El tiempo nos iguala, pero no se vive igual
Somos iguales ante el tiempo -como lo somos ante la muerte- por su valor irrevocable e irreversible. Pero al mismo tiempo, cada uno lo experimenta de distinta forma, haciendo de su empleo algo opcional. "Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte/ contemplando/como se pasa la vida/ como se viene la muerte, tan callando". El fragmento de esta copla de Jorge Manrique, que lamenta la muerte de su padre, nos alerta sobre el final inevitable de cada existencia.La experiencia de la temporalidad abunda la literatura de todos los tiempos. Los poetas románticos suelen hacer de la soledad, la melancolía, la desilusión y el paso del tiempo, sus temas principales.El hombre está en el tiempo, el cual teje la vida y acerca a la muerte. Vivir es "esperar" un desenlace previsto, aunque incierto en su fecha precisa.Escribe Antonio Machado: "Al borde del sendero un día nos sentamos. / Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita / son las desesperadas posturas que tomamos / para aguardar... Mas ella no faltará a la cita".Cabría suponer que frente a la irreversibilidad del tiempo no hay privilegio ni favoritismo: la jornada tiene veinticuatro horas tanto para aquel empresario abrumado por responsabilidades, que se queja porque "no le alcanza el tiempo", como para el indiferente vagabundo, que nunca regula sus días por la marcha del reloj.Pero como se ve, más allá del tiempo externo y objetivo, la experiencia temporal tiene un alto componente subjetivo. Es un dato de la conciencia, es un hecho de percepción, y por tanto se puede hablar de un punto de vista del tiempo.Las cosas suceden en relación al sujeto, a su situación concreta, a su psicología, a su biología, a su sistema de valores y creencias, y a su propia experiencia.Así, en un mismo día podemos experimentar el tiempo de distinta manera. Cuando nuestra atención está absorbida por una actividad equis, al punto que no prestamos atención al reloj, sentimos al cabo que el tiempo ha pasado volando.Por el contrario, cuando focalizamos nuestra atención en dejar que el tiempo pase (como cuando esperamos nuestro turno para hacer un trámite) entonces sentimos que el tiempo transcurre lentamente.La psicología además presenta varias hipótesis que explicarían por qué experimentamos el tiempo de manera distinta cuando somos niños y cuando somos adultos.Para un niño de cinco años, un año es un 20% de su vida, mientras que para una persona de 50 años, un año es sólo 2%. Esta teoría del "ratio" fue propuesta por Jenet en 1877, y sugiere que de manera inconsciente calculamos los intervalos de tiempo de acuerdo al total del tiempo que hemos vivido.Por otro lado, y conforme el tiempo es una experiencia humana, se puede decir que una generación puede experimentarlo de distinta manera. Y entonces el tiempo es una cultura.Durante la Antigüedad el tiempo era un fenómeno biológico vinculado al ciclo de los eventos naturales: la salida y puesta del sol, la sucesión de estaciones, el nacimiento y la muerte. Por otro lado, el dicho de Benjamín Franklin de que "El tiempo es dinero" encaja perfectamente con los comienzos de la era industrial, en el siglo XVIII, a partir de la cual se hizo corriente poner el tiempo al servicio del dinero.Actualmente, en un mundo de abundancia, paradójicamente el tiempo se ha convertido en un bien escaso, fenómeno que se atribuye al exceso de trabajo o a la marea de estímulos externos.Como sea, el empleo del tiempo, más allá de los condicionantes, sigue dependiendo de cada quien.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios

