UNA NUEVA OPORTUNIDAD PARA COMENZAR
Felicidades por si no te veo

Últimos días de otro año. Año que habrá sido memorable para algunos, intrascendente para otros; un año más o un año menos, la metáfora del vaso con agua se repite.
Luis Castillo*
Si bien se desconoce a ciencia cierta de cuándo datan los primeros calendarios, hay cierto acuerdo en cuanto a que podría ser el que está ubicado en Aberdeenshire (Escocia) y se calcula que data del 8.000 a.C. Se trata de una estructura conformada por 12 piedras que marcan la posición de la luna a lo largo de un año. Unos 3000 años más tarde los babilonios fraccionaron el día en 24 horas y la hora en 60 minutos. Por esa misma época, los egipcios construyeron calendarios solares (ya no lunares) y describieron asimismo que el año duraba 365 días, como este estaba dividido en 12 meses de 30 días, le sobraban cinco. ¿Qué hicieron? Sencillo,5 días feriados y acá no ha pasado nada. Evidentemente, los matemáticos de los faraones no solo eran inteligentes sino, además, pragmáticos.
Un nuevo año, lógicamente, anticipa nuevos cumpleaños. Fiestas, regalos y salutaciones hoy más que nada en forma virtual. Sin embargo, no siempre fue así. El primer festejo de cumpleaños lo narra la biblia y fue el nacimiento del faraón Sesostris II (alrededor del año 3000 a.C.). El relato cuenta que el día de su cumpleaños se mandó a ahorcar al jefe de los panaderos (Génesis 40:20-23). La biblia no narra el motivo, pero podemos especular que no gustó la torta. Aunque, la verdad sea dicha, el primer pastel de cumpleaños se describe recién en Grecia y era para festejar a sus dioses y no a simples mortales. Menos aun si estos eran pobres o mujeres. Esto evolucionó a festejar no solo a los dioses sino también a héroes e integrantes de la nobleza. Hombres, claro.
Tras la instauración del cristianismo, fueron prohibidas estas fiestas paganas y no fue sino hasta el siglo IV cuando el Papa Julio I estableció la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. Casi 9500 años después, la humanidad volvía a festejar el nacimiento de un dios. Como al inicio de los tiempos.
Repasando un poco las tradiciones, vemos que, aun hoy, pese a la globalización, aún persisten en el mundo más de 20 fechas que son consideradas –para diferentes culturas- como su año nuevo; solo en América tenemos el Willkakuti (año nuevo Aymara), el Inti Raymi (Inca), el Wayeb (Maya) o el Yacuic Xihuitl, que celebran los Mexicas (o Aztecas) cada 11 de marzo.
No son pocas las veces que escuchamos a alguien –tras atravesar afortunadamente una situación que conllevó riesgo de muerte- decir que nació de nuevo y festeja ese día su cumpleaños.
En definitiva, y para no abrumar a mis lectores y lectoras dominicales, el año nuevo comienza -creo yo- cuando tenemos la fortuna de despertarnos cada día con la posibilidad –más o menos probable- de hacer de ese día el comienzo de una nueva vida, empezar a luchar por nuestros sueños o de disfrutar de verlos convertirse en realidad, recibir un golpe e intentar ponernos nuevamente de pie. Dejar de ilusionarse con amar y hacerlo, sin condiciones y sin buscar nada a cambio. Perseguir la felicidad como se persigue una ilusión, con esperanza, pero sin temor al fracaso.
Año nuevo es cada día y no debemos dejar de evaluar la posibilidad de que, quizás, pueda ser el último. Les dejo estas estrofas del gran Omar Khayyam: “"Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy. Toma un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe, pensando en que mañana, quizá la luna te busque en vano".
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”