En vigencia: Los problemas están, para bien o para mal, existen y lo peor es negarlos
Más allá de las motivaciones nunca para ningún gobierno, sea cual sea su origen, es fácil tener en la calle a cientos de miles de personas. Sin rostros visibles, apenas la ausencia opositora, esa masa inasible de reclamos dejó al descubierto un grave problema del sistema político argentino: todavía no se recuperó de la catástrofe del 2001.Jorge BarroetaveñaHabría que poner en la balanza todos los elementos que dejó como saldo la movilización multitudinaria del 8N. No tuvo ni tiene rostros visibles. Se organizó a través de internet, una modalidad que le cuesta digerir a nuestros políticos tradicionales (oficialismo y oposición) y estuvo impulsada por partidos políticos opositores. ¿Pero cuál fue su verdadera influencia? Si Macri o cualquiera de ellos tuvieran semejante convocatoria, hoy estaríamos hablando en otros términos. No alcanza pues ese argumento para restarle entidad a los reclamos o para ningunearlos adjudicándoles oscuras intenciones. A los grupos reaccionarios, también les comprende las generales de la ley. En una multitud heterogénea y sin conducción visible, se mezclan todas las expresiones, desde las más irritadas hasta las más prudentes. Hasta los desbordes del final, con condenable agresión a periodistas inclusive, forman parte del variopinto escenario que se vivió el jueves en las calles dela Argentina.El argumento oficial preferido fue echarle, otra vez, la culpa a los medios de comunicación y en especial a Clarín. Otra pregunta habría que hacerse. ¿No es tan descalificante decir que todos los que van a las marchas del gobierno forman parte de la militancia rentada como que los que ganaron las calles el jueves fueron llevados de las narices por los medios de comunicación?. Este argumento, o ambos, incurren en una desvirtuación peligrosa y en el menoscabo de los ciudadanos y la formación de su criterio propio. La realidad, con los medios, los periodistas y los intereses a cuestas, tiene un límite: la propia realidad. Nadie necesita que le cuenten cuáles son sus problemas, sus demandas y sus insatisfacciones. Pensar que eso es posible es luchar contra los molinos de viento y asegurarse de entrada el fracaso de la aventura. Más tarde o más temprano, la vida cotidiana termina por imponerse y no hay nada que pueda contra eso.Hay algo rigurosamente cierto en el saldo que dejó el 8N: esa masa de gente todavía no encuentra cómo canalizar sus demandas y lo hace de la forma más sencilla que conoce: saliendo a la calle a protestar. Es un instrumento que la democracia argentina paga con creces y deja buenos dividendos desde que los piqueteros nacieron hace 20 años en el sur del país. Cada uno reclama por cómo le ajusta el zapato, pero quién puede negar que la inseguridad preocupa, tanto como la inflación? Después se suman otros reclamos que tiene que ver con la baja calidad institucional de nuestra democracia, que se arrastran desde hace años: justicia dependiente del poder político, con su correlato de corrupción en el estado. Los modos del kirchnerimo también aportan lo suyo, aunque eso entra dentro del campo de las subjetividades.¿Quién se va a parar al frente entonces de todas estas demandas? El gobierno ya anunció que no, que eso es una responsabilidad de la oposición.La Presidenta, el viernes incluso, le pidió al resto de la dirigencia política que se haga cargo de los reclamos y optó por restarle importancia a la magnitud de la movilización. Lejos de transmitir reflexión sobre los pedidos, optó por fugar hacia delante y redoblar la apuesta. Este es el modelo y si no les gusta, lo lamento, preséntese a elecciones y ganen, fue el mensaje. Lo mismo que se encargaron de transmitir los voceros oficiales que no se apartaron una coma del razonamiento de su jefa.La oposición, claramente, tampoco ha podido canalizar hasta ahora ninguna de las demandas. Macri, el principal referente opositor, transita por los caminos de la ambigüedad. Se pelea con el gobierno nacional pero acuerda por debajo de la mesa apoyos de ida y vuelta. Binner todavía tiene que apagar el incendio de su provincia con el escándalo de narcotráfico y los radicales también tienen su propio karma. El sistema bipartidario dela Argentinanunca más se recuperó del golpe del fracaso dela Alianza, aunque el peronismo con sus múltiples caras también contribuye. ¿Cuál es el verdadero peronismo? ¿El de Kirchner estatizador?, ¿el de Menem privatizador?, ¿el de aquel Perón 'león herbívoro' que volvió en 1973?, ¿el del combativo y atropellador de 1945? Es todo y al mismo tiempo es nada. En esos pliegues se diluye la posibilidad de tener un sistema de partidos estable.Frente a esta confusión. ¿Alguien puede sorprenderse de la magnitud que alcanzó la protesta? Para ningún gobierno es bueno tener semejante cantidad de gente en la calle y no se puede gobernar con tranquilidad en un estado de asamblea permanente. Esos reclamos deben ser escuchados y canalizados, a través de las múltiples formas que ofrecen las democracias participativas modernas, que no son sólo votar cada dos años.Sin embargo, hubo un hilo invisible que atravesó las calles el jueves, y que muchos carteles lo dejaron colar: la mentira. Los problemas de cualquier índole o naturaleza sólo se reconocen a partir de su aceptación. La negación implica cancelar su existencia y por ende su solución. La mentira rebela y exacerba más las pasiones. Casi que es negar la existencia del otro. Es el peor pecado que un político puede cometer.
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