El tren pasó de nuevo y todos volvimos a quedarnos en el andén

Los guionistas ya avisaron que se viene la huelga. Es que no pueden creer que la realidad argentina haya superado cualquier ficción, imaginada o por imaginar. Si no fuera por lo bizarro sería para llorar. Al final nos queda la justicia. ¿La justicia? Jorge Barroetaveña Es que no hay muchos motivos para tener esperanza. Esos bolsos cargados de dólares oscuros de un tal José López, es lo que necesitó el Juez Rafecas para actuar, en una causa que llevaba años durmiendo en su escritorio. Se necesitó un llamado al 911 y dos policías honestos que no se dejaron coimear, para desbaratar un relato y la complicidad judicial en torno a la corrupción más evidente que alguna vez hayamos conocido en un gobierno constitucional.Lo de 'Lopecito' fue lo más brutal, evidente y bizarro que hemos visto. Y eso que tenemos experiencia en un país que cada tanto la clase dirigente se dedica a expoliar. Si todavía están contando las propiedades de Lázaro Báez, nacidas al calor de su connivencia con el poder político. ¿Alguien se acuerda que tenemos un ex vicepresidente a punto de ir a juicio oral y público por intentar quedarse con la máquina de hacer billetes? Que estuvo doblemente procesado mientras aún detentaba el cargo y su jefa, la Presidenta, jamás dijo una palabra sobre eso?¿Es necesario recordar que un señor llamado Ricardo Jaime y otro llamado Juan Pablo Schiavi fueron condenados por la justicia por ser responsables de la tragedia de Once que mató a 51 argentinos? Sin contabilizar los procesos que el mismo Jaime tiene por haber aceptado que cobró coimas de empresas privadas. O que existió una Ministra de Economía llamada Felisa Miceli que también fue condenada porque le encontraron unos cuántos dólares sin declarar en el baño de su despacho? Claro, Miceli, fue una triste aprendiz al lado de lo que vino después. ¿Nos olvidamos también que todavía está abierta una investigación judicial para saber qué diablos pasó con más de 200 millones de pesos del programa Sueños Compartidos de las Madres de Plaza de Mayo y los Schoklender? Un detalle apenas que, mágicamente, la causa se reactivó después que aparecieron los bolsos volando de 'Lopecito'.La lista podría seguir y es estremecedoramente larga como para no pensar que hubo un plan sistemático de latrocinio del estado. Es fuerte pensarlo, decirlo y seguramente mucho más comprobarlo. Pero son demasiados indicios. Ese plan, si se pudo concretar, total o parcialmente, contó con la complicidad de quiénes deben impartir justicia y de quienes se dejaron arrastrar por la corrupción. Las empresas y los empresarios que consintieron, callaron y se sumaron al sistema corrupto son una pata. La otra, los jueces que se dejaron coimear, presionar, comprar o simplemente miraron para otro lado. Por miedo, por amenazas o por las apretadas de los servicios. No importa. Sospechosamente son los mismos que actuaron igual en los '90 cuando la corrupción de la década menemista desbordaba. Es fácil arremeter contra el poder cuando ha dejado de serlo. Cuando los timbres los tocan otros o las chequeras cambian de firma. Estos mismos jueces que ahora se atropellan por procesar a ex funcionarios kirchneristas, no firmaron una sola resolución en los últimos doce años, pese a que las evidencias se les caían encima. Encima hay que bancarse a Oyarbide bailando y llorando por los canales, arrastrando a la justicia a un fondo todavía más profundo. Algún día la realidad le pasará facturas al Presidente Macri por haberle aceptado la renuncia a la magistratura, en lugar de someterlo a un proceso justo que la sociedad reclamaba.De semejante mescolanza apareció en medio de la oscuridad un tal 'Lopecito', que manejó la friolera de 100.000 millones de dólares mientras fue Secretario de Obras Públicas de la Nación en los doce años de poder kirchnerista. No era un pinche, no era un funcionario de segunda, era Néstor primero y Cristina después, igual o casi que Julio De Vido. Era el corazón del modelo, el encargado de administrar la plata para hacer escuelas y hospitales. Por eso fue más impúdica aún la imagen de los bolsos y las valijas llenas, repletas, rebosantes de plata. De dólares encima, en el país que estuvo prohibido comprarlos y en el que la misma Presidenta trató de miserable a un abuelito que pretendió regalarle 10 dólares a su nieto para ahorrar. ¡Qué paradoja! Ni siquiera en eso tuvieron la delicadeza de cuidarse. Pero, para muchos, hubo que ver para creer. Tampoco se dieron el lujo de evitar involucrar a la iglesia en el desaguisado.Es probable que, el kirchnerismo, tal como lo conocimos, haya dejado de existir el martes a la madrugada, en medio de la oscuridad del monasterio de General Rodríguez. Sin embargo, algo más enterró con sus actos el bueno de 'Lopecito'. Sin querer queriendo enterró las ilusiones de millones que creyeron ciega y honestamente en un modelo personalista que gobernó el país, por imperio del voto popular, durante doce años. Hubo que ver, cruda y bárbaramente para creer. Una pena, porque el daño colateral afecta a toda la clase política y no hace más que darle la razón a los que piensan (ahora con más fundamento) que los políticos son unos chorros de cuarta. Así no. Así tenemos hipotecado nuestro futuro y el de nuestros hijos. Ojalá fuera como en los cuentos donde los malos son bien malos y los buenos son bien buenos. Acá, el que tenía que mostrarnos eso, brilló por su ausencia. La corrupción no sólo mata personas. Mata sueños. Lástima, el tren pasó de nuevo y volvimos a quedarnos en el andén.
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