Esto ya asquea
Todo lo que está saliendo a la luz alrededor de la llamada mafia de los medicamentos falsos y adulterados, produce una mezcla de fuerte desagrado y desánimo moral.Quizá sea una mezcla de asco e indignación lo que suscita este escándalo de corrupción. Y esto por la combinación maquiavélica de este negociado que se basa en la entrega a enfermos de remedios vencidos.Es un complejo y casi diabólico entramado en el que aparecen implicados funcionarios de un gobierno, sindicalistas enrolados en el oficialismo, obras sociales y mafias privadas.Además se incluye lavado de dinero negro, aportes ilegales a la campaña presidencial de Cristina Kirchner, asesinatos cometidos por sicarios y un suicidio aparentemente inducido.Es un negociado homicida porque las verdaderas víctimas de estas maniobras son los enfermos, muchos de ellos oncológicos y de sida, que a cambio de las drogas que necesitaban recibían remedios truchos.Subleva el espíritu la complicidad de las autoridades gubernamentales en esta estafa realizada a costa del sufrimiento y la muerte de personas. Que de este negocio espúreo salga plata para financiar una campaña política entra dentro de lo incalificable.Una sensación de profundo desánimo moral genera, además, ver que en un punto la corrupción ya no nos escandaliza. La omnipresencia de este fenómeno nos ha atrofiado el sentido elemental de la justicia.Es lo mismo que se percibe con la pobreza. No alcanzamos a ver la enormidad moral -el escándalo- que supone la existencia de millones de argentinos sumidos en la miseria, en un país excepcionalmente bendecido por la naturaleza.La corrupción y la pobreza -ésta última hija de aquella- se han vuelto parte del paisaje. Es lo "nacional y popular" entre nosotros. Los argentinos nos hemos acostumbrado a lo peor.De hecho una parte importante de la sociedad sólo se conmueve ante la posibilidad de que la selección argentina no vaya al mundial de fútbol. Sólo se amarga ante la derrota deportiva. El poder sabe de estas cosas. Y por eso subsidia al fútbol -otro negocio espúreo en la Argentina- utilizando la vieja táctica de los cesarismos de darle circo a las masas. ¡¿Acaso no fue esta decadencia, esta indiferencia argentina ante la hegemonía de la corrupción, lo que quebró al Dr. René Favaloro, empujándolo a la muerte?! Alguien ha dicho por ahí que con Favaloro se fue también la última esperanza de una camada de argentinos que creyó en la resurrección de la patria abatida.La muerte del cirujano evoca el fin trágico del héroe ante la fatalidad del destino. Leer su última carta, fechada en julio de 2000, coloca su desaparición dentro de la atmósfera espiritual de la agonía (de la agonía del país malogrado)."La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar", se queja allí el eminente cardiólogo, antes de dispararse, paradójicamente, a su propio corazón."Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos", dice al explicar que su obra -la célebre Fundación- estaba en quiebra porque se había negado a tranzar con las obras sociales.Dice de los sindicalistas: "Mangas de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica".Este médico rural, reconocido en el exterior e ignorado en su propio país, combinaba la genialidad y la honradez con el sentido del patriotismo. ¡Y así le fue!.Podían salvarse él y su obra si transigía con la corrupción. No quiso. "No puedo cambiar", sentenció. Y entonces prefirió irse. "Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata", fueron sus últimas palabras.
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