"ESTAR BIEN"
Fiestas, presión social y salud mental: qué sucede en Gualeguaychú
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La presión por cumplir con mandatos familiares, sociales y de consumo hace que las fiestas de fin de año se conviertan en un período de fuerte impacto emocional. El psicólogo Andrés Mazur analiza por qué aumentan las consultas en salud mental en diciembre y propone repensar las celebraciones por fuera de la obligación de “estar bien”.
La llegada de las fiestas de fin de año suele estar asociada, en el imaginario colectivo, a la felicidad, el encuentro familiar y el cierre positivo de un ciclo. Sin embargo, para muchas personas diciembre se transforma en un período de alta exigencia emocional. La presión por “estar bien”, reunirse, consumir y cumplir con determinados mandatos sociales provoca que, lejos de vivirse como un tiempo de descanso, las fiestas se conviertan en una fuente de angustia, ansiedad y malestar psicológico. No es casual que, según especialistas, las consultas en salud mental aumenten significativamente en las semanas previas a Navidad y Año Nuevo.
En diálogo con este medio, el psicólogo de Gualeguaychú Andrés Mazur analizó los múltiples factores que inciden en este fenómeno y explicó por qué las fiestas funcionan como un detonante emocional para muchas personas.
“En primer lugar, ¿por qué aumentan un 20% las consultas en el área de salud mental antes de las fiestas? Tenemos que pensarlo desde distintos ángulos”, señaló Mazur, quien destacó que uno de los principales ejes tiene que ver con las presiones que implican estas fechas.
Según explicó, las fiestas suponen obligaciones de dos tipos. “Una es las obligaciones con respecto a lo social. Las fiestas nos obligan a enfrentarnos a las configuraciones familiares, a enfrentarnos con las realidades de nuestras propias familias, contrastándolas con las idealizaciones que vemos en general”, afirmó. En ese sentido, advirtió que existe una imagen estereotipada de la celebración familiar perfecta que muchas veces no coincide con la realidad.
“Nosotros tenemos una idea estereotipada de las fiestas como una reunión familiar donde están alrededor del arbolito papá, mamá, los hijitos, las abuelas, etc. Y la realidad muchas veces no es así. Las familias están llenas de dinámicas que no son saludables y que hacen que haya peleas, tensiones, familias desarmadas que se vuelven a armar”, explicó. Ese contraste entre lo esperado y lo real genera frustración, malestar y conflictos que se intensifican en estos encuentros obligados.
Otro aspecto central que mencionó el psicólogo es el balance emocional que suelen disparar estas fechas. “Las fiestas también son un momento de balance, son un momento de hacer un recuento de las cosas que uno ha hecho durante un año y durante su vida”, indicó. Ese ejercicio, lejos de ser neutro, muchas veces activa lo que definió como una “reacción aniversario”.
“Uno se pone a sacar la cuenta de la gente que no está, de las cosas que no pudo hacer, que no pudo desarrollar, y esto también, por supuesto, genera mucha angustia”, sostuvo Mazur. Las ausencias, los duelos no resueltos y los proyectos inconclusos suelen hacerse más presentes en este período.
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Frente a este escenario, el profesional invitó a repensar el sentido de las fiestas, alejándolas de ciertas lógicas impuestas. “Lo que uno podría pensar es tratar de pensar las fiestas por fuera de la lógica del consumo y pensarla como un momento que puede ser de disfrute, que puede ser de relacionarse bien, si uno no toma las relaciones sociales como obligaciones”, planteó.
Justamente, el consumo aparece como otra de las grandes fuentes de presión. “Nosotros tenemos un mandato social que en nuestra sociedad en la actualidad está configurado por el consumo”, afirmó. Regalos, comidas, salidas y expectativas económicas generan un empuje constante que muchas veces no se condice con la realidad material de las personas.
“Estamos obligados con pedidos empujados al consumo casi permanente. El consumo de objetos simbólicos, representativos de otras cosas, y que justo en la época de Navidad se acostumbra recibir regalos y hacer regalos a otros”, explicó. Esa obligación de “tener que” regalar, gastar y producir una celebración ideal puede resultar asfixiante.
Mazur fue claro al señalar que “a la gente le resulta muy difícil pensar este tipo de fechas fuera de una lógica del consumo”, aunque remarcó que en realidad “uno podría pasar esta fiesta sin hacer ningún tipo de consumo especial”. Sin embargo, reconoció que las presiones sociales funcionan como un condicionante fuerte.
En cuanto al papel de las redes sociales y los medios, el psicólogo distinguió dos dimensiones. Por un lado, señaló que los medios masivos cumplen un rol “propagandístico y propiciatorio del consumo”. Por otro, indicó que las redes sociales agregan una complejidad extra: muestran familias y situaciones ideales que pueden generar comparación y angustia, pero también funcionan como espacios de expresión y denuncia.
Finalmente, Mazur vinculó este malestar con el contexto económico actual. “La situación económica hace que uno siempre esté deseando otra cosa aparte de la que tiene. Siempre pensamos que tenemos menos de lo que nos gustaría tener”, explicó. Cuando ese deseo choca con la imposibilidad de acceder incluso a lo básico, la angustia se profundiza.
En ese marco, el especialista remarcó la importancia de habilitar otras formas de vivir las fiestas, más realistas, más propias y menos exigentes. Reconocer el malestar, correrse de los mandatos y pedir ayuda cuando es necesario aparece como un primer paso para atravesar diciembre sin colapsar en el intento.
