EDITORIAL
El valor preventivo de la higiene de manos
El 15 de octubre se celebra el Día Mundial del Lavado de Manos, para recordar que este gesto tan sencillo y cotidiano, al interrumpir la cadena de transmisión de enfermedades, tiene la capacidad de salvar vidas.
Las manos actúan como vectores que portan organismos patógenos causantes de enfermedades que se pueden contagiar de persona a persona, ya sea a través del contacto directo o indirectamente mediante superficies. Se calcula que cada año mueren 840.000 personas, sobre todo en países en vías de desarrollo, por enfermedades que se podrían evitar con el simple gesto de lavarse las manos con agua y jabón. Los sanitaristas insisten que no debe existir un expediente profiláctico más barato, y esto porque sólo requiere la disponibilidad de agua potable y jabón. Es el método recomendado para enfrentar gérmenes, virus, bacterias y parásitos que existen en el entorno, los cuales pueden atacar al organismo humano, y en un grado extremo llevarlo a la muerte. En cada centímetro cúbico de los escritorios, sobre los teclados de las computadoras o en los picaportes puede haber alrededor de 3.000 gérmenes. En tanto que ciertos virus pueden sobrevivir más de 20 minutos en la superficie de los objetos. Los expertos sostienen que el lavado de manos es un problema de concientización y no de acceso a los recursos. Incluso en los países desarrollados, donde abundan los medios, tampoco es una práctica higiénica muy extendida. Según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el lavado de manos con jabón, en esos países ricos, no pasa del 34% de la población, un porcentaje escaso. No es un dato menor la presencia del jabón. Y esto porque el agua sola no garantiza una buena higiene. Enjabonarse las manos, en cambio, implica más tiempo de lavado, y el fregado barre con los gérmenes. El proceso básico de un buen lavado de manos, según los sanitaristas, consta de cuatro pasos. Primero hay que mojarse las manos con agua. Segundo, con jabón sólido o líquido, se deben enjabonar las palmas y el dorso, entre los dedos y hasta las muñecas; y cepillarse debajo de las uñas. Tercero, enjuagarse con abundante agua. Y por último, secarse con toallas descartables, aire caliente o sólo sacudir las manos. Según los especialistas, el uso de líquidos antibacteriales, como el alcohol en gel, puede ser un sustituto transitorio, pero nunca reemplaza al lavado de manos. Esta simple práctica higiénica –realizada especialmente en los momentos críticos: después de usar el inodoro, antes de manipular alimentos y cuando se ha estado en lugares públicos (transporte, comercios, cajeros automáticos, etc.)- es una intervención clave y efectiva que salva vidas. Previene, por ejemplo, enfermedades diarreicas. Hay que pensar que los microbios que provocan diarrea ingresan por la boca, a través de las manos que han estado en contacto con materia fecal, agua contaminada, alimentos crudos o utensilios de cocina mal lavados. Se sabe también que muchas infecciones en la piel o en los ojos, y las enfermedades causadas por gusanos y parásitos de los intestinos, disminuyen con esta práctica. El lavado de manos es además una excelente medida de profilaxis para evitar enfermedades respiratorias como gripe común y gripe A (H1N1), resfríos, bronquitis, neumonía, entre otras.
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