ANÁLISIS POLÍTICO
En la tierra de los caudillos falta un valiente que agarre la batuta

La enjundia opositora por auto boicotearse sigue viento en popa. Llamativamente, con la mesa servida para ganar una elección que podría ser la más fácil de la historia, optan por pegarse tiros en los pies. La irresuelta interna de Cambiemos en CABA y la Provincia de Buenos Aires hipoteca la victoria en la general. Ahora se sumó Córdoba con sus propias internas. ¿No es demasiado?
Por Jorge Barroetaveña
El tembladeral económico que vive la Argentina quizás pase desapercibido ‘para la casta’ como sostiene Milei. El término despectivo que utiliza el libertario hace brotar a todos por igual. Oficialistas y opositores, salvo honrosas excepciones. Es que cuando Milei utiliza esa terminología en realidad no se está dirigiendo a ellos, sus pares al fin y al cabo, sino a los miles de potenciales votantes enojados con la ineficacia del sistema. Es una forma más de establecer empatía con esa sensación, mezcla impotencia e indignación, que podría guiar el voto este año.
Cristina, la Vicepresidenta, recogió el guante desde La Plata la semana pasada. Fue el único momento del discurso en el que levantó la voz, y apeló a ese rasgo actoral que la caracteriza. Le sirvió bien para colocar a Milei en la mira y espolearlo para debilitar a Cambiemos.
Sabe, como todos a esta altura, que la presencia disruptiva del nuevo político, profundiza la grieta y la multiplica por tres. Equilibrio peligroso que podría terminar con el peronismo afuera de la segunda vuelta. Pero es un riesgo que quieren correr.
Mientras la fecha del cierre de listas se acerca, la operaciones cruzadas en la oposición de multiplican. Se perciben vacías las fotos de circunstancia, posando sonrientes. A la salida vuelven las chicanas y los cruces públicos. Un reflejo sería lo que está pasando en Córdoba, donde la buena resolución entre De Loredo y Juez, ha mutado en tensión por la reaparición de viejas diferencias. Tanto que el titular del PRO terminaría por apoyar la candidatura de Schiaretti. Todo puede pasar en la dimensión alejada en la que viven muchos políticos.
En CABA todos orejean las cartas. Larreta se resiste a hacer lo que quiere Macri y le sigue jugando al fleje. Renunciada Vidal a su débil candidatura presidencial, alguien la imaginó como prenda de unión en la Jefatura de Gobierno. Nada que ver. Larreta no quiere saber nada. Lo interpreta ahora como una cuestión personal de reafirmación de su autoridad. Ve en un futuro próximo lo que quiere para su presidencia y es justo. No quiere interferencias.
En Cambiemos siguen tanteando a ciegas con Milei. No saben qué hacer con él. Observan inermes el fenómeno y hasta contribuyen a él con sus propios yerros. Bullrich y Macri intentaron desde el principio un acercamiento, aunque el libertario con sus declaraciones tampoco contribuye demasiado. Hablar de la ‘venta’ de órganos o de la desaparición de la escuela pública, no le sirve a nadie, ni al propio candidato anti casta. La dolarización es un debate económico que instaló exitosamente, ahora, proponer cerrar el Banco Central parece mucho. No hay país en el mundo que lo haya hecho, aún los más capitalistas.
Cuando Milei transita esos bordes, lo convierten en alguien imposible de poder conciliar. Ni siquiera es posible imaginar cómo, sin gobernadores que lo apoyen y sin mayoría en el congreso, podría llevar adelante los cambios radicales que propone. Ni el plebiscito ni el referéndum son herramientas suficientes. Podrían serlo para casos puntuales, más no para encarar reformas de fondo. “Si no me dan el ok aplico el Plan Motosierra”, aclara amenazante. Los más osados sospechan que, viéndose derrotado, el peronismo es capaz de votar en masa por Milei, para que todo se vaya al diablo. Mentes afiebradas hay en todos lados. Sería suponer que a la gente la llevan de las narices a votar por una cosa u otra. Forma parte de la habitual subestimación que la política hace del electorado.
Pensar al peronismo tercero y fuera de la segunda vuelta, pondrá en el tapete su existencia como tal y hasta su reformulación ideológica. No va a desaparecer claro, aunque le servirá para definirse por alguna de sus múltiples caras. La coalición que reunió el Frente de Todos no funcionó no sólo por cuestiones operativas, sino también por debates ideológicos irresueltos. La falta de liderazgo contundente y el contexto desfavorable hicieron el resto.
Casi como un karma en la tierra de los caudillos, la política argentina hoy debate liderazgos. Corridos Cristina y Macri, hay que ver quién tomará la posta. “Esto no lo arregla un solo partido”. Latiguillo habitual de los dirigentes. Puede que tengan razón, pero no hay nadie capaz, hasta ahora, de amalgamar cuatro pensamientos comunes, que todos estén dispuestos a respetar si llegan al poder. Ese desierto de liderazgo que atravesamos hoy clama al cielo.