campaña y la pandemia retrasó sus tiempos. Más allá del debate sobre si se trata o no de un tema de salud pública, es una medalla que se la puede colocar con tranquilidad. De poco sirvieron las advocaciones del Papa Francisco ni las operaciones que dirigentes de la oposición pusieron en marcha para convencer a los propios que no se le podía dar una victoria política al gobierno. La amplia victoria en el Senado fue celebrada en todos los despachos de la Casa Rosada. Algunos sostienen que el Presidente en persona llamó a varios para convencerlos ante la duda. Tal el grado de compromiso que sentía con el tema. Tanta cercanía como lejanía con lo que, al mismo tiempo, pasó en la Cámara de Diputados, dando luz verde a un nuevo índice para calcular la movilidad jubilatoria. Esta iniciativa, que fue mutando hasta quedar igual que la fórmula que aplicaba Cristina en sus mejores tiempos, fue una victoria pírrica porque hubo que hacer lo indecible para ´persuadir' un puñado grueso de legisladores, entre ellos los cordobeses de Schiaretti, siempre hábiles para quedar bien parados. Y fueron Máximo y Massa los encargados de asegurar los votos que le dieron otra victoria resonante al oficialismo. Doppietta. A esta altura no importa que sean sólo 300.000 vacunas las que envió Rusia. Que no se sepa bien a quién y cuántas vacunas compraremos en los próximos meses. Ginés, que de mañana dice una cosa y a la noche dice otra, parece el segundo de Vizzotti pero la dinámica de acontecimientos hasta eso se devora. El Presidente prometió hace tres meses que antes que terminara el año se estaría vacunando. En el medio habló de millones de vacunas de distintos laboratorios. No importa. Son 300.000 que ni siquiera alcanzan para el personal de salud, pero antes que el 2020 se vaya para siempre, en la Argentina se empezó a vacunar contra el COVID. Alberto busca con desesperación hacer su propio camino. Ya consumió un cuarto de su mandato y sabe que, en el 2023, no es una fija para la reelección. Las operaciones que buscan llevar a Máximo a la conducción del PJ bonaerense son una muestra. La jefa piensa en Kicillof para la Presidencia y Máximo para Buenos Aires. ¿Alberto? Dependerá de la calidad de su gestión y de la capacidad de respuesta que tenga. El Presidente lo sabe, tanto como que una estabilización de la economía podría aceitarle el camino. No importa la grieta. Si en los próximos dos años consigue estabilizar la inflación y aumentar los niveles de consumo sus posibilidades crecerán. En el medio tendrá que lidiar claro con el kirchnerismo duro que igual parece haber entendido que la división del frente peronismo sólo tiene destino de derrota. En 2019 quedó demostrado, casi importar los actores. Con su gesto Cristina pasó el rastrillo y no quedó nada afuera. Al menos nada significativo. Por supuesto que la gestión implica desgaste y Alberto impresiona como si hace 10 años que fuera Presidente. Pero ese envejecimiento prematuro, fruto de la pandemia en buena parte y por yerros propios en otra, tiene al alcance la herramienta siempre valiosa del ejercicio del poder. El que es gobierno en la Argentina tiene a su disposición los infinitos recursos del estado, la posibilidad de llevar la iniciativa y de someter a los opositores con múltiples métodos. Y si algo sabe el peronismo es ejercer el poder desde el poder. El peronismo no se concibe de otra manera, por eso la incredulidad del 2015 cuando viniendo desde la banquina, Macri se les quedó con todo. Como un GPS, recalcularon y volvieron. La pandemia no estaba en los cálculos de nadie, aunque nunca viene mal poder echarle la culpa de todo a dos males: Macri y el coronavirus. El martes, por primera vez desde que asumió, el Presidente empezó a ver la luz en el fondo del túnel. Demostró que puede impulsar iniciativas propias y llevarlas a buen puerto respondiendo al cabo a su propia base electoral. En el caso del aborto cualquier encuestador sostiene que la base de los votantes del oficialismo está de acuerdo. A la inversa de lo que sucede con Cambiemos. Pero es un debate zanjado ya con la histórica aprobación durante la semana. Hábil, el miércoles por la noche el Presidente juntó a todos en Olivos, verdes y celestes, para evitar el pase de facturas. Ahora necesita a todos enfocados en concretar lo antes posible la campaña de vacunación y en impulsar mecanismos que saquen la economía del pozo. Diciembre no terminará con buenas noticias desde el INDEC. La inflación volverá a pegar un respingo cerca del 4%. Es el látigo que perseguirá al Presidente durante todo su mandato. Y la llave para pensar que, si lo controla, podría abrir las puertas de su futuro más allá del 2023. ¿Qué falta mucho? En política el tiempo es una variable flexible. Con buenos vientos todo es posible.
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