El ruido intenso, la polución invisible
El ser humano posee un sistema auditivo apto para percibir los sonidos y ruidos que pueblan la naturaleza. Pero el mundo cultural creado por el hombre, donde los tonos agudos se elevan artificialmente, produce trauma acústico.Se diría que los problemas de audición han crecido a medida que se extendió la civilización "problemática y febril", con sus fábricas y sistemas de transportes ensordecedores.El grueso de la población mundial, en los albores del siglo XXI, vive en las ciudades. Y es justamente en las grandes metrópolis donde la contaminación acústica hace estragos físicos en las personas.Buenos Aires, por ejemplo, está entre las cinco ciudades más ruidosas del mundo. Aunque el asedio al oído, en realidad, no necesariamente tiene que ver con el entorno urbano, a la congestión típica asociada al tráfico citadino.Y esto porque una de las principales causas del trauma acústico -así se llama clínicamente a la lesión que se produce en el oído interno, en personas que están expuestos a ruidos sonidos intensos, constantes y súbitos- está asociada al "ruido recreacional", que afecta sobre todo a los más jóvenes.Aquí entran a tallar boliches, juegos electrónicos, mp3, recitales de rock, o cualquier espacio público donde la música está fuerte, incluso una conversación a los gritos.La proliferación de dispositivos electrónicos para escuchar música está detrás de la dolencia. Los auriculares de inserción, según los especialistas, son los más dañinos, toda vez que está diseccionados y van directamente al oído medio o interno.Los chicos empiezan a usar los dispositivos portátiles de música cada vez más temprano, y hay quienes piensan que de esta manera estamos asegurando futuras generaciones de hipoacúsicos.Según el doctor Vicente Diamante, presidente de la Fundación Argentina de Otorrinolaringología (Faro), biológicamente el hombre está dotado para percibir frecuencias de tonos graves e intensidades que no superen los 90 decibeles (dB).Pero en nuestros entornos urbanos y artificiales, donde abundan maquinas e instrumentos incorporados a la actividad cotidiana, se producen tonos agudos que llegan a intensidades que pueden superar los 150 dB y deteriorar de manera irreversible el oído interno.En una reciente entrevista, Diamante indicó que "el trauma acústico de la sordera por el ruido era una enfermedad profesional y afectaba, generalmente, a la gente que estaba expuesta a ruidos muy importantes por su trabajo".Pero sostuvo que "ahora, eso pasó a ser una cuestión de la juventud, fundamentalmente por el volumen que escuchan la música y la participación en actividades donde predomina el ruido".Acotó que "incluso también pasó a ser un problema de la niñez, por el uso de los MP3 y de los juguetes extremadamente ruidosos en edades tempranas".El especialista insistió en que "es entonces en vacaciones cuando más se usan elementos sonoros para el esparcimiento y cuando la audición es más agredida, por los ruidos de alta intensidad".Según explicó, "la fatiga de los oídos puede tener como resultado un desplazamiento temporal o permanente del umbral auditivo, limitando la cantidad de sonidos que se puede llegar a oír".En tanto, en ocasión de un reciente congreso médico de otorrinolaringología y cirugía de cabeza y cuello, que tuvo lugar en Mar del Plata, se puso de manifiest5o la falta de políticas públicas destinada a prevenir el riego latente que hoy entraña el traume acústico.
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