En nombre del Partido
Por Osvaldo Chesini (*)
opiniónCuando la militancia y el Partido son dos líneas paralelas, no hay punto de unión posible.La discusión electoral que desgrana el calendario y las estructuras y deja a la intemperie la crisis partidaria del justicialismo expone los últimos coletazos de una asténica hegemonía que, con artilugios gatopardistas, pretende apoderarse de los signos, sin advertir que las instituciones, cualquiera fuera su cometido, no son otra cosa que una resultante de la acción de los hombres que la constituyen.
La simbología del Partido Justicialista no está puesta en sus cargos partidarios sino en la interpretación social, política y económica de la realidad. Y, es allí donde se concentra la esencia del poder partidario: En la posibilidad de reflejar acciones políticas que respondan a la demanda del pueblo, para lo que será indispensable desterrar el discurso unívoco y el monólogo.
La tensión, entonces, entre el ejercicio del poder real y el discurso, se soluciona en la legitimidad que natural y espontáneamente otorga el afiliado a un dirigente. En ese entramado, en esa relación personal, está el verdadero Partido Peronista. Sabemos que la apropiación, es un atajo del poder para llegar a un destino desdibujado cuando faltan casi dos años para una elección, pero como dice el refrán "no por mucho madrugar, amanece más temprano".
No nos preocupa a los peronistas que nos ocupen el partido. Nuestro sello, del que antes renegaron, no es la casa, Nuestro hogar siempre fue la calle y el mano a mano. Habrá quienes lejos de la gente, se ocultan en la generosidad del escudo mientras otros reconstruimos el significado del peronismo que, frente a la concentración de poder, se manifiesta como oposición, aporta a la institucionalidad y se consolida como fuerza viva y militante. En la cuadratura del círculo, sabrá cada uno encontrar su vértice. (*) SenadorDepartamento GualeguaychúPeronismo Federal
opiniónCuando la militancia y el Partido son dos líneas paralelas, no hay punto de unión posible.La discusión electoral que desgrana el calendario y las estructuras y deja a la intemperie la crisis partidaria del justicialismo expone los últimos coletazos de una asténica hegemonía que, con artilugios gatopardistas, pretende apoderarse de los signos, sin advertir que las instituciones, cualquiera fuera su cometido, no son otra cosa que una resultante de la acción de los hombres que la constituyen.
La simbología del Partido Justicialista no está puesta en sus cargos partidarios sino en la interpretación social, política y económica de la realidad. Y, es allí donde se concentra la esencia del poder partidario: En la posibilidad de reflejar acciones políticas que respondan a la demanda del pueblo, para lo que será indispensable desterrar el discurso unívoco y el monólogo.
La tensión, entonces, entre el ejercicio del poder real y el discurso, se soluciona en la legitimidad que natural y espontáneamente otorga el afiliado a un dirigente. En ese entramado, en esa relación personal, está el verdadero Partido Peronista. Sabemos que la apropiación, es un atajo del poder para llegar a un destino desdibujado cuando faltan casi dos años para una elección, pero como dice el refrán "no por mucho madrugar, amanece más temprano".
No nos preocupa a los peronistas que nos ocupen el partido. Nuestro sello, del que antes renegaron, no es la casa, Nuestro hogar siempre fue la calle y el mano a mano. Habrá quienes lejos de la gente, se ocultan en la generosidad del escudo mientras otros reconstruimos el significado del peronismo que, frente a la concentración de poder, se manifiesta como oposición, aporta a la institucionalidad y se consolida como fuerza viva y militante. En la cuadratura del círculo, sabrá cada uno encontrar su vértice. (*) SenadorDepartamento GualeguaychúPeronismo Federal
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