El sistema penal como multiplicador delictivo
El número de presos que vuelve a cometer un delito es muy alto en Argentina. La tasa de reincidencia es, en el fondo, un certificado de defunción del sistema penitenciario. La escasa capacidad de reinserción del sistema penal se ve reflejada en una reciente estadística del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV), dependiente de la Universidad de Tres de Febrero.Han recaído en el delito casi uno de cada dos internos (46,5%) del Servicio Penitenciario Federal (SPF) y del sistema carcelario de la provincia de Buenos Aires, distrito que concentra casi el 50% de la totalidad de presos del país.En la investigación sobre "Delito, marginalidad y desempeño institucional en la Argentina", producido por el CELIV, se establece que el 50% de los reincidentes es detenido nuevamente antes de cumplir un año en libertad.La reincidencia es clave para analizar el éxito del tratamiento y la recuperación de las personas detenidas. Que un alto porcentaje de los que pasaron por el sistema penal vuelva a ingresar a la cárcel demuestra la ineficiencia del sistema penal.Para los expertos, queda claro de esta manera que el sistema penitenciario argentino no cumple con su objetivo principal de lograr la reinserción social del recluso."A partir de estos resultados -recomienda el informe del CELIV- debería estudiarse la efectividad de estos dispositivos como lugares de reinserción o corrección".Según una investigación de Clarín Data, firmado por Socorro Estrada, hay cada vez más reincidencia en las más de 250 prisiones del país. Y esto es discrepante con lo que se invierte en el sector penitenciario global, más de 10.000 millones de pesos por año (sin contar al menos 20 provincias chicas).Por mes cada preso argentino cuesta 30.000 pesos, pero es alto el porcentaje de los detenidos que vuelve a cometer delitos, y el 64,8% de los presos del país no trabaja, el 78,2% no se capacita y el 65% no estudia, según refiere Estrada.La conclusión de los estudios independientes sobre el sistema penal revela que la cárcel no es una solución al problema de la inseguridad sino un mecanismo multiplicador del delito.Y esto porque la mayoría de los presos, que fueron detenidos en general en situación de flagrancia por delitos de mediana gravedad y que en muchos casos son muy jóvenes, entran a la prisión con poca experiencia delictiva y salen especializados en violencia y crimen organizado."Muchas veces se ingresa a la cárcel por delitos absolutamente menores, y este es el inicio de una carrera que después -sin apoyo del Estado- parece irreversible", reconoce Francisco Mugnolo, Procurador Penitenciario de la Nación."La cárcel es un lugar donde se aprende a delinquir más y mejor" afirma en la misma línea Marcelo Bergman, director del CELIV. A todo esto organismos como el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) insisten que las cárceles están degradadas por un sistema de corrupción, maltrato y violencia.Por otro lado, las encuestas del CELIV revelan que las cárceles argentinas -como ocurre en otros países latinoamericanos- están pobladas en su mayoría por jóvenes de bajo nivel socieconómico.Muchos de ellos no asistieron a la escuela o alcanzaron sólo el nivel primario, al tiempo que la mayoría admite haber consumido alcohol y drogas antes de cometer el delito. Según el CELIV "el sistema captura pocos jefes de bandas o líderes de estructuras criminales, y detiene mayormente a eslabones menores de la cadena delictiva".
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