Estilo político: la teoría de los ciclos
Si es cierto que el peronismo representa un modelo de conducción política vertical, centrado en el culto de la personalidad, su derrota electoral acaso esté expresando la demanda de otro tipo de liderazgo.El politólogo Manuel Mora y Araujo advierte que Argentina siempre osciló entre dos estilos políticos: uno de caciquismo representado por dirigentes territoriales peronistas, y una gobernabilidad más afín al espíritu republicano.Una regla histórica, apunta, preside la política nacional desde 1946: los ciclos peronistas duran alrededor de diez años -doce años el del kirchnerismo- después de los cuales la sociedad se inclina por el estilo político más horizontal.Pero es el eterno retorno, ya que después de un tiempo, la misma sociedad vuelve a aquello que había descartado y vota otra vez al peronismo, reiniciando el ciclo de la conducción vertical.Esa conducción se inspira en el modelo fundado por un militar, Juan D. Perón, a mediados del siglo XX, en pleno ascenso del fascismo europeo, con su culto de la personalidad.El Estado surge así a partir de la unidad del pueblo con el líder por medio de la aclamación plebiscitaria que recibe. La sociedad es vista como una "comunidad organizada", donde el individuo sólo tiene el valor de simple célula de un organismo superior.Aquí lo que importa es la relación cuasi mítica con el jefe, cuya voluntad se identifica con la del Estado. Por eso en el peronismo, muerto Perón, el debate siempre ha sido quién conduce el "movimiento".Esta visión de la política y de la sociedad es parte del imaginario argentino y se acentuó cada vez que circunstancias difíciles amenazaron el bienestar de la población y estallaron crisis económicas que los partidos políticos con representación parlamentaria no fueron capaces de resolver, como la crisis de 2001.El triunfo electoral de Cambiemos, por el contrario, refleja a priori la otra tradición política argentina: la republicana liberal, que postula la división de poderes, enfatiza el pluralismo político parlamentario, y donde el Presidente no es un ídolo de masas o un jefe cuya voluntad coincide con el "pueblo" o la "patria".La política argentina parece que ha vivido en una permanente oscilación entre dos modelos, uno que concentra el poder exageradamente en el ejecutivo, y otro que se ha amoldado a la tradición constitucionalista liberal.Ahora estaríamos atravesando por un cambio de ciclo de gobernabilidad, signado por una pérdida de prestigio del poder concentrado a favor del estilo político de cuño republicano.Como ocurre en estos casos, una ola de entusiasmo acompaña el tránsito - "ahora todo cambia" o "la historia comienza"- como si se negara que la conducción política que se está dejando atrás no hubiera tenido una amplia base de sustentación social.Hasta ahora en Argentina votar por otro estilo político ha significado seguir a pie juntillas la lógica del ciclo histórico descrito. Suponiendo que esa lógica no se rompa en el futuro, se puede suponer que la sociedad vuelva a demandar, más tarde o más temprano, otro liderazgo fuerte.Todavía es aventurado saber si la ola de cambio político que se vive es parte del eterno retorno argentino, o en cambio es un fenómeno irreversible que instaura un paradigma radicalmente distinto.Los sociólogos invitan a ver, al respecto, los cambios en la trama cultural que tejen Internet y las redes sociales, un modelo de sociedad horizontal e interconectada que ya estaría impactando en el modelo de gobernanza a nivel global.
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