Entre la avaricia y el despilfarro
Si la riqueza suele abrir posibilidades para el disfrute y el ocio, ¿cómo se entiende a Yu Youzhen (53 años), que pese a ser millonaria trabaja de barrendera para "dar ejemplo" a sus hijos?La historia que cuenta la agencia EFE tiene todos los condimentos de una verdadera noticia, en el sentido de que se sitúa fuera de lo normal y es de algún modo algo inaudito.Yu Youzhen (53 años), residente en la ciudad de Wuhan (centro del país) y cuyas propiedades están valoradas en millones de dólares, trabaja desde hace 15 años como limpiadora del Buró de Administración Urbana por un sueldo de 1.420 yuanes (228 dólares).¿Qué le pasa a esta mujer? ¿Acaso no piensa disfrutar de la fortuna acumulada? ¿Cómo es posible que pudiendo vivir regaladamente, en lugar de ello se dedique a barrer cada día tres kilómetros de calle?"Quiero ser un ejemplo para mis hijos. No quiero sentarme ociosamente y dilapidar mi fortuna", señaló Yu en una entrevista. Y añadió que no quiere que sus vástagos tengan la impresión de que conseguir dinero de las rentas es una forma de vida.Se diría que esta señora china no está contra el dinero sino contra sus posibles efectos nocivos sobre la vida. Habla de no dilapidar y con su sorprendente conducta intenta trasmitirles ese concepto a sus hijos.¿Acaso teme que la riqueza los corrompa, como ocurre en tantos casos donde la abundancia económica deja inermes a los herederos, quienes tras una orgía de derroche, acaban en la ruina moral y material?Esta sencilla historia lleva a considerar que las posesiones son de doble filo y que para gobernarlas, y no ser "dominadas" por ellas, se requiere de una ética consecuente. ¿Pero el caso de Yu no se asimila a la tacañería, que es otro de las servidumbres que la riqueza impone a sus adoradores?"Mezquindad, inclinación a realizar los menores gastos posibles". Así define el diccionario a esta conducta vinculada a la avaricia, que puede ser tan ruinosa y sórdida moralmente como su opuesto.Son los dos extremos peligrosos alrededor del dinero, que pueden envilecer a las personas y los grupos humanos: vivir para acumular, por un lado, o para dilapidar por otro. La primera concepción da lugar al avaro.Se trata de una persona tan poco dispuesta a gastar dinero, que incluso renuncia a tener comodidades básicas. La literatura suele dar una imagen hiperbólica de personajes adinerados y codiciosos que viven en la miseria con el fin de ahorrar. Es el caso de Ebenezer Scrooge de Charles Dickens.En tanto malgastar, derrochar el dinero y los bienes, es entregarse por el contrario al consumo abusivo y desarreglado, en cosas que ponen en riesgo la seguridad material de las personas y las familias. ¿Es el fantasma, acaso, que quiere aventar Yu Youzhen?La pregunta que cabría hacerse, a esta altura, es si las personas estamos condenadas a fluctuar, frente al dinero, entre la tacañería y el derroche. Se trata de un dilema ético difícil de resolver.Aristóteles diría que ante un conflicto entre los extremos, la conducta correcta debe situarse en el medio. El filósofo griego identifica la "virtud" (areté) con el "hábito" (héksis) de actuar según el "justo término medio" entre dos actitudes extremas, a las cuales denomina "vicios".Esta fórmula ética condenaría tanto la prodigalidad (o el gasto imprudente) y la avaricia, las que aparecen como excesos. Una economía recta, para las personas y las familias (y para los países), escogería un camino distante respecto a estos dos vicios.
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