EL DETRÁS DE SU VISITA A ENTRE RÍOS
El Presidente sale a la calle para darle aire a su supervivencia

Y allá va Alberto, como un bólido sin destino. El viernes estuvo en la Provincia de Entre Ríos, compartiendo escenario con el gobernador. Sus voceros dicen que va a testear la reacción de la gente y en marzo tomará una decisión. ¿Cuál? Ir por o no por su reelección.
Por Jorge Barroetaveña
Así de caldeada está la interna en el Frente de Todos que, ante el reloj de arena del paso del tiempo, no tiene forma de esquivar las definiciones. Es una historia conocida aunque, por primera vez en mucho tiempo, desde la debilidad. Nadie puede imponerle nada a nadie, es lo único claro. No por el éxito sino por el fracaso de un experimento que se venció hace rato.
La espuma de Massa que en los primeros meses desbordó la gestión, ha empezado a encogerse. “¿Se habrá quedado sin magos en la galera?”, deslizó un operador económico. El impacto del índice de inflación de enero ser hará sentir. Todos los pronósticos la sitúan por encima del 6%. Para febrero encima llegan más subas de tarifas y el impacto de la carne que venía rezagada desde el año pasado. El combustible y la carne son los aumentos más impopulares que hay. Mientras intenta darle cierta previsibilidad a las decisiones económicas, Massa gambetea las definiciones políticas y se aleja de los temas que causan rispideces en la coalición. Hace malabarismos con el juicio a la Corte y entre los mandobles que se cruzan albertistas y kirchneristas. Sabe en el fondo, que su nombre es la última reserva que le queda al peronismo si tiene alguna aspiración de seguir en el poder después del 10 de diciembre. Por eso atiende su juego y no se desconcentra con el exterior. Si hace las cosas más o menos bien todo llegará por decantación. Igual no se priva de mover fichas con los gobernadores: en Entre Ríos todos saben que la movida de Bahillo para la gobernación tiene su sello.
Alberto hace lo que puede para mantenerse con vida política. Estirará hasta lo inimaginable su chance de reelección. Es consciente lo que pasará el día que se conozca el nombre del elegido o la elegida y al papel que quedará reducido. Nadie en el kirchnerismo lo quiere pero no saben cómo salir de la encerrona. Si no es Cristina la candidata, que seguramente no lo será, ¿quién tiene la espalda para bancarse el desafío? Kicillof ya avisó que quiere quedarse en la Provincia de Buenos Aires. Salvo Capitanich que se anotó, no sobran los nombres en el oficialismo. Que responden a cierta lógica política capaz de contener a todos los sectores del Frente de Todos. Nadie imaginar romper nada, pero los recelos estarán y la tropa será difícil de movilizar ante un candidato poco atractivo y sacado con fórceps. Si es Massa habrá pocas discusiones, porque contará con el visto bueno de Cristina. Si no es Massa, habrá mucho ruido.
Desde el sur, la oposición edifica su propia fortaleza. Al menos es lo que intenta Macri, desde Cumelén, tratando de evitar los roces y las peleas. A veces lo logra poco. Cuando se aleja del papel de posible candidato, le da aire a sus intentos. Cuando se muestra ambiguo, y crecen los rumores, la cosa se pone espesa y quedan todos entreverados. Como siempre, la madre de todas las batallas está en Buenos Aires. Un crecimiento importante de Milei podría dinamitar las chances de Cambiemos. Kicillof, por la reelección, tiene una base alta. Cualquiera que quiera ganarle tiene que juntar casi todo el voto opositor, sino naufragará en el intento.
Los radicales se siguen mirando en el espejo, deshojando la margarita. Morales, Manes, Lousteau en CABA, Tetaz en Provincia. Muchos caciques y pocos indios. No todos sueñan con una fórmula cruzada. Los fundamentalistas creen que solos pueden. “No podemos seguir a la sombra del PRO”, lanzan mientras se pintan la cara. ¿Estarán dispuestos a romper si pierden una interna? Ese fantasma persigue a toda la oposición desde hace tiempo. Es quizás, el capital más importante que dejó el cuatrienio en el poder: la unidad, más allá del fracaso político y económico. El peronismo es una animal al acecho. No importan las peleas y hasta su fracaso en la gestión. Tiene una capacidad de resiliencia extraordinaria y si tiene que casarse con el diablo no le temblará el pulso. “Para la elección falta mucho. Que nadie nos dé por muertos…”, avisa un dirigente con llegada a las tres cabezas. Entre la ausencia de realidad y la conciencia de lo que pasa suele haber océanos. El Frente de Todos ha demostrado transitar esos caminos una y otra vez. Si hay vuelta de ese ‘viaje’ sólo la sociedad puede responderlo. A priori, las heridas que han quedado parecen demasiado profundas. Pero los códigos de la política suelen correrse a gusto. No sería la primera vez que suceda.