Esas revoluciones que acaban en opresiones
La revolución cubana, como la bolchevique en su momento, parece no escapar a la lógica de esos movimientos libertarios que, tras inicios prometedores, devienen en burocracias intolerables.El Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, del que se esperaba que motorizara cambios significativos para el futuro de la isla, ha desilusionado a los que ansiaban una apertura franca del régimen.Al parecer, la identificación entre Partido, Gobierno y Estado sigue gozando de excelente salud. El monopolio político, tras 50 años de ejercicio omnímodo del poder, sólo pretende sobrevivir."La revolución cubana, ahogada por el régimen". Así describió la situación en un artículo Claudia Hilb, profesora de teoría política de la UBA, e investigadora del Conicet.Allí habla del "poder de la gerontocracia revolucionaria" que no quiere largar el control del Estado. Lo novedoso del Congreso es la apertura controlada de la economía (cuentapropismo, inversión extranjera).La medida aparece como una salida desesperada del régimen ante una población ahogada por restricciones de todo tipo, y una forma de aliviar la carga de un súper-Estado quebrado.Pero el dominio político férreo de la sociedad se mantiene. El control burocrático permanece incólume. Todo lo cual recuerda el experimento de la Unión Soviética, cuyo régimen totalitario implosionó en 1989.Aunque lo decisivo es el giro sorprendente que toman estos experimentos revolucionarios que en teoría nacieron para emancipar al hombre. Todos acaban en sistemas opresivos e inhumanos.La revolución, que técnicamente podría definirse como una transformación completa y ruptura del orden establecido, encumbra a una elite que termina convirtiéndose en la nueva clase dominante.Ya lo decía Hannah Arendt (que sabía de totalitarismos): "El revolucionario más radical se convertirá en un conservador el día después de la revolución". Wilfredo Pareto, en tanto, teorizó que "la historia es un cementerio de aristocracias", porque las elites, como cualquier construcción, nacen, envejecen y mueren.Lo llamativo de los socialismos reales (no los teóricos) es que surgen despotricando contra los privilegios del capitalismo, en beneficio de las clases más bajas, y acaban entronizando castas burocráticas que gozan de grandes privilegios.Se trata por lo general de burocracias políticas, sumamente elitistas y pequeñas, alejada de la clase trabajadora a la que dicen representar, ya que viven a sus expensas.El escritor mexicano Octavio Paz, al que no se puede calificar de "liberal", tiene páginas brillantes sobre el devenir de estos procesos. "Todas esas revoluciones (...) degeneran en regímenes burocráticos más o menos paternalistas y opresores", escribió.La izquierda autoritaria, tan arraigada en América Latina, todavía sigue encandilada con el régimen castrista y su eterna jefatura. Un rasgo notable de estos sistemas es la entronización del pensamiento único y la persecución de la disidencia."Toda revolución sin pensamiento crítico, sin libertad para contradecir al poderoso y sin la posibilidad de sustituir pacíficamente a un gobernante por otro es una revolución que se derrota a sí misma. Es un fraude", sostiene Octavio Paz.El escritor mexicano es crítico de estas revoluciones jacobinas que devienen en experimentos autoritarios, donde en nombre del "hombre nuevo" se instauran las peores servidumbres, donde en nombre de la emancipación se mata el pensamiento independiente."Aquel que construye la casa de la felicidad futura edifica la cárcel del presente", llegó a decir.
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