En el día de su nacimiento: Carta a Scalabrini Ortiz
Querido Raúl: Hace tiempo que quiero decirte algunas cosas y no encontré mejor oportunidad para hacerlo que hoy -14 de febrero-, día en que se recuerda de tu nacimiento.José María BlancoVos te fuiste de este mundo (1959) pocos días antes que yo cumpliera ocho años de edad y confieso, que recién supe de tu existencia siete años más tarde (1966), cuando yo ya estaba cursando el tercer año de la escuela secundaria y no fue -lamento decirlo- porque alguno de mis profesores me hubiera hablado de vos o de tu obra (mucho después pude darme cuenta que era inmensa), ya que no "figuraban" en ninguno de los programas de estudio, sino por un hecho casual.Resulta que en aquel tiempo gobernaba una dictadura (Onganía), y fue apenas unos días después de haber recibido mi primer bastonazo en el lomo, que llegó a mis manos un "panfleto" que reproducía unos cuantos pensamientos tuyos, en los que pude descubrir un nuevo lenguaje. Fue un instante mágico, porque nadie -hasta ese momento- me había hablado de ese modo y así pude entender que "la patria" era muchísimo más más que el himno o la bandera.Allí te referías al 17 de octubre de 1945, pintando un paisaje urbano hasta entonces desconocido ("...era el subsuelo de la patria sublevado... cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto...Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón"), y gracias a esas palabras tuyas, fue que yo pude comprender que aquella Argentina con movilidad social ascendente -de la cual yo era "hijo natural"- fue producto de la lucha y la visión de tipos como vos. También contribuiste con ello, a que me diera cuenta que la mayoría de las resistencias populares a los procesos autoritarios -funcionales a la entrega del país-, fueron (y aun lo son) casi siempre llevadas a cabo por un mismo signo político y es el que abraza tus ideas. Nadie me lo había explicado antes, mi viejo había muerto siendo yo muy chico y no pudo hacerlo.En 1936 (plena década infame) lanzabas una tremenda y premonitoria proclama que años más tarde se convertirían en banderas para el campo nacional, donde decías: "La restauración argentina sólo podrá cumplirse sobre la base de la soberanía popular, la emancipación económica y el imperio de la justicia social. Hay que sentir y obrar como argentinos. Contra los nativos vende patrias, y contra todo imperialismo. Somos una Argentina Colonial, queremos ser una Argentina Libre".Sin embargo, tuve que esperar hasta 1970 para encontrar algo sistematizado sobre tu vida y tu obra: en ese entonces apareció un libro (Vida de Raúl Scalabrini Ortiz), escrito por un ignoto (en aquel entonces) Norberto Galasso, a quién, dicho sea de paso, le debemos que vos y muchos de tus amigos (Ugarte, Discépolo, Jauretche, Hernández Arregui, Ortiz Pereyra y otros) permanezcan en la memoria del pueblo. No está demás decirte que "ese" libro fue prohibido por la dictadura genocida (1976), la misma que decidió desalojar (1978) a "Mecha" (tu esposa) de la casa que ustedes habitaron en Olivos, para entregarla al Obispado de San Isidro, pero como ella tenía una dignidad solo comparable con la tuya, agarró un aerosol rojo y escribió en las paredes blancas del escritorio donde vos trabajabas, un mensaje punzante como una puñalada en el corazón del país cipayo: "Aquí se defendió la patria".Te cuento además, que hoy (2013), en que el país viene recuperando la senda de dignidad soberana que vos soñaste, y aunque resta mucho por hacer, algunos miembros de la corporación político-mediática (que nunca dejaste de denunciar), alineados detrás de parámetros éticos y estéticos ajenos ("propios del colonizado", como vos decías), se exhiben jugueteando con metáforas de abstracciones patéticas y se esfuerzan por alentar la construcción de una fábula opositora al gobierno. Ellos, que operan como fieles guardianes del cambio para que nada cambie, proponen soluciones desde la misma matriz que generó los problemas y auto presumiéndose cual monopolizadores de una verdad absoluta que esconde agazapada una intencionalidad siniestra, defienden sin pudor (ni escrúpulos) el paradigma del desastre. Pareciera que no fueron suficiente muestra nuestras tragedias del pasado, ni las desventuras europeas del presente. Pareciera que nunca te leyeron o mejor dicho sí, te leyeron, y porque saben lo que pensás te mantienen oculto, lejos del alcance de las nuevas generaciones de argentinos.Estos disciplinados del siglo XXI (versión moderna de los "civilizados" sarmientinos), minimizan hasta el desprecio cualquiera de los muchos logros del gobierno actual y lo hacen desde la misma cosmovisión que en otro tiempo sirvió para justificar el exterminio de la Guerra del Paraguay (1864), los bombardeos de Plaza de Mayo (1955) o las atrocidades de la Dictadura Genocida (1976). Son los mismos intereses que callaron a Moreno, a Artigas, a Fragueiro, a Jauretche, a vos y a tantos otros, que pudieron habernos ayudado a recorrer la "otra ruta de Mayo", metáfora con la que -genialmente- describiste al "otro" país posible, antagónico del diseñado por Rivadavia y por Mitre.Ninguna de tus afirmaciones fueron hechas en abstracto, las sustentabas en base a cifras y datos de impactante rigurosidad. Desnudaste como nadie nuestra matriz de dependencia y tu aporte al movimiento nacional y popular fue tan extraordinario ("el descubridor de la realidad nacional", te definió Jauretche, "el gran fiscal de la patria", dijo Hernández Arregui), que hasta el mismísimo general Perón, quien reprodujo escritos tuyos en su libro "Los Vendepatrias", te escribió en una carta: "...a usted le cabe el honor del precursor, el formador de una promoción que alimentó la revolución nacional", pero siempre y gracias a tu exquisita pluma, fuiste capaz de provocar -con tu lenguaje claro y simple- un estallido patriótico en el corazón de cualquier argentino y por eso, de aquí en más solo voy a limitarme a transcribir algunos de tus pensamientos que, como la gran mayoría de ellos, mantienen su absoluta vigencia en el presente."Supongamos que a un espectador sensible e inteligente pero ignorante de la técnica musical escucha por primera vez la ejecución de una sinfonía. La ola de acordes despertará en su sensibilidad un mundo de intraducibles perspectivas. Los sonidos se transfundirán en imágenes y es posible que lo envuelva la cromática turbamulta de sonidos y de luces en que el orden de recuerdos y esperanzas se subvierte en la cadencia de las sinfonías. Pero si el espectador permite mantener en vigilia su observación, se asombrará de la disciplina estricta que rige ese aparentemente caótico mundo de sonidos. Se asombrará de la puntualidad con la que cada instrumento comienza a sonar o se calla y de la exactitud del timbre y del volumen del sonido que cada grupo ejecutante aporta la voz conjunta de la sinfonía. Hay allí un orden y un plan al que se subordinan todos, desde el imperante bombo y el timbal que redobla como si resonara al frente de un ejército, hasta el director que se desarticula en el geométrico vaivén de la batuta. Cada uno maneja individualmente su instrumento y tiene su función, pero todos obedecen puntillosamente los dictámenes de un texto que solo es inteligible para los músicos. Quien verdaderamente manda allí, no está presente. Ellos no son nada más que intérpretes de una voluntad escrita en un lenguaje solo por ellos inteligible.Muy semejante al de la música es el espectáculo intelectual y la técnica de la política. Cada político maneja un instrumento de sonoridades, timbres y voces particulares. Cada uno es distinto de los otros, independiente, y aparentemente libre de ejecutar lo que se le ocurra. Pero esa es una ilusión falaz que solo puede engañar al que ignora las leyes de un concierto político. Parecen libres, como los músicos de la orquesta. Pero si están en la orquesta, es porque están concertados, es decir, armónicamente combinados en las ulterioridades de la sinfonía política. Soplan en la flauta, no cuando quieren, sino cuando les corresponde soplar. Un artículo inocente, una editorial sin trascendencia, un antecedente aportado por un jurista, un ensayo, una opinión colateral, son modulaciones que se sincronizan en la gran voz de la publicidad, cuya resonancia ahoga el genuino clamor de la necesidad nacional"."Es en estos países coloniales donde más se habla de libertad y de democracia. Pero no de libertades concretas y efectivas de los individuos ni de verdadera democracia en cuanto ella significa respeto al pueblo, reconocimiento de que su voluntad es la única fuente de poder. Se trata de libertad para que el dominador pueda imponer su política represiva y extender su voluntad de extenuación. Libertad para la acción de sus monopolios, libertad para imponer precios de conveniencia, libertad para desbaratar toda tentativa de organización resistente. En una palabra: libertad de acción para el capataz de los esclavos, no para los esclavos"."Entre nosotros -y esa es una característica de los pueblos coloniales- las generaciones nacen y se suceden sin relación de experiencia con las generaciones que la precedieron, tal como pollos de incubadora. La historia que es la gallina madre de los pueblos es, entre nosotros, un relato casi mitológico en cuyo ámbito de irrealidad luchan los malos contra los buenos. Generalmente los malos son los que de alguna manera se connaturalizan con el pueblo. Y los buenos, los que no entorpecieron con extemporáneos reclamos populares el arrollador avance del capital extranjero 'indispensable para nuestro progreso'. Es una historia casi edénica, donde los personajes están delineados con la perfección del buril, libre de toda debilidad humana. No tienen jamás una muela picada, ni necesitan dinero para realizar leva de tropas, publicar diarios, viajar y vivir. Es una historia tan intelectualmente artificiosa que no enseña nada, porque la vida está ausente de ella".Quiero finalizar con una magistral síntesis tuya, que le dedicaste a ese ser entrañable, "productor" de inteligencias superlativas, que fue Macedonio Fernández, pero que bien podría servir para el presente:SE NECESITA UN MAESTRO:Sí, pero uno de los nuestros, a quien escuchar, de los que hayan sufrido los mismos quebrantos, los mismos abatimientos, las postergaciones sin límites.Maestros, no fonógrafos repetidores de dogmas, de mitos, de teorías.Uno de los nuestros, listo de compasión e indulgencia.Uno de los nuestros, mejor que nosotros, se necesita.¡Preséntese!Desde este pedacito de patria militante, llamado Paraná, donde viviste gran parte de tu infancia y en la que aun resuenan tus pasos y tu voz (cualquiera que camine por el doscientos de la calle Buenos Aires puede oírte) y desde esta provincia de Entre Ríos que vos tanto amaste y que te dio trabajo como agrimensor (para alimentar a tus hijos) cuando la superestructura cultural te había cerrado casi todas las puertas, quiero decir en el nombre de muchos:Honor eterno y gratitud infinita a Raúl Scalabrini Ortiz. Este también es su tiempo!.
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