El Viejo Continente vive días agitados
La crisis económica se propaga mientras la revuelta social va in crescendo. La Europa del desarrollo cruje ante un ajuste que deja atrás años de prosperidad, al tiempo que alimenta una visión sombría sobre el futuro.Las noticias que llegan allende el Atlántico dibujan un cuadro de situación que se asemeja a un "fin de época". Se huele por todos lados una sensación de derrumbe, de caída libre del estado del bienestar europeo.La movida de los "indignados", que comenzó en España y ahora repica en todo el continente, sintetiza el malestar social, ante gobiernos desconcertados que miran el fenómeno con recelo.Ese movimiento, según algunos especialistas, parece destinado a convertirse en una verdadera epidemia, como ocurrió con la rebelión juvenil de mayo de 1968, que pidió una reinvención de la sociedad.El malo de la película, como aquella vez, es el capitalismo, el mismo sistema que paradójicamente sacó a los europeos, sesenta décadas atrás, de la ruina material en que los dejó la Segunda Guerra Mundial, tras la locura hitleriana.Desde entonces los europeos, sobreponiéndose a la tragedia, no sólo han apostado a la reconstrucción de sus propios países, obteniendo resultados sorprendentes.Paralelamente han emprendido una vasta empresa de unificación, de asociativismo continental, quizá como respuesta política al conflicto que llevan aparejados los nacionalismos belicistas.Lo que hoy tiembla, justamente, es la arquitectura económica toda de la Unión Europea (UE), esa especie de superestado que nuclea a gran parte de los países del Viejo Continente, sobre todo en torno al euro, la moneda común.La percepción que existe es que el capitalismo europeo, alabado hasta acá por su cohesión social, ha venido siendo fagocitado por las fuerzas incontrolables del mercado financiero, ante cuya avidez se doblegan los presupuestos estatales.Al menos esa es la lectura que tienen los "indignados", que confluyen en un solo grito contra los bancos y los financistas, a quienes responsabilizan por el ajuste social.Así como el filósofo Herbert Marcuse hace algo más de 40 años, con el libro "Eros y civilización", inspiró a la generación del Mayo Francés del '68 contra la alienación del sistema, la movida de hoy también tiene su profeta.Se llama Stéphane Hessel, un hombre de 93 años, cuyo librito "¡Indignaos!", de no más de 32 páginas, encabeza la lista de best-sellers en varios países de Europa.Hijo de una familia alemana que emigró a Francia, Hessel fue resistente contra los nazis, diplomático francés y militante de "causas perdidas", como él mismo se define.
Su libro es un catálogo de denuncias contra la vida moderna: las crecientes diferencias de riqueza entre ricos y pobres, la falta de humanidad con las minorías perseguidas, la dictadura de los mercados financieros, las amenazas que pesan sobre los sistemas de seguridad social y jubilación, los riesgos ecológicos que enfrenta el planeta.Un síntoma de que el sistema de bienestar europeo está declinando es la sorprendente exhortación que acaba de hacer el primer ministro británico, David Cameron.Sin anestesia, el funcionario pidió a las familias de desempleados del país que dejen de tener hijos y no esperen que el Estado se haga cargo de ellos a través de subsidios públicos.Cameron declaró a la cadena inglesa ITV que es "incorrecto" que aquellas familias "que se resisten" a tener un empleo "esperen que el erario británico financie sus estilos de vida sin límites".En suma, crece la impresión de que el "estado de bienestar", ese feliz invento europeo de la posguerra, parece haber entrado en fase de terapia intensiva.
Su libro es un catálogo de denuncias contra la vida moderna: las crecientes diferencias de riqueza entre ricos y pobres, la falta de humanidad con las minorías perseguidas, la dictadura de los mercados financieros, las amenazas que pesan sobre los sistemas de seguridad social y jubilación, los riesgos ecológicos que enfrenta el planeta.Un síntoma de que el sistema de bienestar europeo está declinando es la sorprendente exhortación que acaba de hacer el primer ministro británico, David Cameron.Sin anestesia, el funcionario pidió a las familias de desempleados del país que dejen de tener hijos y no esperen que el Estado se haga cargo de ellos a través de subsidios públicos.Cameron declaró a la cadena inglesa ITV que es "incorrecto" que aquellas familias "que se resisten" a tener un empleo "esperen que el erario británico financie sus estilos de vida sin límites".En suma, crece la impresión de que el "estado de bienestar", ese feliz invento europeo de la posguerra, parece haber entrado en fase de terapia intensiva.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios