El sindicalismo que supimos conseguir
El sindicalismo argentino quedó en la picota, tras el proceso de investigación iniciado por la justicia a algunos de sus dirigentes. Pero vale recordar que al igual que nuestros políticos, los gremialistas no vienen de Marte.José Pedraza, apresado por el crimen de Mariano Ferreyra, posee un semipiso de más de 200 m² valuado en un millón de dólares. La información está sacada de un artículo periodístico del diario Perfil titulado "La vida de los capos sindicales: lujo, confort y causas en la Justicia".La nota describe con lujo de detalles cómo muchos jerarcas gremiales exhiben un crecimiento patrimonial asombroso, y cómo llevan un tren de vida similar a los jeques árabes.Grandes extensiones de campos, yates, inmuebles cuantiosos, jugosas cuentas bancarias, empresas y negocios, autos impactantes, son algunos de los síntomas del gran enriquecimiento de los líderes sindicales en las últimas décadas.Mucha gente se asombra que exista tamaña impudicia, sobre todo en un estamento que en teoría dice representar a los asalariados. Sin embargo, no se ve, o no se quiere ver, que los sindicalistas representan a sus afiliados.Hasta donde uno sabe a Pedraza, Juan José Zanola, Armando Cavallieri, Luis Barrionuevo, Jerónimo Venegas, Hugo Moyano, por mencionar a los más conocidos, tienen el poder que tienen porque alguien se los dio.¿No fueron votados, acaso, por los afiliados de sus respectivos gremios? ¿No son los líderes que los propios trabajadores han encumbrado, y los mantienen en sus cargos durante décadas?Esto de buscar un "demonio" en otro lado, sobre todo en la dirigencia, es muy propio de una sociedad que nunca se hace cargo de sus actos. Echarle la culpa a otro es un deporte nacional.Esta creencia deja de lado a la otra cara de la moneda: los integrantes de la sociedad misma que, así, no registran que no son muy diferentes de los acusados.Esa parte acusadora actúa como si los incriminados fueran seres extraterrestres o provinieran de otra cultura o sociedad. ¿Alguien los "importó" acaso?La realidad de lo que somos como sociedad en conjunto nos muestra que todos los culpados -en este caso los sindicalistas- se educaron en las mismas escuelas, tuvieron las mismas reglas de convivencia que el resto de la población.No hay razón alguna que justifique pensar que los representantes que la sociedad argentina elige -sea en el plano político, sindical o empresarial- puedan ser diferentes a los que son los propios argentinos.Antes de patalear por el enriquecimiento de los caciques sindicales, sería bueno dejar sentado que dichos sindicalistas no nacen de un repollo.Si el problema es la corrupción, si el sindicalismo es una estructura que sirve para apropiarse de dinero indebidamente, nos preguntamos: ¿no hay una sociedad que lo tolera y convalidad? ¿Qué dicen los afiliados de esos sindicatos?Y se puede ir más allá: aquellos gremialistas que se han alzado con fortunas personales, que no se condicen con su actividad como representantes de trabajadores, ¿no se han beneficiado acaso con un marco de impunidad política e institucional?Frente a este razonamiento, cabría interrogarse en realidad cómo es posible que los líderes sindicales argentinos -que son atípicos en Latinoamérica- hayan llegado a ser lo que son.Somos parte de una sociedad que construye creencias que la llevan a depositar en el afuera las causas de sus carencias. Rápidos en echarles la culpa a los demás, hemos descubierto de pronto que los malos de la película son los gremialistas.No queremos ver que éste es el sindicalismo que supimos conseguir.
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