El problema es pre-ideológico
El abuso de poder y la corrupción, que campean en Argentina, no son de derecha ni de izquierda. El país está entrampado en la ilegalidad y la indecencia, dos fenómenos constitutivos del fracaso nacional.Nos han educado en el maniqueísmo ideológico. Generaciones enteras han creído, así, que el mal está en algunos de los dos polos de la dialéctica: derecha o izquierda.Pero en Argentina la ideología es de utilería. En su nombre se han cometido todo tipo de tropelías. O en todo caso se han justificado la destrucción de la República y la deshonestidad administrativa.Un vistazo a la historia argentina de las últimas décadas puede certificar que nuestra anomia, el desprecio a la ley, no sólo es anterior a las formulaciones discursivas.Atraviesa de hecho nuestra vida pública y en el caso del manejo del Estado ha consagrado la impunidad de todos los gobiernos. La ideología ha venido en auxilio del poder en su desmesura.El ejercicio del poder permanece idéntico a sí mismo y los escándalos de corrupción en el Estado no menguan, aunque la retórica, que de hecho funciona como un dispositivo de encubrimiento, mude según la época.El kirchnerismo, ya lo sabemos, es el gobierno de la izquierda. ¿Es mejor que los anteriores de otro signo ideológico? ¿Durante su interregno se ha saneado la vida pública? ¿Se amigó el Estado con la sociedad en estos años?La progresía le da cobertura moral e ideológica a un gobierno, por ejemplo, que utiliza salvajemente los recursos públicos, en abierta contradicción con la ética republicana, en un contexto de enriquecimiento impúdico de muchos de sus miembros.El fin justifica los medios. El filósofo argentino Tomás Abraham decía que la dialéctica marxista ha generado en un grupo de personas una "versión canónica que sostiene que lo verdaderamente importante es la marcha de la historia, y ésta no es otra cosa que la historia de la lucha de los pueblos por su libertad frente al imperio (...)"La obtención de los logros hasta la victoria final necesita de personajes que aun siendo burgueses, corruptos, mal o bienintencionados, mientras piloteen el barco hacia la lucha popular, si se convierten en portavoces de los pobres contra los ricos, poco importa si compran tierras a cero pesos y las revenden a mil, o si emiten bonos cuyo dinero se evapora, si mienten a diestra y siniestra, o si roban. Todo tiene sentido desde el punto de vista de los fines".Por otra parte, las ideologías que tanto nos encandilan, tienen raigambre totalitaria. La izquierda y la derecha coinciden, históricamente, en: ausencia de libertad y cercenamiento de los derechos individuales, persecución de la disidencia, censura de la prensa, abominación del pluralismo, intolerancia, y manipulación de los pobres.¿Cuál es el remedio para la Argentina, entonces? Se nos ocurre que la Argentina tiene que volver a la Constitución. Es decir debe retornar a la legalidad, algo que ya en sí mismo es un programa revolucionario.Esto nos vacunaría, en principio, contra el abuso del poder absoluto. Sería instalar el imperio de la ley -Estado de Derecho- por sobre la voluntad arbitraria de los hombres.Volver a la Constitución sería volver a sus esencias: la República (hoy más perdida que nunca, porque los tres poderes carecen de independencia y no se controlan a sí mismos), la Representatividad (la clase política está disociada de sus electores), el Federalismo (el bolsillo del poder central domina caprichosamente a provincias y municipios).La otra condición para la recuperación nacional es que quienes manejen el Estado gobiernen con patriotismo y decencia.¿Es mucho pedir esto?.
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